Pólvora y sangre en la playa
Normandía es el escenario que conduce a la derrota definitiva de Hitler
Luisa Idoate
Viernes, 31 de julio 2020, 23:35
Casi 6.000 barcos, 10.000 vehículos y 156.000 soldados aliados cruzan el canal de la Mancha en la madrugada del 6 de junio de 1944 y desembarcan en la costa de Normandía. Ejecutan la Operación Neptuno, combinada con la Overlord para liberar Europa de la ocupación nazi. Su misión es romper el muro defensivo Atlántico de Hitler, el Atlantikwall que va de los arenales noruegos a la frontera francoespañola. Hay luna llena y marea ascendente. Son condiciones favorables para 'el día D y la hora H', el nombre en clave del momento del ataque. Su objetivo, cinco playas ubicadas entre Quineville y Merville, rebautizadas estratégicamente con nombres ficticios. Los estadounidenses alcanzan las de Utha y Omaha, al oeste; los franceses las de Gold y Sword, al este, y los canadienses la de Juno, situada en medio.
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La logística es muy compleja. Los convoyes con hombres, armas, transportes y pertrechos utilizan los fondeaderos del sur de Inglaterra y otros de Belfast y Escocia. Las embarcaciones procedentes de los puertos de Torquay, Weimouth, Portsmouth y Shoreman, al sur de Inglaterra, se reúnen y organizan en el mar, en el punto Z o 'Picadilly Circus'. A las 6.30, los hombres alcanzan las costas en lanchones y gabarras. Se lanzan 7.000 paracaidistas tras las líneas enemigas como refuerzo, y barcos y aviones bombardean las fortificaciones alemanas. Los combates son feroces. Ese día se cuentan 4.400 muertos y 10.000 desaparecidos en las filas aliadas. Hay fallos en el refuerzo naval y aéreo. Pero la tardía reacción del Führer sentencia la guerra.
Alemania espera el ataque en el estrecho de Calais. Se lo hace creer la operación de contraespionaje Fortitude de la Inteligencia británica, informándole que el general Patton y sus tropas están apostadas al sur de Inglaterra para el asalto; habrá maniobras de distracción previas en Noruega y Normandía. En la filtración tiene especial protagonismo el agente doble catalán Joseph Pujol, alias 'Garbo', que transmite las consignas de Londres. Para laminar protagonismos en su Ejército, Hitler ha distribuido las reservas de tanques entre dos generales mal avenidos. Tres divisiones son para Erwin Rommel, que las coloca cerca de la costa donde sospecha será la ofensiva; y la gran mayoría son para Gerd von Rundstedt, que las instala cerca de París, donde las considera más necesarias. Ninguno las moverá sin su permiso. Y eso lo decide todo. El Führer descansa en Berghof. Como siempre, trasnocha viendo películas; se acuesta de madrugada. Al descubrirse el ataque duerme, y nadie osa despertarlo; ni Goebbels. Le informan a las diez de la mañana. «Es una gran noticia», dice creyéndola la artimaña de confusión advertida por el contraespionaje de Reino Unido. Son las cuatro de la tarde cuando mueve las tropas. Los aliados ya están en Europa, con los ojos puestos en París. La liberan el 25 de agosto. El 30 de abril de 1945 Hitler se suicida; el 8 de mayo Alemania se rinde incondicionalmente.
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