PEDRO URRESTI

Inspirados por el genio de Da Vinci

Becas leonardo ·

Cinco investigadores y artistas vascos han sido seleccionados por la innovación de sus proyectos. La Fundación BBVA les otorgará hasta 40.000 euros

Domingo, 8 de noviembre 2020, 01:07

También en tiempos de pandemia hay buenas noticias. Motivos de celebración porque hay cinco investigadores y creadores vascos, de entre 30 y 45 años, ... que acaban de recibir un fuerte espaldarazo para sacar adelante sus proyectos más innovadores. Las becas Leonardo de la Fundación BBVA ponen a su disposición hasta 40.000 euros, una cantidad variable en función de sus necesidades, y les conceden entre 12 y 18 meses para alcanzar sus objetivos. Son científicos y artistas, mujeres y hombres, todos ellos ilusionados y preparados para dar lo mejor de sí mismos. En esta edición de las becas Leonardo se han presentado más de 1.600 candidatos, apenas 59 han sido seleccionados y ellos lo han conseguido. Todavía están asimilando la noticia.

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  1. Ixone Sádaba. Artista

    «La central de Lemóniz me servirá para reflexionar»

El confinamiento le cortó las alas al principio. Se sentía extraña y extrañada. Fuera de lugar. «Los que nos dedicamos a la creación solemos andar de aquí para allá. Llevé muy mal el encierro», recuerda Ixone Sádaba (Bilbao, 1977). Ya no podía viajar a países como Venezuela o Afganistán. Licenciada en Bellas Artes por la UPV/EHU, su especialidad es la fotografía y la mirada de amplio espectro. Calibra el foco que permite dar cabida a todos los conflictos y tensiones que percibe en el entorno. Da igual que sean políticos o paisajísticos. Todo lo observa y registra.

Eso explica que no tardara en darle vueltas y vueltas, encerrada entre cuatro paredes, a una idea, difusa al principio y muy potente después. «Necesitaba aprovechar el tiempo... Pensar en algo. Empecé a obsesionarme con las ruinas de la central de Lemóniz. Hacía poco que las había visto. Unas 1.000 toneladas de hierro y 200.000 metros cúbicos de hormigón. Todo ello devorado por la naturaleza, junto a los acantilados...», detalla la fotógrafa. La imagen no dejaba de rondarle, igual que toda la historia en torno a su construcción, el debate social y la violencia de ETA que obligó a su cierre. El confinamiento la animó a plantearse un proyecto fotográfico y un libro, que el jurado de las becas Leonardo no ha dudado en respaldar.

Bajo el título de 'Echar el olvido al futuro', reunirá imágenes y entrevistas que servirán «para formalizar la contradicción de las voluntades de construcción política de la Transición, cómo han mermado y cómo nos han acompañado hasta la actual crisis». De momento, no ha contactado con ningún especialista, pero en breve fichará a un historiador y un paisajista. «Me espera mucho trabajo por delante y eso me motiva».

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  1. Ignacio Arganda Carreras. Ingeniero informático

    «Quiero facilitar el trabajo de los médicos y biólogos»

Amante del balonmano y los idiomas (habla inglés, alemán y francés, además de castellano y euskera), se decantó en su día por la carrera de Ingeniería Informática «porque la Universidad Autónoma de Madrid estaba cerca de casa». Una gran ventaja porque él quería seguir practicando deporte. Así es Ignacio Arganda Carreras (Madrid, 1980), un hombre que no se anda con rodeos. Va directo a su objetivo. Y su gran pasión como profesional es la investigación. Hace unos meses consiguió un puesto permanente en Ikerbasque, dentro del Departamento de Ciencia de la Computación e Inteligencia Artificial de la UPV/EHU. El camino ha sido largo y duro.

Ha trabajado en Alemania, Estados Unidos, Chequia, Suiza y Francia, siempre en centros de prestigio internacional como el MIT de Massachusetts, pero «he tenido que esperar a los 40 años para lograr mi primer contrato indefinido». Una gran noticia a la que ahora se suma la beca Leonardo que le permitirá culminar un proyecto de inteligencia artificial muy ambicioso. Quiere volcarse en el desarrollo de un sistema que gestione de forma automática y precisa la información de imágenes biomédicas, como células, órganos o tejidos por ejemplo.

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El nuevo software evitará que un investigador se pase horas y horas delante de una pantalla, clasificando, rastreando o tomando notas sobre el contorno de los microorganismos. Un ahorro de tiempo y dinero que agradecerán los centros médicos y biológicos. «Las tareas típicas del ámbito biomédico se pueden agilizar muchísimo. Lo conseguiremos explotando lo que en inteligencia artificial se llama aprendizaje auto-supervisado», detalla Arganda Carreras. Además, el programa será de código abierto, es decir, accesible para todo el mundo.

  1. Javier Quislan.t Compositor

    «Mi obra es muy probable que se estrene en Viena con una orquesta de prestigio»

Empezó a estudiar Química en la UPV/EHU, pero su futuro no estaba en la tabla periódica. Tras un tiempo algo perdido, lo vio claro: quería ganarse la vida como músico. Más vale tarde que nunca. Había crecido en una casa donde todo el mundo sabía leer una partitura menos él. «Mis padres tocan el piano, mis hermanos estudiaron un instrumento y yo, bueno, era autodidacta. Sacaba las melodías de oído», recuerda entre risas Javier Quislant (Bilbao, 1984), con la sensación de estar hablando de una época y una galaxia muy lejanas. Ahora es un compositor titulado con honores que estrena sus obras lo mismo en Viena que en París, Frankfurt o Bilbao.

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Licenciado en Composición por la Escuela Superior de Cataluña (ESMUC), tiene dos másteres de la Universidad de Música y Artes Escénicas de Graz, en Austria, y se ha ganado el respeto de varias agrupaciones de prestigio. Las partituras que escribe no acumulan polvo en un cajón. Su proyecto 'Espacio en penumbra', merecedor de la beca Leonardo, es muy probable que se estrene en Viena el 2 de marzo de 2022 con la orquesta Klangforum Wien en el escenario. «Y me entrevistará la Radio Nacional de Austria», añade con orgullo.

Lo cierto es que el concierto despertará expectación. 'Espacio en penumbra' se dividirá en tres piezas y tendrá una duración de 51 minutos. «Se fundamenta en la noción de 'identidad velada', entendida como aquello que se intuye y percibe, pero que aún está por ser expresado». Se inspirará en obras de Italo Calvino y Buñuel, con la vista y el oído puestos en «las imágenes sonoras que pretendo recrear». Un desafío que le entusiasma tanto como escuchar a Schubert. Quislant es rompedor pero nunca se olvida de los clásicos.

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  1. Maider López. Artista

    «Implicaré a los 20 habitantes de un pueblito de Segovia»

Maider López (San Sebastián, 1975) no podía esperar al año que viene para solicitar una beca Leonardo. «Por razones de edad estaba al límite, así que no me lo pensé dos veces. ¡Era ahora o nunca!», confiesa la artista donostiarra. Eso sí, ahora que se la han concedido, tendrá que echar el freno. Le tocará esperar unos meses antes de abordar el proyecto. Es un trabajo que exige la complicidad del clima, las gentes y del ciclo natural de las estaciones. El título ya lo dice todo: 'Hierba en movimiento. Siega, desplazamiento y comunidad'.

La inspiración le llegó en la pequeña localidad segoviana de Martín Muñoz de Ayllón, al toparse con un tractor que parecía «una masa verde». Solo se distinguían las ruedas y poco más. Todo lo demás era vegetación, olor a clorofila y frescor. Allí estaba ella, con la mirada fija y una cámara. Sacó una ráfaga de fotos y ahora se plantea repetir la experiencia con la colaboración de veinte lugareños. No hay más en el pueblo.

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«Se convertirán en híbridos, criaturas vegetales que caminan. Solo se les verán las piernas... Al cargar con las pilas de hierba se producirá una transformación... Quiero grabar y fotografiar todo el proceso, también el recorrido del vehículo. Lo seguiré hasta que la hierba se disperse». ¿Hasta dónde la llevará el tractor? No tiene la menor idea. Es lo que tienen las intervenciones en los espacios públicos, «te encuentras a merced de los elementos». Ella quiere reflexionar sobre la naturaleza en perpetuo cambio y las relaciones humanas. ¿Alcanzará su objetivo? Esa incertidumbre le gusta. Le permite tomar el pulso de la vida, aquí y ahora. Lo hizo recientemente al simular la respiración del Bellas Artes de Bilbao por las noches, y también en una plaza de Emiratos Árabes donde pintó una campo de fútbol «y en tantos, tantos sitios». Su meta ahora es Martín Muñoz de Ayllón, un enclave natural que alegra la vista.

  1. Haritz Sardon. Químico

    «Una botella puede formar parte de una batería. ¡Eso es reciclaje inteligente!»

Le gustaban la asignatura y el profesor pero, aun así, terminó suspendiendo Química en el primer cuatrimestre de segundo de bachiller. Un traspiés que Haritz Sardon (San Sebastián, 1982) no olvida ni esconde. La vida da muchas vueltas. En su adolescencia no imaginaba ni remotamente que terminaría especializándose en plásticos. «Bueno, una cosa me llevó a la otra. Elegí la carrera de Químicas y en 5º me fui de Erasmus a Inglaterra. Allí me entró el gusanillo de la investigación y del trabajo en equipo. A mi regreso me decanté por los polímeros (plásticos) porque la Facultad de Sebastián es una autoridad en la materia».

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Ahora forma parte del Grupo de Polímeros Innovadores del Instituto de Materiales Poliméricos (POLYMAT) de la UPV/EHU. Es doctor, completó su formación en California y da clases en la Universidad del País Vasco. En 2016 fue seleccionado como Ikerbasque Research Fellow, un programa que respalda a las promesas más punteras de la ciencia y no ha defraudado a nadie. Todo lo contrario. Este año su investigación en el reciclaje de plásticos ha contribuido a la creación de la empresa Polykey, «una 'startup' que tendrá mucho recorrido».

Y como remate ha obtenido la beca Leonardo para profundizar en «el reciclado inteligente». El ideal de un mundo sostenible y ecológico. Se trata de evitar que el plástico se deseche y termine degradando el medio ambiente. «Nosotros apostamos por la reutilización. Todo ello mediante un proceso que no solo es económico, sino que permite crear un material nuevo. ¿Por ejemplo? Bueno, es muy interesante conseguir que lo que era una botella pueda pasar a formar parte de una batería». Una metamorfosis que se logra gracias a la química. No es magia sino ciencia. Ahí está el futuro.

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