La Lotería Nacional de hoy sábado: comprobar resultados del 6 de diciembre

Conmoción

Carlos García de Andoin

Sábado, 14 de enero 2017, 01:56

Conmoción es la palabra que mejor define lo que estos días están viviendo las comunidades diocesanas vascas. El comunicado del Obispado donostiarra dando a conocer ... la veracidad de abusos sexuales con menores por quien ha sido en los últimos años su vicario general ha caído como un rayo, fulminante. Y los hechos no se detienen. El jueves conocimos un tercer testimonio de 1994, que da escalofríos, y está abierta la posibilidad de más.

Publicidad

Durante años ha parecido que la pederastia era un problema del clero irlandés o del norteamericano. Lejano. No podía pasar aquí ni ahora. En cualquier caso, parecía que sería propio de personalidades desviadas. Sin embargo, Juan Cruz Mendizabal es un cura afable y animoso, con presencia de cura sano. Sí, la primera reacción ha sido para muchos de incredulidad, de frotarse los ojos. Esto no puede ser posible. Sin embargo, lo es. El comunicado del Obispado no dejó lugar a dudas.

Los hechos son graves. No se pueden subestimar. Especialmente en el caso de un ministro al que la Iglesia encargó en aquellos años la pastoral de adolescentes de una parroquia y de toda una diócesis; un cura al que los padres confiaron la educación en el tiempo libre de sus hijos; y en quien, sobre todo, unos niños o adolescentes en formación vieron un modelo de referencia, que, sin embargo, desde su posición de poder jugó con ellos y abusó de ellos. Repugna. Los estudios de la psicología sobre la pederastia son terminantes sobre sus efectos en la personalidad de la víctima. Lo menos que merecen es la verdad, la conciencia de responsabilidad, la petición de perdón, el apoyo de la sociedad -también a su anonimato-, todas las indemnizaciones que sean pertinentes y el cumplimiento de las penas que exija la ley.

¿Qué cabe decir en positivo? Fundamentalmente que las víctimas han sido capaces de dar el valiente paso de denunciar los abusos. Que lo han hecho con saber hacer, buscando la verdad y la aceptación de responsabilidades.

Publicidad

Respecto al papel de la Iglesia hay aciertos pero también algún interrogante. Ha sido aplicada la nueva normativa vaticana, que antepone la prioridad evangélica de la víctima, buscando claridad en los hechos, la asunción de responsabilidades y la aplicación de sanciones. Ciertamente han sido superadas las prácticas corporativas que negaban sistemáticamente los hechos o proyectaban las sombras de la culpa sobre la víctima. Sin embargo, queda la sensación de que el proceso canónico realizado y su carácter privado presenta serias fallas ante el principio de tolerancia 0 y ante las exigencias de una justicia que alcanza a todos por igual, incluidos los ministros de la Iglesia. El procedimiento canónico y las medidas disciplinares aplicadas no pueden ser sustitutivas de la justicia ordinaria, en ningún caso.

Como todas las tormentas, esta también amainará. No obstante, en una sociedad tan pequeña como la vasca puede tener impactos retardados. Habrá que chequear en qué medida afecta a la confianza que las familias vascas depositan en la Iglesia. En efecto, a pesar del avance de la secularización de las generaciones adultas, sigue siendo socialmente relevante que familias alejadas de la Iglesia vean en ésta una garantía de la educación en valores de sus hijos, y tengan en estima su oferta educativa. Ahí está la significativa y persistente cifra de niñas y niños en catequesis parroquial, colegios religiosos, grupos de tiempo libre y clases de religión. La actuación clara y terminante, es, sin duda, una condición básica para paliar los daños y restablecer la confianza; la que ciertamente merecen los miles de educadores que hacen su trabajo de forma entregada y ejemplar.

Publicidad

Pero serán necesarias más medidas. Sin duda, pasar sin diletancia a la prevención activa. Nada de minusvalorar riesgos, ni de silencios comprensivos. Precisamente, antes de navidades, el Obispado, al menos el de Bilbao, envió a todas sus instancias el requerimiento de presentar certificado de antecedentes penales a todas las personas que trabajan con menores de manera habitual. Se ha impuesto ya en otros países europeos y alcanza a todos los educadores, no pudiendo eximirse en ningún caso los sacerdotes, el profesorado, catequistas y monitores de Iglesia. Como esta serán necesarias más decisiones y protocolos de actuación.

Otras medidas se refieren a la salud psico-afectiva de la vida célibe de los curas o del voto de castidad de las personas consagradas. Como concluyen los estudios hasta el momento realizados, el celibato no hace más probable la conducta pederasta que el estado casado; de hecho, es en las familias donde estos abusos se dan en mayor medida. Tampoco en el ministerio sacerdotal se producen más casos de abuso sexual que en otras profesiones. Sin embargo, la gravedad moral, eclesial y social de estos hechos exige extremar el cuidado de la educación sexo-afectiva. Especialmente, porque dada la penuria de vocaciones, son muchos quienes se preguntan si en los seminarios y noviciados no se ha bajado el listón de los requisitos exigibles de madurez personal y sexo-afectiva.

Publicidad

Conozco personalmente a Juan Cruz. Le supongo avergonzado, siendo objeto de tertulias y titulares. También hundido. Seguramente arrepentido. Sí, su proyecto de vida ha quedado irreversiblemente marcado, y, en buena medida, truncado. Deseo y espero que pueda volver a ponerse en pie; eso sí, con la lección bien aprendida. No le faltará ayuda. Pero la víctima no es él, son los niños y adolescentes de los que abusó.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad