Desmaquillando al clown

Al bajar del escenario, por la calle, en casa, un tipo «de vida muy humilde, que dejaba todo el espacio a su payaso y se escondía detrás de él, que era reservado y tímido». Tanto, que en un periódico de entonces pusieron este titular: «Ramón, el hombre que hace de Rámper, es muy serio», recuerda el actor Juan Paños, que interpreta a este y a aquel, que eran el mismo y sin embargo no lo eran, en 'Rámper, vida y muerte de un payaso'. El espectáculo puede verse hoy en el Teatro Arriaga, un lugar en el que el payaso de hace casi un siglo actuó, y los dos próximos fines de semana en Pabellón 6, el lugar en el que se estrenó esta obra hace ya tres años.

Así que Paños va de un extremo al otro durante toda la función, porque las diferencias entre Rámper, el payaso más famoso de su época -con un dibujito propio, con anís y coñac con su nombre, y que hasta dejó huella en el habla popular con frases como «no hagas ramperadas»-, y Ramón Álvarez Escudero, el hombre que se lo inventó y que se escondió tras él, son enormes. «La vida de Ramón fue muy cruda, con la muerte de su hermano, la pobreza, todos los trabajos por los que pasó y su empeño por dedicarse al circo, sin ningún apoyo. Yo creo que se agarraba a su personaje, se hacía él». Se le veía pasear por El Retiro con su traje y su maquillaje, e iba de una actuación a otra de la misma manera. En parte por esconderse, es posible, pero también porque tenía una agenda apretadísima. «Viajaba por toda España».

Cuando Imanol Ituiño quiso contar la historia de Ramón/Rámper, se dio cuenta de que no era posible hablar del primero sin hacerlo por medio del segundo. «El actor necesita al payaso para contar las cosas más crudas y adversas de su vida, para hacerlo menos dramático y más divertido», dice Paños sobre el resorte fundamental de una obra que ganó el concurso de textos teatrales organizado por Tartean Teatro y Café Bar Bilbao en 2015.