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La fotografía de Gabrielle Chanel en la playa de Biarritz hacia 1920 abre el itinerario de la muestra. Colección Bernstein- Grüber

Las bases de un estilo atemporal

Libertad de movimientos. ·

El diálogo entre moda y arte en los años 20 enriqueció los diseños de alta costura y disciplinas como el ballet

Abraham de Amézaga

Viernes, 1 de agosto 2025

La Grande Mademoiselle, como también se la conocía, fue una mujer que vistió a sus semejantes con prendas que iban más allá de la moda, ... poniendo las bases de un estilo. El suyo. Atemporal y libre. Perfectamente reconocible entre mil, y que perdura desde hace más de un siglo. Es justamente ahora cuando un buen número de mujeres escriben sobre ella en un voluminoso libro-catálogo para rendir tributo a su obra y su persona. Su portada recoge el retrato de una costurera pensativa, enfundada en un jersey de lana escocesa y con un gesto rebosante de seguridad en sí misma como único adorno, realizado por la austriaca Madame d'Ora en 1923; una imagen que acompaña la muestra que le dedica estos meses el Nouveau Musée National de Mónaco (NMNM).

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Su comisaria, Célia Bernasconi, explica que esta exposición sobre Gabrielle Chanel (1883-1971), temática, que no cronológica, «pone en relación sus modelos de los años 20 con la creación artística de su época; un diálogo entre la moda y el arte». En ese diálogo, las mujeres juegan un destacado papel y se crea una complicidad con las artistas. «Desde hace tiempo, nuestro museo se ha interesado por figuras destacadas que recalaron en el Principado. Tras dedicar una muestra a Christian Bérard, así como a Jean Cocteau, ambos próximos a Gabrielle Chanel, creímos que era el momento de ocuparnos de esta figura», afirma Björn Dahlström, director del museo.

En 'Les années folles de Coco Chanel' (Los años locos de Coco Chanel), que puede verse en Mónaco hasta el 5 de octubre, no faltan las fotografías de la protagonista en los lugares que frecuentaba: en la playa de Biarritz, frente a su tienda de Deauville, en compañía de amantes y amigos…, también se exhiben varios retratos, siempre firmados por mujeres. Desde el que lehizo Colette, que la conocía muy bien, hasta el de Marie Laurencin. Cuentan las malas lenguas que a Chanel no le gustó nada este último y se lo devolvió a la artista.

Es en la primera parte de la muestra donde se aprecia cómo Montecarlo se construirá alrededor de su ópera y su casino, y las artes y los deportes serán también dos de sus grandes bazas. En 1921 se celebraron las primeras olimpiadas femeninas en Mónaco, años antes de los Juegos Olímpicos de París y Londres. En el plano cultural, destaca la evocación de los Ballets rusos, del empresario Sergei Diaghilev, que Coco Chanel había descubierto en París, en compañía de Arthur Capel; un terreno, el del ballet, que le seducirá por esa total libertad de movimientos. Años después trabó amistad con Diaghilev y se convirtió en creadora del vestuario de sus ballets y mecenas.

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«En las estaciones balnearias de Deauville y Montecarlo, logra imponerse en un círculo de moda compuesto por miembros de familias reales, aristócratas, grandes fortunas y artistas, para quienes los años 1920 resultaban verdaderamente locos», escribe en el catálogo de la muestra la conservadora y autora Amy de La Haye.

No falta tampoco un espacio de color azul dedicado a 'Le Train Bleu', ballet con libreto de Cocteau inspirado en el lujoso tren que unía París y la Riviera francesa. La que sería la diseñadora más famosa del siglo XX también colaboró en esta obra, enfundando por vez primera a los bailarines trajes de baño, así como prendas de tenis y golf. De hecho, algunos de esos modelos se pueden ver ahora.

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En esta exposición la presencia masculina se percibe, deliberadamente, en un segundo plano. Desde Jacques-Henri Lartigue, fotógrafo de referencia en los años 20, hasta los caballeros que estuvieron unidos sentimentalmente a la creadora, como el jugador de polo Étienne Balsan; el apuesto Arthur Boy Capel, procedente de una familia de industriales, y quien más contó en su vida al ser su gran amor; y el duque de Westminster, entre otros. Su pasión por Gran Bretaña empezó con Capel y se prolongó con este último, de quien en cierta ocasión dijo que era «la elegancia misma»; alguien que nunca tenía ninguna prenda o accesorio nuevos, y que llevaba «las mismas chaquetas desde hace veinticinco años». Esto último lo decía no de manera peyorativa, sino todo lo contrario.

Lydia Sokolova, Anton Dolin, Leon Woizikovsky y Bronislava Nijinska, protagonistas del ballet 'Le Train Bleu' (1924). Antoine Dumont
Túnica de alta costura de inspiración folclórica (1922). Abajo, prototipo de zapatos en madera (2024). Galería Loevenbruck, París.
Abrigo de lana bordada a máquina Cornely con cuello de piel (1922-23). Antoine Dumont
diseños creados por Chanel para el espectáculo 'Le train bleue'. Museo Victoria y Alberto
'Las bañistas' (1918) de Pablo Picasso. Museo Nacional Picasso-París

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Diseñar sobre el cuerpo

La de Mónaco es una muestra con más de doscientos objetos en la que, como cabe imaginar, no falta la indumentaria. Se exhiben una treintena de modelos, la mayoría presentados por vez primera hace cien años. Creaciones espectaculares de los Ballets rusos, así como otras propuestas, caso de la capa de alta costura de 1922, en otomán de seda, como ejemplos. Obras de una creadora de moda que no diseñaba sobre papel, sino que partía del propio cuerpo, siendo ella su propio modelo. Abundantes son las fotografías en su vida donde la vemos con unas tijeras alrededor de su cuello.

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Es en los años veinte cuando impone su vestido negro, la pieza esencial que toda mujer ha de tener en su fondo de armario si desea estar bien vestida. Serán precisamente sus propuestas de noche, donde no solo está el modelo negro, sino también elaboradísimas creaciones con flecos y lentejuelas, así como bordados, las que dejarán patente que no hay límites en esa década para la creatividad.

El segundo piso de una muestra que ocupa tres plantas, y que se ha denominado como un trío de capítulos o ejes que se despliegan en la totalidad de la Villa Paloma, uno de los dos lugares de exposiciones del NMNM, está dedicado a los Ballets rusos y a la influencia eslava. En una de las salas, se pueden contemplar obras de Sonia Delaunay. Más que cuadros, que también los hay, lo que sorprende al visitante que solo conoce su faceta de pintora es descubrir la de diseñadora de vestidos y accesorios. Fue precisamente esto último, junto al universo de la decoración, lo que le proporcionó sustento económico para poder realizar sus exposiciones de pintura. «No hay documentos que prueben que Chanel y Delaunay se conocieran personalmente y menos que trabajaron juntas», precisa la comisaria.

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Sabido es que la década de los veinte de la pasada centuria es la del lanzamiento del primer perfume de la maison de la creadora. Se trata del Nº 5, la primera vez en la historia en la que una fragancia llevaba como nombre una cifra. En esa tercera planta de la Villa Paloma se muestran algunos de esos primeros frascos, de lo más minimalistas y cuyo tapón reproducirá la octogonal plaza Vendôme de París. La fórmula será obra del nez o perfumista Ernest Beaux y se creará en Grasse, igualmente en el sur de Francia, en la región de la Costa Azul.

Junto a los primeros frascos del Nº 5, está el tocador de la propia mademoiselle, que proviene de su residencia La Pausa. Al parecer, cuando ella adquiere los terrenos, decide mantener el nombre que el anterior propietario le había dado al lugar. La vivienda, cuyo diseño confiará al joven arquitecto Robert Streitz, no se halla en el Principado, sino en la localidad limítrofe gala de Roquebrune-Cap-Martin. Desde 1929, pasa largas temporadas allí, donde tecibe a sus amigos; una casa que hasta saldrá en la edición norteamericana de 'Vogue', por su diseño y por ser residencia de la célebre costurera. En toda la tercera planta se aprecia ese estilo Riviera.

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De entre sus amistades, fue Pablo Picasso quien definió a Gabrielle Chanel como la mujer con más sentido común de su época. Cuando fallece Capel, Misia, esposa de José María Sert, le introduce al círculo de Diaghilev, gracias a quien conoce al malagueño y a su esposa Olga, que figura en varias de las fotos de la muestra vestida por la costurera. Además de fotografías, del artista español se expone el cuadro 'Les baigneuses' (Las bañistas), de 1918, junto a documentos que llegan del Museo Picasso.

La primera imagen que percibe el visitante es un retrato de Coco en la playa de Biarritz, de la colección Bernstein-Grüber. En cuanto al primero de los objetos, se trata, como era de esperar, de un sombrero, realizado con hilos de seda en 1917. No podía faltar porque los inicios de la creadora en la moda se dieron precisamente con este accesorio, e inauguró una boutique en Deauville que no sería la única. «Mientras preparábamos la exposición, descubrimos documentos que señalaban 1914 como el año en el que abrió su boutique de Montecarlo; en el interior del elegante Hotel Hermitage», indica Bernasconi. Esto demostraría que la de Biarritz no fue su segunda tienda, como se creía hasta ahora.

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Además, tal y como señala en el preámbulo del libro-catálogo Carolina de Mónaco, los trabajos de preparación de la muestra «han permitido descubrir que mi abuela paterna, la princesa Charlotte, fue vestida de Chanel en su boda civil en marzo de 1920». Todo un signo de la gran modernidad.

Como tienen por costumbre en el Museo Nacional de Mónaco, han invitado a un artista para poner en perspectiva el patrimonio más antiguo. En esta ocasión, la elegida ha sido la gala Chloé Royer (1989), cuyo trabajo se puede ver a lo largo del recorrido, en cada una de las plantas del edificio. Entre sus obras, algunas están inspiradas en el mundo de la danza, que tanto interesó a Gabrielle Chanel.

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