Los rojiblancos celebran su clasificación para cuartos en 2016. efe

Dijeron lo mismo hace medio siglo

Análisis ·

Jueves, 24 de junio 2021, 23:58

Cuando hace unos meses Mourinho llamó la atención sobre la ventaja que tienen los equipos visitantes en las prórrogas al disponer de media hora más ... para marcar un gol que vale doble, me dio la impresión de que su queja no pasaba de ser otra forma de rizar el rizo en estos tiempos en los que todo se mide al milímetro en el fútbol. Y resulta que no, que el portugués no estaba hablando a humo de pajas; para entonces en la UEFA ya se estaba estudiando muy en serio la posibilidad de anular la regla del valor doble de los goles en campo contrario. En realidad, Mourinho ni siquiera era original; el que fuera presidente de la FIFA, Joseph Blatter, ya había hecho la misma reflexión en público unos años antes.

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Lo curioso del asunto es que el argumento que utilizan ahora los rectores del organismo que rige el fútbol europeo para derogar la norma, es exactamente el mismo que emplearon para implantarla en 1965: favorecer el juego ofensivo. Ceferin, el presidente de la UEFA, justifica la paradoja porque «el impacto de la regla va ahora en contra de su propósito original ya que disuade a los equipos locales especialmente en los partidos de ida, de atacar, porque temen encajar un gol que daría a sus rivales una ventaja crucial».

Hace más de medio siglo, se censuraba que los equipos visitantes, especialmente en los partidos de ida, se encerraban con el propósito de obtener un empate sin goles o una derrota por la mínima que podían superar en el partido de vuelta en su propio campo.

La regla del valor doble de los goles en campo contrario se estableció para acabar con aquellos cerrojazos infames en los que los visitantes empezaban a perder el tiempo desde que salían del vestuario para aparcar el autobús frente a su portería. El del campo era entonces un factor a tener en cuenta mucho más que ahora. Sin las cámaras de televisión como testigos de cargo, con terrenos de juego dispares, graderíos intimidantes y viajes agotadores, el orden de los partidos era muchas veces clave para la suerte de la eliminatoria. Sobrevivir en la ida daba muchas opciones para machacar en la vuelta. Todos querían que en el sorteo les tocara jugar el segundo partido en casa, con el respaldo de su afición.

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La nueva regla aligeraba además el procedimiento porque dejaba atrás la fórmula del tercer partido de desempate o el lanzamiento de la moneda al aire. Un año antes de su implantación el Athletic eliminó al Dunfermline escocés en el tercer partido, para caer en la siguiente ronda ante el Ferencvaros húngaro, por el mismo sistema. Ya en 1968, la moneda al aire clasificó a los rojiblancos en Anfield Road tras ganar al Liverpool 2-1 en San Mamés y perder en la vuelta con el mismo marcador. Entonces todavía se prefería la moneda a los lanzamientos desde los once metros.

Quienes implantaron la entonces novedosa regla consiguieron sus objetivos de favorecer el juego de ataque y acelerar la resolución de los empates porque el valor doble del gol en campo contrario estimuló la ambición de los visitantes y durante muchos años se pudieron ver partidos más abiertos tanto en la ida como en la vuelta.

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Pero los tiempos cambian. La presencia de la televisión en todos los campos y la equiparación de los terrenos de juego, sobre todo, han ido restando peso al factor campo, hasta el punto de que se ha llegado a la paradoja que denuncia Ceferin.

Ahora, son los equipos locales los que no le hacen ascos a un empate sin goles en el partido de ida, sabedores de que en la vuelta pueden tener la oportunidad de marcar un gol que vale doble.

No tardaremos mucho en comprobar si la derogación de la norma no nos retrotrae a los viejos tiempos del cerrojazo. Veremos.

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