Borrar
Y la palabra se hizo música
Musika Música

Y la palabra se hizo música

Desde textos bíblicos hasta novelas y poemas, los compositores se han inspirado en la literatura, y cada vez más también los escritores usan conciertos, óperas, sinfonías o sonatas en sus relatos

Viernes, 24 de febrero 2023

Comenta

Lo dice san Juan: «En el principio, fue la palabra». Pero luego llegó la música, y la alianza entre ambas creó obras maravillosas que hicieron más felices y más sabios a los humanos. La edición del festival Musika Música que comenzará el próximo viernes lleva el título de 'Notak & Letrak' y gira en torno a esa unión. Que al principio estuvo vinculada a textos religiosos, y de ahí la cita evangélica. Durante siglos, los compositores escribieron piezas que usaban la Biblia y la liturgia. Desde la Alta Edad Media, músicos con frecuencia anónimos que trabajaban en catedrales, iglesias y monasterios suministraban las piezas que se usaban en las ceremonias. Ahí están esos libros de cantos que aún pueden verse en bibliotecas y coros.

¿Cuándo la relación entre música y literatura adquirió otro carácter? Con seguridad hubo precedentes, pero la Historia ha registrado un par de días: el primero, el 6 de octubre de 1600, cuando en el Palacio Pitti de Florencia los 200 invitados a la boda de Enrique IV de Francia y María de Médici asistieron al estreno de 'Eurídice' de Jacobo Peri, con libreto de Ottavio Rinuccini basado en 'Las metamorfosis' de Ovidio. Es la primera ópera de la que se conserva en su totalidad música y texto. Y seis años después, el 24 de febrero de 1607 -ayer se cumplieron 416 años- un público más numeroso presenció la primera función de 'Orfeo' de Monteverdi en el teatro de la Corte de Mantua. La segunda gran referencia.

A partir de ahí, los libretos de muchas óperas se basarán en obras teatrales o novelas. A veces, textos de muy baja calidad de autores hoy olvidados. Otras muchas, obras maestras firmadas por Shakespeare -el favorito a partir de comienzos del siglo XIX-, Merimée, Gogol, Dumas, Cervantes, Mann y tantos otros.

Pero la relación simbiótica entre música y literatura va más allá de la ópera. En el siglo XIX, el lied y la chanson se apoyan en textos de los grandes poetas. Y numerosos músicos pasan al pentagrama relatos inmortales: de 'Hamlet', 'Fausto', 'Manfred', 'Romeo y Julieta', 'La tempestad' y 'Así habló Zaratustra' a 'Don Juan', 'Macbeth' y 'Francesca de Rímini'. La capacidad de evocación de estas piezas firmadas por Schumann, Chaikovski, Berlioz, Prokofiev, Strauss y otros es tan grande que ya no podemos leer los textos literarios sin que en nuestra cabeza suenen esas obras.

En sentido contrario

El camino entre ambas disciplinas artísticas es, a partir de finales del siglo XIX, de ida y vuelta. No es el primer caso, pero sí el más célebre de los que inauguran esa nueva vía: la 'Sonata a Kreutzer' de León Tolstói es una historia de amor y desamor (un triángulo, en realidad), que da un gran protagonismo a esa pieza para violín y piano de Beethoven. El protagonista siente celos cuando ve a su mujer interpretar la obra al piano junto a un violinista del que cree que ella se ha enamorado. La novela fue publicada en 1889 y causó un gran escándalo porque se consideró que su contenido era inmoral.

Shakespeare es el literato preferido por los compositores, sobre todo desde el Romanticismo

Solo veinticuatro años después, Marcel Proust dio un paso de gigante en la relación entre música y literatura. Al crear el personaje de un compositor, Vinteuil, a quien atribuye la escritura de una sonata para violín y piano que describe con bastante exactitud, el novelista francés, un gran melómano, lanza un reto a la crítica, los musicólogos y los lectores en general que aún no se ha resuelto. ¿De qué obra estaba hablando? Las hipótesis mejor sustentadas se centran en obras de Saint-Saëns y Cesar Franck. Pero en segundo plano aparece Fauré (a quien el escritor admiraba y con quien tenía una cierta amistad) e incluso recientemente se ha apuntado la posibilidad de Pierné. Las notas que dejó el novelista y lo que dijeron luego algunos de sus amigos no ayudan a descifrar el enigma. Probablemente nunca se resuelva.

A partir de finales del XIX la relación entre ambas disciplinas es muy profunda, como se ve en la famosa 'Sonata de Vinteuil' de Proust

La razón por la que la literatura comienza a hablar de la música más tarde que a la inversa es sencilla. Así como puede describirse sin demasiada dificultad un cuadro -sobre todo si es pintura figurativa- o una escultura, no es sencillo explicar cómo es una sinfonía de Brahms o el concierto para piano de Grieg con palabras. Por eso, cuando en una novela del siglo XIX se describe una fiesta lo normal es que se diga que 'bailaban un vals', 'sonaba un minué' o 'danzaban una jota'. Los lectores sabían lo que era eso. Pero si el autor optaba por citar una obra en concreto solo tenía valor para la muy exigua minoría que había podido escucharla y la recordaba.

Todo cambió con el invento del fonógrafo, que hizo posible poder escuchar la música deseada sin tener que esperar a que la programara un teatro local. Luego la radio multiplicó la posibilidad de la difusión. Y de esa manera los escritores pudieron referirse a piezas específicas, estableciendo una complicidad con el lector. Por eso, la lista de obras literarias en las que suenan obras musicales es ya enorme. Incluso, de un tiempo a esta parte no pocos autores optan por crear una 'playlist' de forma que el lector pueda escuchar en una escena la música que los personajes también oyen en ese momento. Es imposible mayor identificación entre ambas disciplinas artísticas.

El juego alcanza niveles de gran sofisticación si además el escritor también compone, como el propio Tolstói o Lorca. O en obras como 'El acoso', de Alejo Carpentier, en la que un revolucionario que ha traicionado a los suyos se mete en un teatro huyendo de quienes lo quieren matar. Está a punto de empezar la interpretación de la Sinfonía Heroica de Beethoven y sabe que cuando la obra acabe tendrá que salir a la calle y lo ejecutarán. Pero, mientras, recuerda su vida. Y la lectura de esa parte dura justo lo que la partitura de Beethoven: unos 50 minutos. Otros escritores como Thomas Bernard, Vikram Seth, Yasmina Reza, Elizabeth Nobel, Jean Echenoz, Pascal Quignard, José Carlos Somoza o García Márquez han poblado sus obras de referencias musicales muy concretas, buscando definir la ambientación y perfilar a sus personajes. Y tratando de conseguir la complicidad del lector, por supuesto. Sin olvidar a poetas como José Hierro, que dedicó versos a unos cuantos compositores.

La literatura y la música son hoy inseparables para los creadores y para quienes disfrutan de ellas. La única actividad realmente compatible con la lectura es escuchar música. Y si además está relacionada con lo que se está leyendo el placer estético es aún mayor. Por eso este Musika Música apunta al corazón de la cultura occidental. Y garantiza un disfrute absoluto para todos los públicos.

Un puñado de grupos debutantes en el festival

El Musika Música de este año recupera una dimensión prácticamente idéntica a la previa a la pandemia, con 60 sesiones 'profesionales' y trece a cargo de estudiantes de escuelas de Música. Con el quiosco, reservado a estas escuelas, ocuparán siete espacios en el Euskalduna, más el concierto inaugural, que será en el Arriaga.

Entre los debutantes en el festival, unos cuantos nombres de mucho interés: Les Percussions de Strasbourg, los Niños Cantores de Viena, la orquesta de cámara Anima Mysicae de Budapest, la Israel Chamber Orchestra, los ensemble Masques y 5 + 1, los cuartetos Signum, Atenea y Mandelring y el trío Messiaen.

Junto a ellos, viejos conocidos a los que el público quiere: además de las orquestas vascas y la Banda Municipal figuran las sinfónicas de Granada, Castilla y León, Navarra y Galicia (con sus directores titulares) y la Coral. Y luego están los solistas: Judith Jáuregui, Josu de Solaun, Ana María Valderrama, Asier Polo, Joaquín Riquelme, Rafael Adobas, Mariam Batsashvili y muchos más.

La otra gran novedad del festival es la ópera, lo que supone también la presencia de una directora escénica: María Goiricelaya. De esa forma se amplía el abanico de público, porque además no faltan las sesiones infantiles con títeres ni el cine. Una fiesta.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo Y la palabra se hizo música