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Dos policías municipales patrullan por Bilbao. Maika Salguero

Pendiente del legado

Aburto hace un repaso a los logros conseguidos desde que es alcalde, asume que se han cometido errores inconcretos y consolida su nuevo discurso sobre delincuencia

Martes, 16 de septiembre 2025, 00:02

No quiso aburrir Juan Mari Aburto desgranando sus logros, enumerando las obras y proyectos ejecutados «durante la última década». Eso nos llevaría, «al menos, hasta ... la madrugada», dijo. Esta postura que adoptó el alcalde en el pleno sobre el estado de la villa de ayer denota dos cosas. De un lado, ya se ve que tomó como periodo de referencia y análisis no el último ejercicio ni el presente mandato. No. Se refirió hasta en 19 ocasiones a los diez años que acaba de cumplir él al frente de la ciudad. Esta referencia temporal tan extensa sugiere que la intervención estaba diseñada más en términos de exposición de legado personal que de evaluación del actual equipo de gobierno.

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De otro lado, y esto no es extraño en la cita que abre el curso político municipal, ensalzó algunos de sus logros: los avances en Zorrozaurre, los ascensores en barrios altos, la limpieza, los grandes eventos, el centro de emprendimiento BAT, Artxanda, las restricciones al tráfico a los coches más contaminantes, la OTA... «Bilbao ha mejorado en esta década».

Como ejercicio compensatorio, quizás para evitar las acostumbradas acusaciones de autocomplacencia por parte de sus adversarios políticos, también hizo una «autocrítica personal y colectiva». «Hemos cometido errores», reconoció. Pero sin concretarlos. Eso disgustó mucho a la oposición porque percibió que el alcalde trataba de explotar la grandeza que siempre viene con la humildad, sin pasar antes por la penalidad de identificar los pecados previos. Así que no se libró de las críticas por tener una actitud autocomplaciente.

Si acaso hubo un reconocimiento implícito de que algo no se había hecho bien en estos últimos años cuando se refirió a la seguridad: «Es el gran reto de nuestra sociedad y ya es nuestra mayor preocupación». Con esa contundencia certificó un golpe de timón que se viene afianzando en los últimos tiempos y forma parte del discurso del PNV a nivel autonómico, que endurece su postura en torno a la delincuencia. Es un modo de aproximarse al asunto muy diferente a aquella distinción de antaño entre seguridad y percepción de seguridad. Entre una realidad que se defendía como virtuosa y una preocupación ciudadana que estaría más motivada por discursos alarmistas que por que hubiese razones fundadas para el desasosiego. Ya no. La seguridad, y no una percepción errónea sobre ella, es la mayor preocupación del Ayuntamiento.

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Como viene siendo costumbre tiró el alcalde de argumentos demoscópicos para respaldar el buen desempeño de su gobierno. Las encuestas contratadas por el Consistorio aseguran que la ciudadanía valora positivamente los servicios municipales y, además, cree que la ciudad es «cómoda, tranquila, bonita y accesible; que es una ciudad acogedora y con buena gente». Sí, las encuestas dicen que aquí hay buena gente. También presumió de que Bilbao es «el municipio del mundo» con mayor número de euskaldunes, posiblemente favorecido porque también es el mayor municipio de Euskadi.

De fondo, el horizonte electoral. Recordó Aburto que, según las encuestas, PNV y PSE siguen fuertes para revalidar su coalición en las próximas elecciones, las de 2027. Pero es muy consciente de que la amenaza le llega a los jeltzales por dos flancos opuestos: el avance de EH Bildu, y el histórico trasvase de votos con el PP. Así que tuvo alusiones veladas para ambos: para quienes «blanquean sus contradicciones» y para «la derecha más ultra», que distinguió de Vox.

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El alcalde incorporó a su discurso los demás ingredientes habituales: el credo humanista y la identificación de dos focos en los que seguir actuando, «las personas y las actitudes de las personas». Con esto último se refería a reconducir las conductas «incívicas». Mencionó en varias ocasiones el orgullo de ser de Bilbao y su determinación de trabajar para mantenerla como «la mejor ciudad del mundo».

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