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Scola deja las canchas de baloncesto. EFE

El amo de la pista de baile

Análisis ·

La 'jubilación' de Luis Scola deja el olor eterno a pólvora de quien convirtió en arte el trabajo baloncestístico del ala-pívot

Jueves, 23 de septiembre 2021, 00:34

No puedo olvidar, ni quiero, aquella mañana en el entrañable pabellón de Mendizorroza, tan cálido para sentir el baloncesto en toda su amplitud. El periódico ... me envió hace ya veinticinco años para entrevistar a un chaval que prometía mucho y cumplió de sobra y aún más. Una de esas extracciones petrolíferas de la factoría azulgrana cuya maquinaria, pesada o ligera, manejaba Alfredo Salazar. Sí, el rastreador de talentos con el traje del coronel Tapioca que desbrozaba a fondo el mercado argentino antes de aventurarse en la selva brasileña para importar a un 'tal' Splitter. Bueno, resuelvo ya el enigma tan fácil de adivinar. Este artículo homenajea a don Luis Alberto Scola Balvoa, el ala-pívot de 41 años que, tras sembrar belleza en las zonas, cambia la camiseta de tirantes por la moqueta de los despachos en Italia.

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En aquella matinal crucé preguntas y respuestas con un chico longitudinal de dieciséis añitos, un adolescente empujado a la juventud como consecuencia de un talento que le reventaba las costuras. Y el chaval me proporcionó un titular extraño para un crío de dos metros largos de estatura. «La ACB me queda recontragrande», me comentó este porteño que dejaría a tantos buenos aficionados durante décadas con la boca abierta y la baba colgando. El Baskonia ya había pescado lo mejor de la camada entonces, coció el producto con cesiones a su país natal y después le deparó el mérito de convertirlo en el extranjero más joven en la historia de la ACB con la elástica asturiana del Gijón. Eso sí que era quemar etapas a la velocidad de esta carísima luz que tambalea ahora las economías domésticas.

Poco tardó el protagonista en desmentirse a sí mismo. El campeonato español, el mejor del continente de Algeciras a Estambul, parecía ajustársele a tan temprana edad como un guante de cuero fino a una mano delicada. Pronto la liga ACB empezó a disfrutar de la categoría intrínseca -pero, ojo, también trabajada- de un tipo con la calidad de serie y el empeño en aumentarla. Acepto el reto de debatir con quien sea sobre la capacidad inigualable de Scola a la hora de desatascar las defensas zonales, un entramado de contención en desuso que todavía entonces se empleaba para detener avalanchas rivales. 'Luifa' ganaba la raya de los tiros libres, pedía la pelota y abría el abanico de las opciones. Desde el tirito de cuatro metros, los reversos propios del danzante que toma la pintura como una pista de baile o la distribución a los compañeros desde el poste alto.

Aquella ACB que le quedaba «recontragrande» terminó por convertirse en el preámbulo de cotas mayores. Como la NBA, por ejemplo, donde plantó su tienda de campaña durante diez temporadas entre Houston, Phoenix, Indiana, Toronto y Brooklyn antes de degustar la vida oriental de China y terminar en Italia. Allá donde intervino dejó regueros de clase y compromiso con las causas comunes. También, cómo no, en la selección argentina, que lo tiene en el altar. Quizá el máximo ejemplar del combinado albiceleste, tan a su estilo de tipo talentoso y ganador por igual.

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Scola acaba de anunciar su retirada de los parqués y los amantes del baloncesto sienten que se marcha uno de esos hombres por los que valía la dicha pagar una entrada.

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