La Lotería Nacional de hoy sábado: comprobar resultados del 6 de diciembre
AdobeStock
Marginalias

La firma del grafitero

Lunes, 10 de junio 2024, 00:58

La culpa la tiene esa poesía demagógica y facilona que tendemos a ponerle, demasiado gratuitamente, a todo lo que nos suena a marginal, a callejero, ... a 'underground'. Les hemos echado tantas flores a los grafiteros -esos creadores del asfalto, esos desinteresados artistas de la verticalidad, esos héroes de la noche…- que ya todo el que da dos brochazos en una pared se cree un genio o un apóstol de la utopía.

Publicidad

Y es que con los grafiteros pasa lo que pasa con todos los gremios: con el de los sexadores de pollos o el de los escritores sin ir más lejos. Hay grafiteros con un gran sentido estético; con originalidad, sensibilidad y talento como hay verdaderos chapuzas.

Es el caso de ese turista de los Países Bajos que ha saltado a los titulares de prensa por garabatear su firma con un rotulador de tinta indeleble sobre la pared de una casa de la antigua ciudad de Herculano en la que había varios frescos pintados hace dos milenios. El romano que decoró ese muro, y que quizá murió con la erupción del Vesubio en aquel fatídico año 79 de nuestra era, también tiene derecho a considerarse un grafitero aunque sea ése un derecho 'post mortem' y aunque en aquellos tiempos no se usara todavía ese término. Digamos que estamos ante el engreído y mediocre grafitero contemporáneo que no siente el menor respeto por el grafitero milenario y que -peor aún- cree que su simple firma tiene más valor que esos frescos anónimos.

¿Hemos llegado al absurdo de que debemos llamar grafitis a los bisontes de Altamira?

«Grafiteros contra grafiteros». ¿Hay que plantear así la cuestión? ¿Hemos llegado al absurdo de que debemos llamar grafitis a los bisontes de Altamira y cómics a los trabajillos de Miguel Ángel en la Sixtina para que merezcan el aura de veneración políticamente correcta que les hemos concedido a los emborronadores de patrimonios de la Humanidad?

Publicidad

El del petulante firmante de los murales de Herculano no es el único caso de vandalismo grafológico. El año pasado otro turista grabó su nombre y el de su novia en uno de los muros del Coliseo de Roma y difundió luego por las redes sociales un vídeo que daba fe audiovisual de ese momentazo.

Sí. El Leonardo da Vinci de 'La última cena' fue un nocturno y furtivo grafitero de aquella movida contracultural que fue el Renacimiento.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad