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El escritor Javier Reverte falleció a los 76 años en octubre de 2020.
Las críticas de la semana

Javier Reverte y un noir neorrealista

La España de 1952. ·

Esta excelente obra póstuma del autor de 'El sueño de África' retrata la miseria física y moral de la posguerra

Sábado, 9 de agosto 2025, 18:40

Desde que Javier Reverte nos dejó, el 30 de octubre de 2020, el sello editorial Plaza & Janés ha venido poniendo en manos del lector, y ... con carácter póstumo, cuatro de sus obras, que corresponden a diversos géneros. Ya en 2021 publicó un excelente volumen memorialístico, 'Queridos camaradas. Una vida', y la novela 'Hombre al agua', que tenía como héroe a un perdedor entre revolucionario y filosófico que vivía en una modesta pensión de Lavapiés. En 2022, llegó a las librerías 'La frontera invisible. Irán y Turquía', un libro de viajes en el que volvíamos a encontrarnos con el genuino trotamundos que logró deslumbrarnos en 1996 con 'El sueño de África'. Aquel amenísimo libro centrado en sus andanzas por Uganda, Tanzania y Kenia, que llevaba el subtítulo de 'En busca de los mitos blancos del continente negro', abrió su conocida trilogía sobre el continente africano. La misma casa editorial publica ahora 'Corazones de lobo', un texto que se enmarca en el género negro y que nos traslada a la España de 1952, que, por una parte, trataba de dejar atrás el recuerdo de la Guerra Civil, pero a la que aún no había llegado la modesta prosperidad económica del desarrollismo.

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Estamos ante un 'noir de posguerra' fuertemente cargado de la atmósfera represiva de aquellos años de la dictadura, pero en los cuales resulta verosímil la figura de un eficiente comisario de la Brigada Criminal, Ricardo Valor, que trata de realizar con ética profesional su trabajo centrado en los delitos comunes, si bien sobre él y sus pesquisas se cierne la sombra de la policía ideológica del régimen, encarnada en un personaje entre pintoresco y siniestro: Arturo Rufete, un comisario de la Brigada Político-Social con una oscura trayectoria no ajena a la corrupción ventajista que amparaba el bando vencedor de la guerra, y dedicado con entusiasmo a torturar detenidos en la famosa Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol.

Corazones de Lobo Javier Reverte. Ed. Plaza & Janés 272 páginasm, 21,75 euros (ebook 10,44)

El retrato que, desde una tradicional y omnisciente tercera persona, traza Reverte de ese personaje es moroso y preciso en todos los detalles: un asesino cutre y a la vez narcisista devoto de Shakespeare que hizo un buen matrimonio en 1934; que perdió, sin gran pena, a su mujer en un bombardeo franquista de 1936, y que ahora está liado con la esposa de un gerifalte de la Falange. La habilidad descriptiva del escritor consigue sus mejores tintes cuando aparca los estereotipos políticos y se adentra tanto en el paisaje como en el paisanaje neorrealista de aquellos años. A esa virtud se añade la claridad expositiva a la hora de plantear el argumento. Reverte fue un novelista de 'planteamiento, nudo y desenlace'. Y, así, desde la primera página del libro, nos presenta gráfica y esquemáticamente el caso criminal que constituirá el eje de la acción narrativa: en los establos de un regimiento de caballería ubicado en Alcalá de Henares aparecen reunidos los cadáveres de un caballo al que le han pegado un tiro en la cabeza, un perro estrangulado con una soga que aún luce en el cuello y un hombre degollado.

Si sobre la tarea del comisario Ricardo Valor, encargado del caso, planeaba la sombra político-policial del comisario Rufete, sobre este último pesará la sombra del poder militar encarnado en el coronel Julián Díaz de Gonzaga, un sujeto perteneciente a una saga familiar medio castrense y medio bodeguera de Chiclana al que no han ascendido al generalato por su alcoholismo y su implicación en determinados negocios turbios como el estraperlo de medicamentos, preferentemente de penicilina, en los que contó con la colaboración de Rufete y que vuelven a estar detrás del hallazgo macabro de los tres cadáveres.

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Gonzaga pronto reclama la presencia de Rufete en su despacho, con la intención de darle al caso la coloración política de una conjura comunista. El hecho de que el hombre degollado sea un norteamericano al que se le relaciona con la CIA favorece la verosimilitud de esa versión interesada. Y en toda esa trama adquirirá una decisiva relevancia Alba Castro, la segunda mujer del coronel corrupto, que es un cuarto de siglo más joven que este y que nos es presentada con el estereotipado aspecto de una atractiva y sensual amazona.

'Corazones de lobo' es una novela técnicamente muy bien resuelta en la que no queda ni el apuntador, y en la que se ve la mano de un escritor de la vieja escuela que cuida el lenguaje y nos brinda un triste fresco sociológico. Ya el hecho de que fuera la penicilina un objeto de trapicheo criminal delata ilustrativamente la miseria del tiempo en el que está ambientada.

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  1. 'Vuelo nocturno' Antoine de Saint-Exupéry

    Vuelo de autor

Vuelo nocturno Antoine de Saint-Exupéry. Trad: Marta Nicolás Heredia Ed: Alianza Literaturas, 168 páginas 17, 95 euros

Iñigo Beraza

Cuando un escritor es conocido mundialmente por una de sus obras, se corre el riesgo que otras novelas suyas de gran calidad no alcancen la notoriedad que merecen. Este es el caso de 'Vuelo nocturno', segundo libro de Antoine de Saint-Exupéry, publicado 12 años antes que 'El principito'. Esta obra breve pero cruda, realista, centrada en el valor del trabajo, el honor y el sacrificio silencioso, sigue a Fabien, un joven piloto – la profesión que ejercía Saint-Exupéry– con la misión de volar de noche desde Patagonia a Buenos Aires para que el correo aéreo llegue a su destino. Se enfrenta a fuertes tormentas con la tecnología mínima. Pero el verdadero protagonista es Riviere, el director de la línea postal, un líder estricto y solitario que antepone la misión colectiva al beneficio individual. En él, el novelista despliega su mundo interior con las dudas que se plantea. «¿Soy justo o injusto? Lo ignoro. Si fuese muy justo, un vuelo nocturno sería cada vez una ocasión de muerte». Con un lento ritmo inicial –demasiados detalles técnicos– la novela va creciendo intensamente con un lenguaje lírico, casi metafísico. El cielo estrellado, la noche, la atmósfera, los relámpagos se convierten en símbolos de la grandeza y el misterio de la existencia. En suma, una obra esencial para quienes buscan literatura con profundidad filosófica, que nos ayuda a reflexionar sobre el deber, la dignidad y el valor de sacrificarse sin esperar nada a cambio.

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  1. 'Mamita' Gustavo Rodríguez

    Escritura y condición filial

'Mamita' Gustavo Rodríguez. Ed:Alfaguara. 256 páginas, 19,79 euros (ebook, 9,49)

Iñaki Ezkerra

La identificación del oficio de escribir con un aspecto de la vida o la personalidad del escritor no solo es frecuente sino inevitable en muchos casos. Para el poeta portugués Pessoa, la escritura y la disolución del yo eran la misma cosa y, en su libro más reciente, la argentina Camila Sosa Villada explica la escritura como una literal forma de travestismo. En 'Mamita', su nueva novela, el escritor peruano Gustavo Rodríguez lo hace con la condición filial. El texto, que es autobiográfico, gira en torno al cumpleaños de su madre nonagenaria, y a la muerte que no tardará en llegarle tras esa celebración.

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Aunque en el libro flotan continuamente las referencias familiares o las alusiones del autor a sus hijas, a su novia o a una genealogía materna ligada a la explotación maderera en la Amazonia peruana, el registro es coloquial y se encuentra absolutamente alejado de una novela épica de sagas.

Lo que narra son las idas y venidas del autor por la ciudad de Lima y sus conversaciones con el servicio; con un tal Hitler que le hace de chófer, y al que le permite tomarse ciertas confianzas, o con Yashin, un portero del edificio donde vive y al que ha enchufado en un estudio importante de abogados. La literatura se va colando por todas las ranuras de la narración, unas veces en invocaciones culturalistas y otras en el terreno de la anécdota. A Yashin el escritor le deja abrir los paquetes de libros que recibe y leerlos antes de pasárselos, razón por la cual le ha puesto el sobrenombre de 'su catador de veneno'.

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  1. 'Ni la mitad te creas' Urtzi Reguero Ugarte

    El euskera, desmitificado

'Ni la mitad te creas' Urtzi Reguero Uriarte. Ed: Athenaica, 188 páginas, 17 euros

El euskera es la lengua más antigua de Europa, el euskera es una rareza, el euskera es una lengua bárbara, el euskera es una lengua pura, el euskera es difícil… Lingüista y filólogo, Urtzi Reguero desmonta en 'Ni la mitad te creas' estas y otras falsedades sobre la lengua vasca. La despoja con datos, elegancia y buen humor de los estereotipos favorables y desfavorables que han hecho que para mucha gente el euskera sea todavía hoy una lengua especial, para bien y para mal. Parte de que el vasco es un idioma más de los más de 7.000 que hablamos los humanos y de que no hay ninguno mejor que otro. Cada lengua, pequeña o grande, es especial para sus hablantes porque les sirve para comunicarse. El euskera carga desgraciadamente con el lastre de haber sido blandido como símbolo en la lucha política y haberse contagiado del bulo según el cual sus hablantes son los más viejos pobladores de Europa, a veces alimentado desde el poder. Profesor e investigador de la Universidad del País Vasco, al denunciar desde el conocimiento los mitos que rodean a la lengua vasca, el autor es un pionero. Porque en España los científicos sociales no suelen plantar cara públicamente a las mentiras que atañen a sus disciplinas. Y sería deseable, por ejemplo, que desde la Academia se combatieran abiertamente las invenciones que todos los nacionalismos y regionalismos ibéricos (español, vasco, catalán…) venden como hechos históricos.

  1. 'Demasiados coches fúnebres' Edmund Crispin

    Un detective inglés

Pablo Martínez Zarracina

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En el mundo de los detectives literarios, el profesor de Oxford Gervase Fen encarna en muchos sentidos el arquetipo británico. Excéntrico y agudísimo, su flema solo es comparable a su capacidad para citar en momentos insospechados a Shakespeare o a Dickens. Mientras tanto, sus casos ambientados en la Inglaterra de los años cuarenta son complejos y sorprendentes de un modo muy particular que llega a incluir el sinsentido entre las reglas del juego. Para su resolución, esos misterios requieren más sutileza que acción. Frecuentemente enfrentado a un catálogo pintoresco de sospechosos y a situaciones que reproducen el modelo de la habitación cerrada, Fen recordaría a un personaje de Agatha Christie si no fuera porque en sus historias es constante la presencia de un humor invariablemente irónico, con frecuencia corrosivo y en ocasiones abiertamente disparatado.

'Demasiados coches fúnebres' Edmund Crispin. Trad: Alicia Frieyro. Ed: Impedimenta, 247 páginas 22,50 euros

'Demasiados coches fúnebres' es la séptima novela protagonizada por Fen y se centra en el mundo del cine, una industria que Edmund Crispin –seudónimo de Robert Bruce Montgomery– conoció bien, ya que trabajó como compositor de bandas sonoras para comedias de cine y televisión. Todo comienza con una aspirante a actriz lanzándose al Támesis desde el puente de Waterloo y con el inspector Humbleby de Scotland Yard llegando a unos estudios de las afueras de Londres donde descubre que preparan una película sobre la vida de Pope cuyo asesor literario no es otro que su amigo Gervase Fen. Al instante, ambos están investigando la muerte de la actriz, que origina una enrevesada venganza que incluirá envenenamientos y una escena de alta tensión en el interior del laberinto del jardín de una casa de campo.

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Por suerte, Fen es un hombre «leído en todo lo referente a los vericuetos intrigantes de la actividad humana» y también sabe de laberintos. Una cierta dispersión (el autor llega a ceder el protagonismo a un personaje secundario y no consigue identificar suficientemente a personajes de los que el lector está obligado a sospechar) impide que 'Demasiados coches fúnebres' reúna la consistencia de otras novelas de la serie. A cambio, ofrece el disfrute de regresar al mundo encantadoramente afilado de un escritor –Crispin fue muy amigo de Philip Larkin– capaz de hacer que un martes amanezca remolón, desconfiado y taciturno «como un sindicalista pensando en ir a la huelga».

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