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e. c.

¡El surrealismo soy yo!

Sin rodeos ·

El manifiesto de André Breton, de la insumisión contra el funcionalismo, cumple cien años en 2023

Domingo, 9 de octubre 2022, 00:11

El surrealismo está en todas partes, como también el deseo de huir algunas veces de la cárcel racionalista. Pues sí, la cita apócrifa de André ... Breton o de alguno de sus secuaces sigue vigente, por mucho que el surrealismo haya menguado en su agresividad doctrinal desde la muerte de su sumo sacerdote o incluso con la disolución oficial que Jean Schuster publicó en 1969. Dentro de poco, el año que viene, se cumplirán cien años del manifiesto surrealista o, lo que es lo mismo, de aquella insumisión contra el funcionalismo que se amparó en el deseo, en el mundo onírico o en el absurdo, y cuyos campos de Marte estaban en el arte, la literatura, el teatro y la música, aunque luego su influencia se extendiera, tras una ida y vuelta entre el anarquismo y el comunismo, a toda la política y a la vida moderna y contemporánea.

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La cuestión es ahora, casi cien años después, la de saber si el surrealismo es una vieja idea que solo se sostiene almidonada en los libros de historia o más bien un sueño vigente que se reinterpreta permanentemente con mucha o poca fortuna o con más o menos poesía. Pues, miren, de un lado hay un surrealismo que existe desde siempre, al menos desde El Bosco y sus miedos y deseos o desde Calderón y su reflexión sobre la realidad y la apariencia en 'La vida es sueño'. Igualmente hay otro surrealismo que todavía impregna en esta posmodernidad buena parte de la cultura y las artes, ahora reinterpretado bajo la óptica de la contemporaneidad.

Pero finalmente hay un surrealismo más artificioso, menos poético y más banal, el de la política cotidiana, donde el absurdo no nace de un mundo onírico, excéntrico y misterioso, sino más bien de la desvergüenza y la inconsistencia. Mentir sin disimulo, dogmatizar con ignorancia o sostener con desparpajo y mojigatería lo que se negaba ayer no son actos propios del anarquismo surreal, sino añagazas artificiosas más propias de la picaresca o de la ignorancia de Rinconete y Cortadillo, que del gesto anarquista de Bretón o de ese «¡El surrealismo soy yo!», con el que Dalí proclamaba su poética altanería.

Subvenciones

Demasiada discrecionalidad

Ya sabemos que el otorgamiento de las subvenciones públicas a la cultura es siempre discrecional y naturalmente clientelar, que para eso está el poder y su pasajera detentación. Esta misma semana se ha cuestionado la resolución de las ayudas del Ministerio de Cultura a la música, la lírica y la danza, al detectarse que en su comisión evaluadora había vocales con la doble condición de decisores y beneficiarios. Por supuesto que es difícil asesorarse de expertos limpios de polvo y paja o rodearse de una comisión que no tenga recónditos intereses. Pero es palmario que, si al clientelismo se le suma la parcialidad interesada, entonces lo que queda es el chanchullo. El mismo que resulta de los fondos europeos previstos para la cultura cuando se prioriza al sector público en su concesión y a esos intereses electorales que no siempre coinciden con los culturales. En fin…

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Emergencia climática

También en la cultura

La emergencia climática y la crisis energética afectan y mucho al mundo de la cultura. Les pongo un par de ejemplos: el plan de ahorro energético aprobado por el gobierno de Sánchez ha generado numerosas dudas en los museos por lo que se refiere a los límites obligatorios de temperatura. Afortunadamente, el Ministerio de Teresa Ribera ha aclarado que los museos y las salas de exposiciones no tendrán que variar sus condiciones de climatización en las zonas de exposición y conservación, pero sí en las zonas comunes. El problema es que no es tan fácil uniformizar o dividir la climatización por espacios, sobre todo en edificios antiguos. Eso hace que en muchos museos el plan del Gobierno sea solo, sí, papel mojado. Otro curioso ejemplo de impacto de los nuevos requerimientos de sostenibilidad es el problema que se les suscita a los luthiers por la inminente prohibición del uso de la madera de pernambuco en los arcos del violín, la viola y el contrabajo. Habrá que cambiar tan venerable madera por la fibra de carbono, con perdón, hasta que también prohíban esta última.

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