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Ramón Barea e Itziar Lazkano reciben aplausos en Pabellón 6. i. bau

Teatros y cines, más saludables que nunca

Reivindicación. Artistas vascos, gerentes de teatros y exhibidores de cine defienden la actividad cultural con garantías tras el amago de cierre en Cataluña

Domingo, 26 de julio 2020, 01:48

¿Por qué a nosotros? ¿Hemos hecho algo mal? Es lo primero que se preguntaron los artistas, además de los gerentes de teatros y salas ... de cine, al verse señalados por el dedo acusador. Ninguno de los más de 280 brotes del Covid-19 activos en España está vinculado a un espacio cultural. Y pese a todo, la semana pasada lo primero que hizo la Generalitat para controlar la expansión del coronavirus en Cataluña fue amagar con el cese de la actividad de las artes escénicas y de la música en Barcelona. También pretendía vetar la proyección de películas.

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Bajo el lema de #CulturaSegura, profesionales de toda España como Ramón Barea, un todoterreno de la escena, no tardaron en sacudir las redes sociales con su indignación. El actor, realizador de cine, director de teatro y dramaturgo bilbaíno, que no ha parado de trabajar desde mayo en la sala de Pabellón 6, en Zorrozaurre, así como en el Teatro Arriaga, no termina de asimilar la actitud del Govern catalán. «Nuestro público es el más tranquilo y callado que existe. Personas que se sientan, miran y escuchan. Se cumple con todas las medidas de higiene y están poco más de una hora bajo el mismo techo. ¿De verdad son más peligrosos que otros?», se pregunta el intérprete, Premio Nacional de Teatro por una trayectoria titánica que toca todos los palos.

El Gran Cinema Zugaza de Durango. i. pérez

Barea tiene 71 años y no le importa correr «un riesgo controlado» -sin mascarilla ni distancias de seguridad en el escenario, como todos los actores que actúan en España- porque «ahora más que nunca» se necesita la magia del espectáculo en vivo. Un rito de complicidades, un intercambio de energías entre los intérpretes y los espectadores que amplía horizontes. «Los teatros son lugares de encuentro muy importantes para alguna gente. No son la mayoría de la población, pero merecen respeto».

Ante la ola de protestas, que alcanzó cotas de tsunami, las autoridades catalanas dieron marcha atrás: solo se mantienen cerradas las salas de cine en Barcelona. En breve se abrirán, pero la burocracia retrasa los trámites y el estupor se mantiene. El Govern ha trasladado un mensaje nefasto a la sociedad: no merece la pena invertir en cultura porque es lo primero que se elimina cuando vienen mal dadas. El ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, tras asistir a la inauguración del Festival de Mérida, ha intentado conciliar los ánimos al recalcar que «la cultura está dando ejemplo de hacer las cosas bien».

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«Nuestro público es el más tranquilo y callado. Gente que se sienta, mira y escucha. ¿Son un peligro?»

ramón barea

La renovación del aire

«¡Qué despropósito en Cataluña! ¡Pero si los recintos más seguros son los cines! En Getxo Zinemak se toma la temperatura del público y en el Zugaza de Durango se han colocado puertas automáticas. El aire se renueva hasta ocho veces durante la proyección de la película. En España nadie ha reparado en gastos para evitar los contagios», advierte Alfonso Benegas, presidente de la Asociación de Salas de Cine de Euskadi (EZAE). Su máxima preocupación no es la seguridad, sino la falta de público.

Pese a todo, Carlos San Julián, responsable de programación de la cadena Golem, tiene confianza en el futuro: «Todo llegará. Los cinéfilos volverán en cuanto haya más estrenos». La fidelidad es el factor clave, tanto para la industria cinematográfica como para las artes escénicas. Con esa baza jugaban el Teatro Arriaga y el Euskalduna, respaldados por el Ayuntamiento de Bilbao y la Diputación Foral de Bizkaia respectivamente, cuando diseñaron en tiempo récord una programación -sobre todo con artistas locales- que compensaba el erial de los meses de confinamiento.

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Lucía Lacarra y Matthew Golding, en el Arriaga. m. esquibel

Con un aforo limitado por las restricciones que impone la pandemia, sabían que los habituales más fervientes bastarían para llenar una parte importante del patio de butacas. El Euskalduna se puso el tope de 1.000 o en torno a 130 localidades, según se trate del auditorio o la sala más pequeña; el Arriaga se quedó en 305. «Estamos satisfechos, merecía la pena ofrecer una temporada de verano. Eso sí, lo más importante es que los aficionados se sienten protegidos. Ese es el mayor de los éxitos», reconoce Ignacio Malaina, director gerente del Arriaga, el primer coliseo en fichar a Lucía Lacarra en la 'nueva normalidad'.

La bailarina de Zumaia se presentó con el montaje 'Reencuentro', junto a Matthew Golding, y las entradas volaron. Era lo que se esperaba. Igual que los vítores. «Hay que luchar juntos. Que la pandemia no nos paralice», se conjura la artista, rebosante de felicidad por sus compromisos ya firmados en Alemania y España para después del verano. El riesgo cero no existe en ningún sitio, «pero hay que hacer girar la maquinaria de nuevo».

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Una vez garantizada la confianza del público, lo demás se encarrila con relativa facilidad. Eso también lo pueden confirmar en el Euskalduna, que no dudó en organizar 57 actuaciones para este mes. «Ahora estamos trabajando en los protocolos de otoño, para la guardarropía y los paragüeros. Hay que evitar el contacto y utilizar materiales idóneos», detalla Andoni Aldekoa, director del recinto de Abandoibarra.

Imposible prever la evolución de la pandemia, por eso no hay que relajarse. Algo que no piensa hacer el actor portugalujo Gorka Mínguez, que hace teatro de calle y pisa la escena sin respiro. «Toca trabajar. ¿Que por qué estamos en el punto de mira? No sé. Pero de ningún modo somos el espacio de más riesgo. Hay sitios donde la gente se quita la mascarilla, come, bebe, habla...», deja caer el artista de Erre Produkzioak. La soprano bilbaína Olatz Saitua, que actuó el pasado fin de semana en el Euskalduna, también es consciente del agravio comparativo. Pero como sus colegas no se amarga la vida y apuesta por seguir adelante «con cautela», sin olvidar que «la cultura forma parte de la cura, no de la enfermedad».

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