Kavakos y las obras que pocas veces se interpretan

A punto de cumplir los cincuenta años, Leonidas Kavakos publica un álbum que rompe con lo hecho hasta ahora. Sus tres álbumes anteriores en el sello Decca contenían obras de enorme peso dentro del repertorio:las sonatas para violín y piano de Beethoven y Brahms, y el concierto para violín de este último, acompañado de algunas danzas húngaras y dos rapsodias de Bela Bartók. Este Virtuoso, en cambio, incluye quince piezas de una docena de compositores. Así dicho, parecería un disco de bises, una de esas colecciones de obras breves muy conocidas que son siempre un buen final para un concierto o un recital pero que rara vez integran una colección que pueda satisfacer a un verdadero aficionado.

No es el caso. Con alguna excepción, las piezas del último álbum de este músico griego bien conocido en el País Vasco ha tocado con orquesta y hace solo dos meses que estuvo en la Filarmónica de Bilbao con Enrico Pace, el pianista que lo acompaña en el CD son casi rarezas. Tanto es así que fueron seleccionadas por él mismo de entre un puñado de partituras que ha ido juntando con el afán de un coleccionista.

La selección cubre un abanico amplio en cuanto a tiempo y estilos: de Paganini, a comienzos del siglo XIX, a Stravinski y Britten, pasada la mitad del XX, están representados el romanticismo, el nacionalismo (con gran presencia del español) y el neoclasicismo. En todas las piezas Kavakos muestra su técnica impecable y una enorme ductilidad para hacer frente a lenguajes tan distintos. El aficionado lo descubre al escuchar títulos como Caprice Basque de Sarasate, Recuerdos de la Alhambra de Tárrega (en una curiosísima versión), o la sorprendente serie de variaciones sobre God save the King escritas por Paganini para violín solo, que se convierte en un tour de force de los que tanto gustaban al italiano y que aquí Kavakos resuelve sin dificultad aparente.