Paloma San Basilio: «Me horroriza el empoderamiento femenino»
La cantante madrileña llega este sábado al Euskalduna con su gira de despedida tras 50 años en la música. «Hay que saber irse y atreverse a hacer cosas nuevas», dice
Josu Olarte
Sábado, 27 de septiembre 2025, 00:57
Paloma San Basilio (Madrid, 1950) pasa por ser la diva más veterana de la música junto a su coetánea Ana Belén (76), que en mayo ... demostró su vigencia en el mismo auditorio Euskalduna que este sábado (20.30 h, entradas de 37 a 95 €) acoge una de las últimas fechas de «Gracias», una gira de despedida que llegó a anunciar en 2013. «Es verdad, pero ahora es el momento. Además, yo siempre tuve claro que, siendo tan perfeccionista, no iba a ser el tipo de cantante que se perpetuaría en los escenarios. De hecho, desde niña lo que me gusta de verdad es interpretar e interactuar con otros en escena, algo que la música no te permite tanto», comenta desde Cádiz, donde, fuera de los escenarios, confiesa llevar una vida «tranquila pero aún de búsqueda y aprendizaje».
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Una existencia que, fuera de los focos, discurre también entre Los Ángeles y Baztán, escenario de su última novela 'Uxoa, el secreto del valle', con la que este año ha dado continuidad a una faceta que comparte con la pintura y que arrancó con su biografía 'La niña que bailaba bajo la lluvia' (14) y continuó con 'El océano de la memoria' (16).
Aún activa al borde de los 75 (los cumplirá el 22 de noviembre), Paloma San Basilio celebra una andadura de cinco décadas en la música, concretada en más de 16 millones de copias vendidas de cerca de 30 discos, siendo además icónica intérprete de teatro musical en obras como 'Evita', 'El Hombre de la Mancha' (con «mi adorado Pepe Sacristán», apunta) o 'Víctor o Victoria'. «Pero para muchos todo se reduce a 'Juntos' o, a lo mejor, 'La fiesta terminó'», apunta, añadiendo el tema con el que en 1985 representó a España en Eurovisión: «No me quejo. Cualquier artista quiere tener alguna canción ajena al paso del tiempo».
Su último recital en Bilbao no tendrá tono de despedida «porque no me retiro del todo. Abandono los discos y las giras, pero seguiré cantando en el teatro», matiza en alusión implícita a su inminente proyecto 'Dulcinea'. «Será una fiesta de gratitud para todo el mundo, combinando temas de mi repertorio y de grandes autores«.
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-Llega a Bilbao con una gira de despedida que se está alargando más de lo previsto.
-Sí, pensábamos acabar en agosto, coincidiendo con los primeros ensayos de 'Dulcinea', un proyecto teatral precioso en el que he puesto muchas ganas e ilusión. Me he liado un poco la manta a la cabeza, pero después de más de 50 conciertos, ya estoy en la recta final. Simultanear dos cosas tan potentes no me parece viable. Nos quedan cinco fechas antes de acabar en San Sebastián (19 de octubre) y Barcelona (22). Todo tiene su ciclo y hay que saber irse cuando aún puedes dar la talla.
-¿Siente que su voz va acusando el paso del tiempo?
-Es inevitable. Mi voz ya no es la misma que cuando tenía 30, 40 o 50 años, pero, gracias a que la trabajo a diario, mantiene su calidad y aparecen nuevos registros que, si mantienes la motivación, hacen que disfrutes a otros niveles. Aún puedo cantar, de hecho lo voy a hacer en 'Dulcinea' con mi pianista Julio Awad, pero a lo mejor ya no me permite improvisar como antes o hacer todo lo que me gustaría.
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-¿Ve más complicado perpetuarse en la música siendo mujer?
-No lo creo. Yo estoy muy contenta con mi edad, pero la música y todo lo que conlleva pasa ahora a un segundo plano. Aunque nadie me obliga a hacerlo, en la vida hay que transitar. Una artista no puede quedarse en un sitio. No son rupturas dramáticas, al contrario, siento que todo fluye. Yo en estos 50 años he hecho cosas muy distintas. Sin embargo, soy consciente de que el edadismo funciona en nuestra sociedad de una manera tremenda. Hay un rechazo evidente a la gente de mi edad por esa obsesión por una estética juvenil contraria al paso del tiempo. Por eso creo que hay que seguir reivindicándose, atreviéndose a hacer cosas sin miedo a los prejuicios. La vida es un proceso de aprendizaje, evolución y búsqueda. Somos seres polifacéticos, con capacidades para desarrollar muchas. Me gusta ese concepto renacentista. Hay que intentarlo, al menos.
- Y en esas sigue. Ha simultaneado la gira con la promoción de su última novela, radicada en el Baztán del siglo XVI: 'Uxoa, el secreto del valle'. ¿Cómo se ve como autora?
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- Escribir es un ejercicio lúdico en el que, como en todo, sigo aprendiendo. Cuando la gente comparte tu historia es muy satisfactorio. Yo siempre he sido una lectora empedernida, los libros han sido siempre compañeros de viaje. Ya de niña escribía poemas con un dedo en la máquina de mi padre. Pero no soy escritora de profesión, tengo que tener una historia. La de esta novela surgió de mi conexión con Baztán y la pérdida en la pandemia de mi hermana mayor, a la que siempre estuve muy unida.
-Al caserío familiar que tiene en Baztán le ha puesto en la historia el nombre de Uxoa. Bautizarlo 'Paloma' en euskera no habrá sido casual.
- No, pero mi caserío real no se llama así. El nombre lo tomé de un bar restaurante de Baztán que se llama Uxoa y que tiene una paloma en la entrada. Lo empezamos a restaurar hace muchos años. En la novela y en la vida identifico mucho la reconstrucción del caserío heredado con la recuperación emocional de la protagonista, Agara, tras la pérdida de su hermana. Sigo muy implicada con Baztán y la investigación de sus formas ancestrales de vida me ha permitido revelar a la gente del valle costumbres que desconocían.
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-Pudo compaginar la canción con su inclinación al teatro en el musical 'Evita'. Su éxito suscitó su catalogación como diva. ¿Le incomoda la etiqueta?
-Yo le debo mucho al teatro musical y, en particular, al éxito brutal de Evita. Me permitió salir de la vorágine de la disco y gira, y encontrar mi sitio haciendo lo que de verdad me gusta, que es interpretar. Lo que pasa es que no me gustan las etiquetas. El problema con el divismo es que tiene también acepciones peyorativas. Si se asocia a la exigencia, la calidad, el respeto por el trabajo, la generosidad, la tolerancia o el control de tu carrera, está bien. Pero si te lo adjudican otros por alejarte de la normalidad vulnerable o por querer estar por encima de los demás, no me gusta.
-Ahí empezó a conectar con el público gay, algo que se acentuó con el éxito 'Juntos'. ¿Le sorprendió en su día?
-Lo entiendo porque soy una mujer muy femenina y, pese a no ser feminista, sí que soy muy reivindicativa. Mi estética de la época, con aquellos 'bodies' y vestiditos, estaba muy en su registro. Fue uno de los temas más comerciales que había grabado antes para un productor que quería que vendiera más. Así que aprovecharon para sacarlo. En su momento no me gustaba, pero ahora agradezco su éxito enormemente. Entiendo que les gustara porque fue una canción que llamaba a transgredir las doctrinas y las normas, a cruzar en rojo los semáforos, a fumarse un cigarrillo con alguien, a tener una relación con un amigo, a vivir un poco a lo loco, sin tomarse nada muy en serio. Es muy optimista y vital, tanto que por eso quise regrabarla con otra letra en la pandemia.
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-No considerarse feminista es hoy tan políticamente incorrecto como rechazar el concepto de mujer empoderada, algo que también ha hecho y con impacto viral.
-Es que no me gusta esa especie de revanchismo y de rabia que en parte lleva asociado el término, que se ha distorsionado. Para mí, el feminismo es Clara Campoamor. Gente que luchó por lograr un espacio, por el derecho a tomar decisiones, por la dignidad de la mujer, por la justicia y la igualdad de géneros y clases. Sin entrar en la diversidad de géneros, hay necesidad de trabajar juntos. El concepto de mujer empoderada me horroriza. No me gusta esa connotación de dominio. La cuestión no es arrebatar el poder a los hombres, sino que se nos valore por igual. Para mí, el feminismo es una forma de ser, una actitud ante la vida que se demuestra luchando por lo que crees, anulando tu matrimonio antes de que hubiera divorcio o trabajando por sacar sola a tu hija adelante.
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-Algo que hizo poco más de veinte años. En eso habla por experiencia propia.
-Por eso te digo. Por entonces buscaba mi independencia trabajando en Televisión Española y cantando canciones como 'Libre' o 'Dulcemente… beso a beso', cosas muy cotidianas en una época en que las mujeres en sus casas eran poco más que sirvientas. Pero la manera de conseguir las cosas no es enfrentarte al hombre satanizándolo. Yo ahora estoy muy bien sola, pero he tenido la suerte de tener a mi lado hombres espléndidos como mi padre o mis hermanos, que siempre tuvieron respeto y complicidad con las mujeres. La mujer tiene aún mucho por conquistar. No hay muchas al frente de grandes empresas.»
-Decía que no era cuestión de poder.
-Para nada. Solo constato una realidad. La erótica del poder nunca ha ido conmigo. A mí no me gustaría ser Elon Musk. Tengo otros intereses. Es que yo siempre he sido bastante rebelde. Tengo pensamiento propio. Nunca me ha gustado que me marquen lo que tengo que decir o dónde tengo que estar. He sabido decir no cuando ha sido necesario. Siempre he intentado ser coherente con lo que pienso. Adoro el pensamiento de Ayn Rand, su defensa del individualismo sin imponer valores e ideas a la colectividad.
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-Se ve que le sigue interesando la filosofía, que estudió antes de dedicarse a la canción.
-Sí, la alterno con otras lecturas. Me sigue interesando mucho ese tipo de reflexión. Me interesa tanto Kant como gente que te revela otro punto de la historia, como (Steven) Pinker, Sócrates o Platón. Hay que saber aprender, dialogar y cambiar de opinión si te convencen con buenos argumentos. Se complica todo por ignorancia.
-Representó a España en Eurovisión en el 85, cuando el festival no era lo que es hoy. ¿Qué le parece el veto a Israel que Pedro Sánchez ha propuesto?
-Sí, ahora se ha convertido en un espectáculo adulterado en el que la música ha pasado a un segundo plano. La política está ahora más presente, pero si se veta a Israel por cuestiones de derechos humanos, también habrá que vetar a Rusia y, en este tipo de eventos, a tantos otros países que no los respeten. Es muy peligroso identificar a un pueblo con su gobierno. Hay ahí una línea muy frágil. Hay mucho de doble moral y de propaganda. Me parece vergonzosa la utilización partidista del dolor ajeno, que también detecto. Hay que establecer líneas rojas, pero Eurovisión no me parece el espacio donde deben manifestarse. Me parece una frivolidad.
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-Por cierto, en su última gira tiene a su hija en el escenario como corista, ¿no?
-Sí. Ivana ha sido el motor que ha impulsado esta gira. Fue ella quien me animó a lanzarme. Tiene una gran formación clásica y en la Berklee School of Music de Boston. Se dedica a la producción en Estados Unidos y, además de supervisar los arreglos vocales, ha actualizado los temas del repertorio. Ha sido mi coach vocal y es un privilegio tenerla como corista, porque tiene una gran voz. Además, cantamos juntas uno de los temas que compuso para mi disco 'Más cerca' ('Te encontraré'). Después de tanto tiempo separadas, es muy especial hacer esta gira juntas.
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