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PANKRA NIETO

«¡Estábamos desesperados por salir!»

Los vizcaínos recuperan su sitio en los pueblos cántabros más próximos a la muga con tranquilidad

Domingo, 9 de mayo 2021, 13:17

En Castillo, pueblito junto a Noja, es hoy día de reencuentros. Allí está Nicolás González, de Barakaldo, que salió justo a medianoche a la casa ... que tiene allí. «No venía desde el 23 de diciembre», resopla. «Yo soy muy movido, y estar todos estos meses metido en un piso...». Ahora toca segar, arrancar malas hierbas y respirar aire puro. «Nico, por fin de vuelta», le saluda un vecino desde el coche. ¿Otro vizcaíno? «No, es de los pocos por aquí que no lo es». Señala hacia una casita próxima. «Esos son de Ermua».

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Se refiere a Mari Carmen Quintas y Francisco San Juan. Ella limpia la terraza del primer piso y él se encarga del césped. ¿También han salido con ansia de Euskadi a las 12 en punto de la noche? «Nooooo», dice ella. «A las doce y nueve minutos», se parte de risa. Están algo enfadados porque han escuchado por la radio a alguien decir que son un tipo de gente peligrosa, irresponsable. «¿Qué es más irresponsable, estar aquí, solos, o en Ermua, que cada vez que vas a por el pan te encuentras con decenas de personas?». De hecho, no saldrán de ahí «hasta octubre lo mínimo». No sea que llegue otro confinamiento y les pille fuera.

Aparecen en su puerta Txema y María José, de Bilbao, que también han regresado a sus dominios cántabros. «¡Estábamos desesperados por venir!», dice él. Se han evitado el trabajo del jardín porque «he llamado a 'Capi' y le he dicho que me mire cómo está». Y que lo tenga listo para esta nueva etapa.

En Noja no es que haya hoy una avalancha de vascos, ni la autopista es que haya estado desbordada. Pero la gente allí sí ve que las cosas están cambiando. «Si ya se notaba ayer», confía Puerto, que despacha pan en El Horno de Lupa. Se refería a gente que había llegado de tapadillo. «Pero es esta mañana cuando más se nota».

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En Laredo, destino clásico y multitudinario, las cosas están tranquilas. No se ve mucha gente. «¿Cómo que no? ¡Si hay un montón!», discrepa Belén. Pasea con Silvia junto a la playa. Ambas son de Bilbao pero afincadas desde hace años en el pueblo y el escasísimo movimiento de hoy les parecía notable. «Es que en los últimos meses éramos tres por aquí», se explican. Silvia, que vive en un extremo de la playa, sí ha percibido hoy movimiento en los apartamentos cercanos. Pero vamos, que el panorama dista mucho de ser multitudinario.

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