Mendilibar hace historia y gana su segundo título europeo consecutivo
El Olympiacos se impone en la Conference League a la Fiorentina con un gol de El Kaabi en el minuto 116 de la prórroga
Un año después de conquistar la Europa League, José Luis Mendilibar volvió a coronarse en una competición continental, en este caso con el Olympiacos, lo que le convierte en el sexto entrenador de la historia en ganar dos títulos europeos diferentes de forma consecutiva tras Bob Paisley, Nero Rocco, Giovanni Trapattoni, Rafa Benítez y Jose Mourinho. El de Zaldibar, que ganó con un gol de El Kaabi en el minuto 116 de la prórroga, entró ayer, por tanto, en un club muy exclusivo. Quién se lo iba a decir hace tan solo catorce meses, cuando su Sevilla fue a Old Trafford como si viajara a un desolladero y él era visto como un simpático entrenador de la vieja escuela, sin glamour ni metáforas, un poco en fuera de juego en los tiempos actuales de los algoritmos y el VAR. Alguien, en fin, sin un espacio natural entre los prestigiosos entrenadores de moda.
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De hecho, continuó teniendo esta consideración incluso después de ganar la Europa League; de ahí que el Sevilla no le diera mayor crédito. Desde ayer, con su victoria en el AEK Arena de Atenas, Mendilibar ya es un ganador. Y para la hinchada del Olympiacos, pasional como pocas, una leyenda. A partir de ahora podrán hablar del 'Mendi' Olimpo cuando recuerden la gesta que han logrado de la mano del entrenador vizcaíno. Porque lo cierto es que la trayectoria de los rojiblancos en esta Conference League ha sido una gesta, una aventura trepidante, de un mérito deportivo enorme. Los pupilos de Mendilibar dieron el primer gran paso hacia la gloria con aquella remontada memorable al Maccabi de Tel Aviv, al que endosaron un 1-6 a domicilio tras haber perdido 1-4 en casa. A partir de ahí, superaron en los penaltis al Ferencvaros y al Fenerbahce y en la semifinal tumbaron ni más ni menos que al Aston Villa, al que le crujieron con un 2-4 en Birmingham.
Ayer fue otra historia pero con un desenlace todavía más feliz. Lejos de ser una de esas finales que tienen unos primeros minutos tranquilos de preámbulo, como si los dos equipos necesitaran un poco de tiempo para sondear a su rival, Olympiacos y Fiorentina se lanzaron a cuchillo desde el pitido inicial. Dos jugadas sucesivas en el minuto 4 reflejaron lo que iba a ser el partido. Justo después de que Podence obligara a lucirse a Terraccano con un disparo cruzado, los italianos replicaron con una bonita jugada de Nico González por la derecha que Koume estuvo cerca de convertir en gol. Donde las dan, las toman, dijeron los pupilos de Vicenzo Italiano, y eso es lo que fue toda la primera parte: un toma y daca muy entretenido e igualado entre dos equipos valientes y dinámicos, de esos que no dudan a la hora de lanzarse al abordaje y evitan el manoseo de la pelota.
Este tipo de duelos, y más siendo una final, es decir, teniendo un componente de tensión y nerviosismo añadido, suelen decantarse por detalles que tienen que ver con el acierto. Si se llegó al descanso con el marcador a cero fue, precisamente, porque ni griegos ni italianos estuvieron finos a la hora de rubricar sus jugadas de ataque. Que fueron unas cuantas por ambas partes. La Fiorentina tuvo las dos más claras, también casi seguidas, en las botas de Bonaventura, que en el minuto 20 desperdició dos remates claros ante Tzobakis, ese joven portero al que Mendilibar le ha dado la titularidad y está respondiendo como si llevara una década jugando. En el caso de Olympiacos, que en la primera notó la flojera de El Kaabi, su gran goleador, la mejor oportunidad volvió a tenerla Podence en el minuto 24, desviando de cabeza un córner cerca del primer palo.
Cambio de rumbo
El partido giró tras el descanso. Fue un proceso lento pero imparable. Olympiacos fue el primero que perdió burbujas, incapaz de conectar con Chiquinho y El Kaabi. De hecho, sólo volvió a inquietar la portería rival en un cabezazo de Iborra tras una falta muy bien puesta por André Orta. La 'Fiore', por su parte, lo intentó con algo más de ambición. Sin embargo, su juego ofensivo no le dio como para hacer daño a la defensa griega, bien comandada por Retsos, que aguantó incluso después de sufrir un golpetazo en la cabeza y un mareo que parecieron condenarle al cambio. De hecho, hasta llegó a pedirlo. Sólo en una buena jugada de Nzalo en el minuto 69, que Kouame terminó muy mal, pegándole muy mordida, crearon verdadero peligro los toscanos.
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En vista de la falta de eficacia de su equipo, y recordando lo sucedido en la final del año pasado, cuando un gol del West Ham en el minuto 89 les hundió, Vicenzo Italiano decidió tomar precauciones. Puso argamasa con centrocampistas de más solidez y los últimos veinte minutos del partido fueron un ejercicio de prudencia mutua. Los riesgos con el balón se redujeron a cero y el juego se convirtió en una sucesión tensa de balones largos de los porteros, saltos de cabeza y disputas en la medular, con los cuatro centrales convertidos en las estrellas de sus equipos.
Los dos finalistas pensaban en llegar a la prórroga y quizá entonces, con el últimos esfuerzo, volver a enzarzarse en una pelea algo más abierta, parecida a la de la primera parte. Si esa fue la voluntad, no hubo fuerzas para lograrlo. La final se convirtió en un cara y cruz, y Olimpiacos, cuando ya pensaba en una nueva tanda de penaltis providencial, tuvo más suerte. O es que la Fiore volvió a tenerla muy mala. Que fuera El Kaabi, que no había rascado bola en todo el partido, explica cómo es el fútbol.
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