Lo del Bilbao enmascarado viene de viejo. Fernando Gómez
Bilbaínos con diptongo

El Bilbao enmascarado

Domingo, 12 de febrero 2023, 23:49

Domingo primero, a las once y media, la banda de música Santa Cecilia. A las doce y media concurso infantil de disfraces. Por la tarde ... paseo de coches por la Gran Vía. A las cuatro gran concurso de máscaras». Así arranca el programa de Carnavales de Bilbao de 1908. Lo sabemos gracias a Emiliano de Arriaga, que lo reflejó en prensa, y a Iñaki Irigoien que en su fantástico 'Carnavales en Bilbao', editado por Euskal Museoa, deja claro que lo de las máscaras y la fiesta no es solo cosa de hoy.

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Como cuenta Irigoien, fundador con otros del mítico grupo Dindirri, María Díaz de Haro utilizaba en sus escritos las carrastoliendas, como en una carta destinada a la villa de Lekeitio, como fecha de referencia. Y en 1560, por poner otro ejemplo, aparece un pago en la Iglesia de San Antón al 'tambolinero' y a los 'momos'. Lo que me lleva a los personajes, algunos poco conocidos, que ocupaban espacio en los carnavales del Botxo. Como los Rabís.

Como tantas cosas nuestras, es una palabra propia. Rabís era como se llamaba en Bilbao a los personajes enmascarados que, disfrazados y armados con vejigas, recorrían la ciudad generando risas y sustos a partes iguales. Lo debían hacer bien porque ocupan bastantes páginas y no solo de libros. También de crónicas de sucesos. En ocasiones su senderismo tabernario era tan largo y copioso que se iban demasiado arriba. Y, ante la vehemencia de sus golpes y sus travesuras, algunos acababan denunciados. Cosa que también pasaba con ciertos participantes en la Danza de Espadas. Armas y alcohol, sumado a rencillas aparcadas, no casan bien.

Por eso algunas veces la cosa acababa en agresión y hasta en muerte. Por ello, y por aquello de que la máscara y el disfraz otorgan anonimato, fueron muchas las leyes, bandos y normas para intentar controlar lo incontrolable. El carnaval es ácrata por naturaleza. Y con frecuencia saca aquello que llevamos oculto. De ahí que la iglesia prohibiera con rotundidad que los clérigos participaran en dichas actividades y, por supuesto, que llevaran máscara. Un veto que también sufrieron trabajadores municipales y gentes que, por cargo o nivel social, no era recomendable que se sumaran a la loca algarabía.

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Fiestas y tradiciones

Pero la fiesta es como el agua. El río volverá por su cauce natural. Y eso pasó. El texto con el que arrancábamos fue ideado, acordado y escrito por un grupo de ciudadanos dispuestos a hacer resurgir unos carnavales a la altura de una capital como Bilbao. Y, para ayudar más, ofrecieron sufragar los gastos a medias con el Ayuntamiento. No olvidemos que entre ellos había amantes de la fiesta y de las tradiciones, pero también comerciantes convencidos de que ese tipo de eventos alegran las calles y generan dinero.

De hecho la reunión tuvo lugar en el Café Olimpia. Ya sabemos que en el Botxo cuando hay que fundar o montar algo, ya sean carnavales, semanas grandes o equipos de fútbol, lo hacemos en un café. Apunta Emiliano de Arriaga que es el primer documento que habla claramente de un programa festivo en tiempos modernos. Y que, con el tiempo, creció en inversión y actividades. En 1912 el Sindicato de Fomento decide asumir su organización apoyado en la Sociedad Bilbaína, el Círculo Conservador, la Federación de Sociedades del Comercio y la Industria, el Ayuntamiento y los comerciantes y vecinos de la Gran Vía.

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Demostrando que si no remamos todos el champán sale sin burbujas. Y así hasta hoy. Por eso, si alguien les dice que aquí los carnavales son cosa de hace cuatro días, recuerden estas líneas. O háganse con el libro de Irigoien y con algunos de los escritos por Don Emiliano. Porque en asuntos de tradiciones, como en los nombres de las calles, hay listos que creen que el mundo, y por ende Bilbao, empezó a girar cuando ellos nacieron. Como cuando sale un tipo diciendo que jamás en la historia ha hecho tanto frío en su pueblo. Lea un poco y verá que frío y fiesta hemos tenido siempre. Y que lo del Bilbao enmascarado viene de viejo.

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