Buena noticia que la gala anual de los premios Max vaya a celebrarse por tercera vez en Bilbao, una ciudad con tanta historia y tradición ... teatral como igualmente necesitada de un reconocimiento especial para su universo vinculado a las artes escénicas. Piénsese en el tratamiento singular y restrictivo recibido por los espacios escénicos de la ciudad durante esta pandemia, con reglas de aforo significativamente más estrictas que las aplicadas en otras capitales teatrales como Madrid y Barcelona, algo que ha reducido la oferta y ha hecho insostenibles algunas producciones.
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Cierto es que peor hubiera sido el cierre total y prolongado de los teatros y las salas, como ha ocurrido en otras muchas ciudades europeas. Pero, como la excepción cultural española no ha implicado en paralelo una mínima rentabilidad para el mundo teatral frente a la crisis, cualquier celebración al respecto debe de interpretarse esencialmente como un homenaje o un respaldo a las gentes del teatro o de las artes escénicas en su conjunto. Los Max premian y reconocen la labor de los profesionales y la calidad de las producciones, erigiéndose desde hace años en la gran fiesta anual de las artes escénicas, muchas veces con una repercusión social ciertamente reducida.
Evidentemente este año debería ser diferente, al menos en lo que se refiere a su resonancia social en Bilbao y en el País Vasco, dada la necesidad de una respuesta ciudadana en favor del teatro. Que la gala se celebre en el Teatro Arriaga y que sea dirigida por Calixto Bieito supone un aliciente extraordinario para que nuestro público entienda y vincule el arte como la función social de la cultura y al teatro y su propuesta escénica con la reflexión sobre la más fiel imitación de la vida.
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