Una taekwondista renuncia a los Juegos por el acoso de su entrenador y se mete a albañil
La brasileña Julia Vasconcelos, olímpica en Río 2016, ha cambiado de vida después de denunciar haber sufrido abusos psicológicos e intimidación desde su infancia por parte de su preparador
De pelear por medallas al más alto nivel en el tatami por todo el mundo, a levantar muros y construir edificios en Estados Unidos. Así es como le ha cambiado la vida a la brasileña Julia Vasconcelos, una reconocida luchadora de taekwondo de 27 años que la pasada semana ha dicho basta y ha sacado a la luz una historia llena de abusos psicológicos y constante intimidación por parte de su entrenador, que arrastraba desde la infancia.
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Olímpica en su país, en Río de Janeiro en 2016, y plata en los Juegos Panamericanos, llegó a sufrir por todo ello dos episodios de depresión y varios varios más de bulimia durante su carrera deportiva, como relató hace apenas unos días a la web brasileña UOL. La presión a la que le sometía su técnico y la exigencia de la báscula, por los pesajes que deben pasar antes de cada combate, la llevaron casi al límite. «Días antes de la competición sobrevivía con 600 calorías al día, con una clara de huevo y un trozo de pollo. En los Juegos de Río estuve 20 horas sin tomar ningún líquido«. También llegó a entrar tres veces en un día en una una sauna o a bañarse en agua caliente quemando casi su piel, para lograr bajar algunos gramos.
Una obsesión por el peso inculcada por su entrenador, quien no se preocupó de ella tras una operación en una de sus manos en la que le introdujeron cinco tornillos. «Los médicos me recomendaban para por quirófano, pero él no quería que lo hiciera. Cuando volví se burló de mí diciéndome que había engordado. El entrenamiento, que era mi mejor momento del día, dejó de darme placer«, reconoce. Eso fue justo después de la última gran competición en la que tomó parte, en la Copa del Mundo de Corea en 2017.
«El entrenamiento, que era mi mejor momento del día, dejó de darme placer»
Vasconcelos, que asegura que nunca tuvo el apoyo de su equipo, también reveló otras conductas inapropiadas de su preparador. «Él siempre ganaba dinero con nosotros, se quedaba parte de mis ganancias. La asociación decía que era para ayudar a los deportistas que no tenían dinero para competir, pero sabía que no era así. El precio del autobús que nos llevaba a competir era de 30 reales, pero él nos cobraba 60. Las camisetas del club, que deberían ser gratis, nos la cobraba. Si nos negábamos a pagarle éramos castigados y nos dejaba fuera de las competiciones«.
También el club la llegó a obligar en una elecciones, que coincidían casi con la disputa de los Juegos en Brasil, a apoyar «explícitamente» a un candidato que se presentaba a concejal en San José de los Campos, cuando su propia madre también concurría en los comicios. «No pude apoyarla a ella. Me dijeron que tenía que hacerlo porque él nos ayudaba a nosotros, sino me echarían».
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En libertad
Todo eso y muchos otros capítulos más le hicieron llegar a plantearse muy seriamente su futuro. Y ahí afloraron sus miedos. «Sufría porque no estaba a gusto entrenando, pero pensaba 'Si no hago esto, ¿qué voy a hacer? ¿en qué voy a trabajar?'». Fue entonces cuando un amigo le propuso irse a Estados Unidos a pasar una temporada. Y así lo hizo, después de vender su coche y varios muebles que había comprado para el apartamento en el que vivía de alquiler. «Necesitaba escapar«.
Ahora ejerce con orgullo como ayudante de obra en la construcción, disfrutando de otra manera, y por fin, de la vida. «No tengo vergüenza de ser una deportista olímpica que hoy trabaja en unas obras. Casi siempre estoy cansada, pero un día mi cuerpo se acabará de acostumbrar«, declaró. Unas palabras que suscribió también en las redes sociales. »Es una pena que tuviera que lucir en Instagram una vida que no construí con mi propio esfuerzo. Es una pena que tuviera que seguir siendo sumisa e inclinar la cabeza ante el falso moralista. Es muy fácil creer todo lo que vemos en Internet, ¿verdad? Es una pena relacionarse con alguien solo por el nivel de vida que esa persona te da. ¡Una salve para todos los que van a pelear diariamente y para aquellos que no dependen absolutamente de nadie«.
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«Es una pena que tuviera que lucir en Instagram una vida que no construía con mi propio esfuerzo, que tuviera que seguir siendo sumisa e inclinar la cabeza»
Ahora Julia sigue practicando taekwondo cuando tiene tiempo libre, pero sin ningún tipo de presión, tratando de recobrar de nuevo su pasión por este deporte. Pero también se suele subir a una bicicleta, y pedalea durante más de una hora para ir a la playa más cercana. «Me siento libre aquí. No hay nada que pague esa sensación de libertad».
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