Menudo tren de vida
El renovado Orient Express. ·
Los viajes de lujo viven una segunda edad de oro e incluso hay paquetes turísticos que ofrecen la vuelta al mundo sobre raílesIratxe Bernal
Viernes, 26 de septiembre 2025, 23:50
Dice Paul Theroux, autor de 'La costa de los mosquitos' y varios libros de viajes, que si un tren es grande y confortable, ni siquiera ... necesitas un destino, así que no digamos ya si es lujoso a más no poder. Si, por ejemplo, nos rodeamos de muebles de caoba y sillones tapizados en seda o terciopelo, si hay bañera y encima está encastrada en paredes de mármol, si el restaurante ofrece un menú diseñado por un chef con tres estrellas Michelin y si el bar está abierto hasta que se retira el último de los clientes... si es que lo hace porque también tenemos la opción de pedir allí el desayuno. «Si le apetece una mimosa o un bellini por la mañana, no le juzgaremos», nos dicen en el Venice Simplon-Orient-Express. Los trenes de lujo están viviendo una segunda edad de oro en la que las reservas se hacen con meses de antelación y, en algunos casos, como el del Train Suite Shiki-Shima, que recorre el trayecto entre Tokio y Hokkaido durante cuatro días, sólo dan derecho a participar en el sorteo del derecho a la compra del pasaje.
De hecho, la oferta de rutas ha crecido dando lugar, incluso, a la creación de paquetes en los que, por 130.000 euros, hay agencias que ofrecen «la vuelta al mundo en tren» para, por ejemplo, admirar las montañas Rocosas desde el Rocky Mountaineer en Canadá o las Highlands desde el Belmond Royal Scotsman; recorrer Europa Central en el Golden Eagle Danube Express o llegar hasta Estambul en el Venice Simplon-Orient Express; asomarse al exotismo de la India desde el Maharajahs' Express o sentirse como en un safari en el Rovos Rail. Pero, sobre todo, son rutas pensadas para disfrutar del propio tren.
En cualquiera de ellos, todo un ejército de mozos, camareros, cocineros, mayordomos y supervisores cuidan hasta el más mínimo detalle. Incluida nuestra vestimenta; si no respetamos el 'dress code' exigido para cada ocasión podemos acabar castigados en nuestra suite. Nos llevarán la cena, pero no nos dejarán salir. Nada puede desentonar. Desde la copa de bienvenida que se ofrece mientras el personal acomoda el equipaje en las suites a las recomendaciones del sumiller en las comidas o cenas, pasando por los cócteles con música de jazz en directo del bar o los 'amenities', a veces, como en el Venice Simplon-Orient Express, con guiño a su propia leyenda; junto a las pantuflas se deja un kimono, como el de falsa pista que tanto mosqueó a Poirot.
Este tren, que ayer mismo partió de París a Estambul en el primero de los dos viajes programados para lo que queda de año, es el mejor ejemplo de la evolución del sector. La rehabilitación de varios de los vagones originales decorados, por ejemplo, con vidrieras de René Lalique o paneles de marquetería de su tocayo Prou, dio origen en 1982 a la aparición de esta golosa nueva oferta turística en la que hoy la competencia incluso le disputa su emblemático nombre; en 2017 el grupo hotelero Accord compró a la Sociedad Nacional de Ferrocarriles Franceses, propietaria de la marca, los derechos para utilizarla en su servicio de alta gama. Así, el año pasado inició su andadura el Dolce Vita Orient Express, que ofrece ocho itinerarios por Italia -podemos llegar incluso a Sicilia una vez que el tren es cargado en el ferry de Mesina- y el año que viene está previsto que lo haga 'su' Orient-Expres, que también unirá París y Estambul.
Así que, obligado a bajar al barro, el Venice Simplon no sólo ha ampliado sus rutas con circuitos que incluyen Londres y viajes más cortos que unen Venecia con París o Viena; también ha decidido subir el listón y abrirse al ultralujo. Frente a los 21.000 euros de su pasaje normal están los 80.000 por día que cuesta alojarse en el L'Observatoire, el vagón-suite de 32 metros cuadrados diseñado por el artista urbano francés JR que incluye, entre otras bagatelas, un salón de té propio con biblioteca y un tragaluz sobre la cama.
Interrail para mayores
En España, Renfe también presta atención a los viajeros más sibaritas con cuatro trenes: el más caro es el Transcantábrico Gran Lujo, que ofrece un recorrido de ocho días entre Santiago y Donostia -y viceversa- por precios que van de los 4.350 a los 9.250 euros, aunque también podemos optar por una versión más corta de cuatro días bajándonos en Gijón o cogiéndolo en Oviedo, con lo que el pasaje se queda entre los 2.200 y 4.700 euros; el Al Ándalus une Sevilla y Granada en siete días por entre 6.000 y 7.150 euros; el Costa Verde Express también parte de Santiago y nos deja seis días después en Bilbao por 4.700, que se quedan en 2.400 si nos apeamos en Oviedo; Al Ándalus va de Sevilla a Granada por 6.000 o 7.150 euros; y, por último, el hermano pobre, el Expreso de La Robla, que ofrece un trayecto de dos días de Bilbao a León y otro de siete de Oviedo a Santiago y vuelta a Oviedo, por 1.150 y 1.500 euros respectivamente.
Para los que no podemos permitirnos este tren de vida, siempre nos queda el consuelo de pensar que nunca pagaríamos 5.000 euros por no tener baño propio -pasa en algunos casos- o por un menú en el que no se incluye el café ni el vino, que también pasa. Además, está el Interrail. Si no lo cogimos de jóvenes, tenemos una segunda oportunidad con los descuentos para mayores de 60.
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