La romería de la 'Amatxu' regresa con fuerza pero con menos aglomeraciones
Miles de vizcaínos cumplen con la tradición, aunque espacian su asistencia a las misas después de dos años de covid
La romería de Begoña, la de siempre, regresó ayer en todo su esplendor. El buen tiempo, con algunas nubes pasajeras y sin excesivo calor, y, ... sobre todo, las ganas de recuperar una de las grandes tradiciones de la villa después de dos años de pandemia hicieron que la Basílica y sus aledaños fueran un hervidero. Una auténtica fiesta en la que no faltaron rezos y plegarias, pero tampoco cánticos, talo y unos tragos de sidra o txakoli.
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Los miles de ciudadanos que acudieron a adorar a la 'Amatxu' no ocultaron su alegría por que la cita volviese a ser lo que era. «Los bilbaínos llevamos a la Virgen en el corazón y hemos echado en falta celebrarla con normalidad», afirmó Mikel Atxa, miembro del grupo Beti Jai Alai, que lleva siete años encarnando a los antiguos alcaldes del 'botxo' en el aurresku.
En los últimos dos veranos, solo se pudo celebrar a medias. Las eucaristías y nada más. Había que evitar los actos que pudieran generar aglomeraciones. En esta edición, el acceso al templo fue libre, pero la ciudadanía se mantuvo prudente. Desde la organización observaron menos masificación en la ceremonia central, la del mediodía, oficiada por el obispo de Bilbao, Joseba Segura. «La gente ha optado por evitar las aglomeraciones y se ha repartido por otras misas. Las de la noche y las de primera hora han estado más llenas que otros años», explicó Javier Diago, portavoz de la Cofradía de Begoña.
La cita se quedó cerca de los 150.000 asistentes registrados antes del covid. Ya sea por creencias, tradición o por el mero disfrute festivo, la Asunción de la Virgen, que se conmemora cada 15 de agosto, es una de las fechas más esperadas por los bilbaínos, pero también por vecinos de otros municipios que acuden en masa a las misas que se celebran durante toda la jornada -desde las cuatro de la madrugada- para rendir homenaje a la Patrona de Bizkaia. Desde primera hora, se juntaron en la cima de la colina de Artagan los entusiastas devotos que se calzaron las botas de noche con los que subieron por la mañana.
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«Los bilbaínos llevamos a la Virgen en el corazón y hemos echado en falta la fiesta estos dos años»
Veteranas como Esther Garay, Amaia Atxutegi, Zorione Santa Cruz y Seli de Prado optaron por evitar multitudes. Acudieron a la misa de 10, después de haber peregrinado desde Zamudio. A pesar de rondar los 70 años, la cuadrilla está en plena forma. «Vamos a andar todos los días, llueva, truene o nieve», reveló Esther. Asistieron con el listado de plegarias bien atado: fortuna para los nietos en los estudios y salud. «¡Que no falte! Es lo más importante», agregó Seli con visibles gestos de emoción. Para ellas, es puro sentimiento. «Tenemos una devoción terrible a la Virgen. Estamos seguras de que nos ayuda», confesó la mujer antes de bajar a tomarse un tentempié en el Café Bilbao. Fue el colofón. «Las buenas costumbres no hay que perderlas», remacharon.
Menos consumo
El ritual ha pasado de generación en generación. Hay constancia de las primeras peregrinaciones en el 1300. A las siete de la tarde del domingo, emprendieron la caminata Siro Moraleja y su familia, de Las Arenas. El hombre justo cumplió ayer 75. Hasta que el cuerpo aguantó, iba corriendo. Tenía claro qué pedir: «Poder volver el año que viene. Los mismos o, si se puede, alguno más».
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Sin embargo, en los puestos de venta disminuyó el consumo. «Los bolsillos se notan apretados. La noche ha estado mucho más apagada que otros años», reconoció Iñigo Aurrekoetxea, de la txosna Loiuko. La escalada de la inflación está pasando factura a los ciudadanos y los vendedores tampoco pueden obviarla y se ven abocados a subir precios. El talo costaba 6 euros, uno más que antes de la pandemia, y la bolsa grande de rosquillas, 7,50. «Nos han incrementado los costes y no nos queda otra», lamentó este profesional. A un palmo, Pilar García, que ayudaba en el negocio familiar, también atestiguó que las ventas fueron «muy flojas». «La zona no está tan a rebosar. Otros años la gente no podía ni pasar», recordó.
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Los que nunca fallan
Desde Leioa para ver a la 'Amatxu'. Olatz aseguró que todos los años se desplaza para entrar en la Basílica. Los Suárez, en cambio, visitan a la Virgen de manera esporádica.
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La familia y unos amigos salieron desde Mungia y Derio. Como «cada año», pero con un cambio: esta vez llegaron andando. «Hay un embarazo, así que no se podía», contó Guillermo.
Diecinueve años pedaleando este día. El grupo de ciclistas partió ayer por la mañana desde Bermeo. Algunos, por el monte; otros, por carretera. Pero con la misma meta: alcanzar la Basílica de Begoña. Alrededor de tres horas de ruta. «Comemos un talo y volvemos a estar llenos de energía para el regreso», apuntaron.
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La costumbre se transmite entre generaciones. Primera vez para los pequeños, que llegaron junto a aita y ama andando desde Derio.
«Antes siempre veníamos a pie. Ahora ya, con la edad, no se puede», comentaron las familias Laso y Pena. Procedían de Galdakao.
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