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EFE

Aranburu saca oro en la Itzulia

El guipuzcoano, bien catapultado por Omar Fraile, confirma su talento al ganar en Sestao la segunda etapa de la ronda vasca

Martes, 6 de abril 2021, 15:01

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El funicular de Larreineta se construyó para abastecer las minas de los Montes de Triano. El hierro era entonces el oro. De cerca, de Santurtzi, es Omar Fraile. Se sentía en su montaña. Conoce cada espino, cada roca. Cada curva. La subida a La Asturiana, reventada por Pogacar, había dejado el grupo en apenas una veintena.

Aranburu necesitaba algo así. Ha sido séptimo en la Milán-San Remo y ha cruzado guantes en otras carreras con Van Aert y Van der Poel, la pareja galáctica, pero los focos no terminaban de alumbrarle. Eso ha cambiado definitivamente en la zona minera.

El pelotón entró en la primera curva de la subida a La Asturiana como si fuera una bocamina. A la negra galería. A picar roca para sacarle el hierro. Trabajo cruel.

La zona minera es una tierra de venas abiertas, heredera de aquellas explotaciones a cielo descubierto. De rocas talladas por los explosivos. Sonaban las detonaciones en La Asturiana, el otro nombre de esta subida conocida como Peñas Negras. La cima estaba a sólo 13 vertiginosos kilómetros de la meta en Sestao. A por Pogacar y Gaudu se puso a tirar el Movistar con Enric Mas. Defendía la baza de Valverde.

Pero antes de bajar quedaba puerto.

Siempre hay riesgo de caídas como las que sufrieron Carapaz y también Mikel Bizkarra, los dos muy tocados. El de Mañaria no saldrá en la tercera etapa al romperse la clavícula La zona minera sabe de dolor. Los mineros era casi esclavos. A una de las galerías la llamaron 'El Ostión' por los golpes que propinaba uno de los crueles capataces. Aranburu no tembló. De cara al vértigo. Se colgó de cada una de las curvas que se precipitan hasta Trapagaran. Es un ciclista completo. Cada vez lo hace todo mejor. «Ganar en casa es muy especial para mí», confesó al cruzar la pancarta final.

La subida a la meta de Sestao, de apenas 500 metros, le dejó casi sin oxígeno. Gas grisú en los pulmones. A punto de explotar por dentro. Pero llegó con la bocanada justa para salir de la galería y, con quince segundos de renta, desplegar su sonrisa de oro.

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