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La imagen de los nazis desconocidos de Carranza
Investigación

La imagen de los nazis desconocidos de Carranza

La familia de Eduardo, nieto del panadero de Carranza, guardó durante años una fotografía de soldados alemanes desayunando en el balneario del valle vizcaíno, sin saber quiénes eran ni qué hacían ahí. Una investigación de EL CORREO permite reconstruir esa historia

Viernes, 6 de octubre 2023

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«En Carranza siempre me habían contado que los alemanes estuvieron aquí durante la guerra, pero nunca me dijeron quiénes eran ni qué habían hecho». Eduardo Diego, un joven del valle, creció viendo una escena misteriosa entre las fotografías de su abuela. En una carpeta de cuero, Ángeles Gutiérrez guardaba una instantánea en blanco y negro de cuatro hombres vestidos con el uniforme alemán de la Segunda Guerra Mundial. Aquellos desconocidos miraban al fotógrafo mientras desayunaban. El escenario era reconocible en el pueblo: el balneario de Molinar de Carranza.

«Mi abuelo Felipe era el panadero del valle y él me contó que conoció a aquellos alemanes y que eran muy atentos. Le llegaron a encargar panes especiales, que se pareciesen a los que ellos tomaban en Alemania», recuerda ahora Eduardo Diego. Los soldados alemanes también invitaron un día a cenar al panadero de Carranza y a su mujer. «Quedaron impresionados. Aquellos millitares tenían de todo en la España del hambre», asegura Eduardo.

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Pero aquella foto fue siempre un enigma para el descendiente del panadero de Carranza, ya que nunca consiguió averiguar quiénes eran realmente aquellos desconocidos. Entonces leyó en EL CORREO el reportaje 'Droga, oro y balnearios: así acabó el espionaje nazi en España'. Ese artículo histórico explicaba cómo la embajada alemana en Madrid había acondicionado el balneario vizcaíno, entre otros establecimientos similares, para acoger a todo tipo de nazis que huyeron a España tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial. Eduardo Diego se puso entonces en contacto con este periódico para intentar encontrar la historia que se ocultaba tras la foto que conservaba su abuela. «Me había resultado imposible avanzar. No tenía ni idea si se trataba de simples soldados o individuos peligrosos».

Este es el resultado de la investigación realizada a partir de la imagen.

¿Quiénes son?

Los hombres de la foto

¿Quiénes son?

Los cuatro hombres de la foto formaban parte del Reichsfinanzverwaltung (RFV), el servicio de finanzas del Reich. En principio, era un cuerpo administrativo dedicado a la recaudación fiscal y al control de fronteras. Es decir, eran burócratas del Gobierno alemán. Aunque vestían uniforme, muchos de ellos eran civiles. Fue posible identificarlos gracias a un experto en uniformidad militar, ya que el símbolo que llevan en el cuello no es nada fácil de localizar. El jefe era el primero por la izquierda, que lleva la enseña de Zollsekretär (secretario de aduanas). El segundo y el último son Zollassistenten, y el tercero es un Zollbetriebassistent, asistentes y sub-asistentes del servicio.

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Dos de los hombres de la imagen, los situados en los extremos, llevan en el pecho un distintivo por haber recibido la medalla militar de segunda clase. Esta condecoración no implica que hayan participado en acciones de guerra, ya que se trata de una distinción instaurada por Hitler en 1939 cuyo valor era muy bajo. Se concedía por todo tipo de causas y se llegó a entregar a 10 millones de personas.

Según diversos historiadores, la unidad de aduaneros a la que pertenecían los hombres fotografiados en Carranza huyó de Francia tras el desembarco de Normandía. La imposibilidad de regresar a Alemania y el miedo a ser detenidos por los aliados hizo que se fugasen en dirección a España, donde esperaban contar con el apoyo de la dictadura franquista.

La unidad de aduaneros a la que pertenecían los hombres fotografiados en Carranza huyó de Francia tras el desembarco de Normandía

El punto en el que convergieron la práctica totalidad de los fugados que cruzaron los Pirineos fue Miranda de Ebro, a donde eran conducidos por los autoridades franquistas. En esta localidad burgalesa existía un campo de concentración que ya había sido utilizado para encerrar a diferentes personas que huían del régimen nazi. A partir de 1944, su función sería diferente. En agosto de ese año llegó a albergar a 1.200 alemanes procedentes del servicio de aduanas pero también de las embajadas, así como prisioneros alemanes que se habían evadido de los campos que los aliados habían creado en el norte de África para albergar a los soldados capturados del Afrika Korps. Pero el goteo de huidos no cesaba.

Demasiados alemanes

El Gobierno de Franco comenzó a tomar medidas para ordenar la llegada de alemanes. Lo hizo en un momento en el que la postura del régimen comenzaba a variar: era evidente que su apuesta por Hitler le había salido mal. Desde las embajadas estadounidense y británica, además, se comenzó a presionar a la dictadura, ante la certeza de que entre los miles de soldados acogidos en España se escondían criminales de guerra.

En función de acuerdos previos con Berlín, las autoridades españolas diferenciaron entre los huidos mayores de 40 años y los que no llegaban a esa edad. A los primeros se les concedió un régimen de semilibertad y se les buscaron alojamientos confortables. El segundo grupo se mantuvo en campos de internamiento. En el caso de los aduaneros mayores, en un primer momento fueron trasladados al balneario de Sobrón, en Álava, pero estas termas se saturaron en poco tiempo. Entonces se recurrió a Molinar de Carranza.

Eduardo Diego sostiene la fotografía en el mismo lugar donde fue tomada hace unos 75 años. Yvonne Iturgaiz
Imagen - Eduardo Diego sostiene la fotografía en el mismo lugar donde fue tomada hace unos 75 años.

Algunos de estos alemanes comenzaron a sentirse traicionados por la dictadura. Los historiadores Concha Pallarés y José María Espinosa de los Monteros, en un trabajo sobre el campo de Miranda, citan una carta del jefe de aduanas alemán, Konrad Spidler en la que este alto mando afirma que «en España pasan cosas muy raras» ya que una nación «que creía amiga» cuidaba mejor a los americanos y británicos que a los alemanes. Spidler se siente maltratado, tras haber ayudado personalmente a detener a «un centenar de rojos».

Trato privilegiado en Carranza

En Carranza, los aduaneros estaban recibiendo un trato privilegiado ya que su legación había destinado grandes cantidades de dinero a acondicionar el balneario. Tras la derrota de Alemania, estos funcionarios seguían en el valle. Algunos de ellos, temían regresar a sus localidades natales ya que habían sido ocupadas por el Ejército soviético.

Los alemanes se integraron en el valle sin problemas. El etnógrafo e investigador local Miguel Sabino Díaz García, que atesora documentos de la historia de Carranza, cuenta en su colección con fotografias de las acuarelas que pintó el aduanero Anton Winkerhöfer mientras estuvo internado en el balneario. En las escenas, de carácter humorístico, se puede ver a los hombres recibiendo visitas de personas de Bilbao que les llevan paquetes y a los soldados jugando a los bolos o al fútbol. Según testimonios recogidos por Díaz García, pese al regimen de semilibertad al que estaban sometidos, se movían por entera libertad por los pueblos de la zona.

Un pacto alcanzado por los aliados con las instituciones franquistas aceptó el regreso de los aduaneros a su país de origen en 1946, lo que puso fin a su presencia en Carranza. Esta decisión se tomó después de que británicos y americanos comprobasen que solo uno de ellos era peligroso. El resto no había participado en crímenes de guerra ni tenía ningún interés para la rendición de cuentas de la posguerra.

En un primer momento se trasladó a 1.200 funcionarios al campo de concentración de Miranda de Ebro. Desde allí se les condujo a la frontera francesa para que viajasen en tren hasta Alemania. Según los archivos históricos del Ministerio de Defensa, para que comiesen durante el viaje se gastaron 10.590 pesetas en la compra de 425 kilos de carne, 340 de sardinas, 85 de chocolate y 170 de mermelada. Esta factura supone la última presencia de los aduaneros en España.

Un gangster nazi

El único aduanero sobre el que los aliados pusieron en marcha una operación para conseguir su entrega era Walter Wilhelm Kutschmann, al que los aliados, en sus documentos secretos, calificaban de «gangster» y al que los propios alemanes quería capturar por un desfalco cometido mientras era el jefe de la aduana de Hendaya. Este hombre, nacido en 1914 en Berlín, había participado en la Guerra Civil española como teniente de la legión Cóndor y había llegado a ser condecorado con Franco. En 1943 recibió el apodo de 'carnicero de Lwow' por haber participado en el extermino de miles de judíos en la ciudad de Lwow, hoy Leópolis o Lviv, en Ucrania.

De Ricardo Alfieri - Gente magazine
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Kutschmann pasó por el campo de concentración de Miranda de Ebro en 1944 tras haber estado retenido en San Sebastián y en el hotel Alameda de Zarautz. A los espías aliados que le vigilaban les llamó la atención que el aduanero siempre viajaba con una pesada maleta de cuero y en su vehículo llevaba otros siete bultos de gran tamaño. Según los aliados, este nazi conocía secretos de autoridades españolas y alemanas por su trabajo como responsable de la frontera de Hendaya. En España contó con el apoyo de altas instancias.

Gracias a esa cobertura consiguió la ayuda de la red Odessa, la trama que ponía a salvo a nazis en Sudamérica. Le proporcionaron un pasaporte falso a nombre del sacerdote español Pedro Ricardo Olmo. Con esta acreditación consiguió embarcarse en el vapor Monte Amboto y huyó a Argentina en enero de 1948.

Un periodista consiguió localizarlo años después, en 1975, en la localidad de Miramar. De allí escapó, y diez años más tarde, fue localizado de nuevo por el cazador de nazis Simon Wiesenthal. Entonces se inició un proceso de extradición, pero Kutschmann falleció en Buenos Aires el 30 de agosto de 1986.

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Mensur, las heridas delatoras

Una de las particularidades de la foto de los cuatro aduaneros de Carranza es que dos de ellos lucen lo que parece ser una 'schmiss' en sus mejillas. Estas heridas eran un signo del rito de paso de algunas hermandades de estudiantes alemanas y pretendía representar la ausencia de miedo y la bravura de quienes se dejaban desfigurar la cara de esa manera. Según algunos historiadores consultados, el hecho de que los aduaneros de la imagen tengan 'schmiss' indica que pertenecían a las clases altas y que tendrían relación con la jerarquía nazi.

Los combates en los que se conseguían las 'schmiss' se denominan 'mensur'. Esta práctica es similar a un duelo, aunque no es ningún tipo de competición. Consiste en colocarse una máscara de acero que protege los ojos y la nariz pero deja al descubierto las mejillas y la mandíbula. Los contrincantes se lanzan sablazos a la cara y el máximo honor es acabar bañado en sangre y con heridas abiertas, pero sin haber lanzado la más mínima queja de dolor.

Al igual que los dos aduaneros de la imagen, muchos jerarcas nazis mostraban 'schmiss' como signo de prestigio. Uno de los más famosos fue Otto Skorzeny, el jefe de los comandos de Hitler. Este militar, que acabó viviendo en España, tenía marcas faciales por su afición al 'mensur', por lo que los aliados le pusieron el mismo apodo que a Al Capone –'Caracortada-, quien también tenía cruzado el rostro.

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