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3ª etapa de la Itzulia

Pello Bilbao puede con el campeón del mundo

El ciclista de Gernika salda su deuda con la Itzulia y gana a lo grande la gran etapa alavesa al batir al sprint a Alaphilippe

Miércoles, 6 de abril 2022, 14:17

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«¡Le he ganado al campeón del mundo!». Pello Bilbao repartía abrazos, resoplidos, sonrisas en una meta que ya era suya. En Amurrio, tras tantos intentos, agarró la victoria que desde hace tiempo merece. Y ante Julian Alaphilippe. Premio añadido. Grito y puño cerrado al conseguirlo.

La espera valió la pena. De sobra. Pello Bilbao no había ganado nunca en la Itzulia. El año pasado se quedó en la orilla, en Hondarribia, donde Ion Izagirre le batió por dos dedos. Pero es de los que resisten. Paciente. Aplicado. Buen estudiante. Conocía el recorrido a ciegas. Lo había repasado, subrayado, diseccionado. «He tenido una crisis en la última subida a Ozeka», dice. Se conoce. No se hunde. Sigue. Vio a su mujer, embarazada, en la cuneta. Ese ánimo que corre a través de un cruce de miradas. Se enganchó con una dosis más de agonía a la decena de dorsales que iban a jugarse la etapa en Amurrio. Pello lo hace todo bien. Atacó en descenso tras rebañar una curva dañina. Le cogieron. Arrancó luego, en el llano a 3 kilómetros del final. No le dejaron. Se adaptó. Y puso todo su empeño en coger la rueda de Alaphilippe, el favorito, casi imbatible en un final así, en una calle cuesta arriba. Todo lo que podía hacer lo había hecho. Como siempre. Esta vez hizo algo más. Remató. «¡Le he ganado al campeón del mundo!». La felicidad de Pello. «¡En casa!». Al fin.

La picadora de carne que era el recorrido de esta tercera etapa se diseñó cuando los ayuntamientos de Llodio y Amurrio pactaron acoger dos etapas, una en 2021, con final en la subida a la ermita de Santa Lucía, y otra en esta edición que fuera aún más dura. Roberto Laiseka, que se encarga del confeccionar el recorrido, buscó un guía de la zona, un antiguo compañero de equipo, César Solaun, que es de Ayala. Conoce bien ese territorio comanche. Y más aún lo palpó durante la pandemia, cuando nadie podía salir de su municipio. Laiseka le había pedido un trazado de clásica, un resumen de la Lieja-Bastogne-Lieja. Solaun se frotó las manos. Tenía lo que le pedían: el encadenado de dos cotas, Opellora (un kilómetro de cemento al 13% de pendiente) y Ozeka (3,6 kilómetros al 7,4% y rampas del 17%). «Las vistas, además, son espectaculares», animaba Solaun en la salida de Llodio. Ningún ciclista las disfrutó. Todos pasaron por ahí con los ojos clavados en el estrecho piso. La etapa, además, proponía dos vueltas por ese angosto circuito.

Los tres fugados, Polanc, Houle y Cristian Rodríguez, se toparon con la pared de hormigón arrugado de Opellora. Espectacular. Caseríos, laderas verdes y muros. La Itzulia en esencia. Público, ikurriñas y el regreso de la marea naranja de la afición del Euskaltel. Cada metro desgastaba. Los escapados subían en procesión por ahí y, enseguida, por Ozeka. Cuestas encadenadas. Ovillo de descensos para el escalofrío. Rodríguez, que es de El Ejido y que ganó el Tour de Ruanda, se fue solo. Detrás, el Ineos de Adam Yates puso al volante del pelotón a Thomas, un ganador de Tour. La cascada en la que nace el Nervión les observaba. Paisaje salvaje. Al ritmo de Thomas todos anticiparon lo que les esperaba en la segunda vuelta por esa sala de tortura. Dos de los en principio favoritos, Higuita y Woods, ya claudicaban.

Rodríguez, como confesó, tuvo su peor día como ciclista en la Itzulia 2019. Se quedó helado y solo en un descenso hacia Arrigorriaga. Esta vez buscaba su mejor día. El Ineos, que reclamó el control total de la etapa, le quitó esa idea. Thomas inició a tope el segundo paso por Ozeka. Su compañero Hart le dio relevo en Opellora. El aliento subía de temperatura. Y al final fue el que ahora manda en el equipo británico, Adam Yates, el que sobrepujó. Zozobró la hilera de los que trataban de seguirle. Yates se quedó con una decena: Evenepoel, Alaphilippe, Latour, Vlasov, Martínez, Pello Bilbao, Vingegaard, Enric Mas y Roglic, el líder, que hasta pareció ir al límite por un momento. «Me he notado cansado», desveló el esloveno. A ese grupo se le unieron Soler, Urán y Ion Izagirre, que bordeó el hundimiento.

Como Laiseka le había pedido a Solaun, el trozo de esta Itzulia que pasaba por Ayala merecía un hueco en el trazado de la Lieja-Bastogne-Lieja. Una clásica en Álava por el territorio de Aritz Arberas, entrenador de Pello. Buen maestro y mejor alumno. Tras los puertos, quedaba un descenso para funambulistas. Pello. Atacó. Luego había que trepar el muro del palacio de Quejana. Para atrevidos. Pello. Arrancó y tampoco le dejaron. Y ya sólo faltaba afrontar la meta de Amurrio. Para especialistas en finales explosivos: para Alaphilippe, lanzado además por Enevenepoel como en la etapa que había ganado el martes en Viana. Si hay una manera de batir a Alaphilippe es ponerse a su rueda y ejecutarle sobre la raya. Saber leer la carrera. Pello. Sabía que había que hacer eso y eso hizo. Venció con un golpe de riñón, de alma. «Es difícil describir lo que siento al ganar aquí después de tanto tiempo», repetía emocionado. «Me ha costado tanto... y lo he conseguido a lo grande». Delante del poseedor del arcoíris. Se escuchó y sonrió aún más.

Ya es quinto en la general, a 19 segundos de Roglic. El ciclista de Gernika luchará por un lugar en el podio. Y lo hará liberado. Alguien que le ha ganado al campeón del mundo en su especialidad no tiene nada que perder.

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