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«Siempre me preguntan si soy de Sevilla, pero no, soy de aquí»

Alba Martín baila flamenco en las calles de Bilbao desde 2019 para deleite de locales y turistas, que se sorprenden al ver a una bailaora en la villa

Jueves, 2 de septiembre 2021, 01:40

Su escenario se abre frente a la cafetería del Museo de Bellas Artes, en el Parque de Doña Casilda o, para ser precisos y fieles al callejero, en la Alameda Conde de Arteche. Con la música de un pequeño reproductor como fondo, la bailaora Alba Martín, de 41 años, irradia su arte flamenco. Es imposible no fijarse en ella y en sus evoluciones precisas y armónicas, que cosechan los aplausos de sus espectadores casuales, tanto locales como foráneos. Ella responde batiendo sus castañuelas.

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«Al final siempre hay quien me acaba preguntando si soy de Sevilla». Pero resulta que no. «Soy de Bilbao». Alba se dedica a bailar porque le gusta, y desde siempre. «He estudiado danza desde los cuatro años. Empecé en una escuela que está en la calle Euskalduna. Y luego pasé por otras. Acabé la carrera de ballet y luego probé otras cosas, contemporáneo, jazz...». Nunca tuvo duda de que bailar era lo suyo. «Aunque estudié Filología Hispánica, en Vitoria. Pero en realidad lo hice por ocio», detalla. Además, ha dado clases «durante muchos años. De ballet, pero también de pilates, estiramientos, hipopresivos... Siempre cosas relacionadas con el cuerpo».

Convertir la calle en su tablao fue una decisión relativamente reciente. «Yo trabajaba en Lanzarote, con una compañía -rememora la artista-. Cuando se me acabó el contrato, me había quedado la espinita clavada de salir a bailar a la calle». Allí, en la isla canaria, «había una chica que lo hacía y le iba muy bien». Pero «en Lanzarote era muy difícil conseguir una licencia y al final decidí venirme aquí. Con esa espinita de probar qué se sentía al bailar en la calle para toda la gente», en vez de en un entorno más formal. Por fin se lanzó a hacerlo en «agosto de 2019». Fue todo muy sencillo. «Simplemente salí un día por probar y me fue muy bien», sin más complicaciones. Y está claro que le gustó: «¡Llevo dos años ya!».

«La danza tiene que salir a la calle. Está metida en las aulas y nunca sale. En la calle hay música, pero no danza, ¿por qué?»

El suyo es un trabajo que «da para vivir», asegura. Y que requiere muchas horas de dedicación. «Ahora bailo algo menos, porque el suelo está bastante duro. No está pensado para el baile, claro». ¿Malo para los pies? «En realidad para la columna, al final el hueso se resiente», precisa. En todo caso, lo suyo es una jornada de trabajo pura y dura: «Entre que me preparo, maquillo, vengo y bailo, casi acumulo ocho horas».

Sus escenarios urbanos han ido cambiando en estos dos años: Gran Vía, la Plaza Jado... «También estuve mucho tiempo en el Casco Viejo», añade. Pero su favorito es el actual, junto al Parque de Doña Casilda, «porque hay árboles. Bailar aquí es un regalo». Alba actúa a la intemperie, lo que la deja a merced de los caprichos del tiempo, que este verano no ha sido generoso. Pero para ella no es motivo de queja: «Simplemente descanso cuando no puedo bailar».

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Fandangos sí, sevillanas no

Alba baila «danza española, pero no pura», matiza. «Es un poco mi mezcla». No se la verá arrancándose por sevillanas. «Nunca las bailo porque las odio», dice. ¿Y eso? «¡Es que he bailado muchas sevillanas! En las escuelas de baile estabas todo el rato con ellas. Horas y horas. ¡Así que les tengo una manía...!», comenta entre risas. «¿Lo que más me gusta bailar? Fandangos», aclara.

Al actuar en un punto de paso tan frecuentado, su público es el más diverso posible. «Es un poco de todo. Yo diría que se para sobre todo la gente mayor, pero también los niños. Y los turistas, claro». A estos les llama la atención encontrarse con una bailaora aquí, en Bilbao. «¡Todo el mundo me pregunta si soy de Sevilla! La gente ve flamenco y lo relaciona con Sevilla. Hay algo de desconocimiento con esto», aprecia Alba.

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El hecho de tener que bailar varias horas a diario la lleva a renovar el repertorio con frecuencia. «Si no, me muero, no podría hacer este trabajo», comenta. Así que dedica tiempo a buscar nuevos temas, «dos o tres temitas cada vez, porque son los que te dan la chispa. Si no, sería muy monótono». Alba no tiene competencia en Bilbao, lo que le resulta extraño. «Creo que la danza tiene que salir a la calle. Está metida en las aulas y nunca sale. En la calle hay música pero no hay danza, ¿por qué? No lo sé. Sería muy bonito que hubiera más».

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