Así se excava en un punto clave del Cinturón de Hierro que defendía Bilbao en la Guerra Civil
La asociación Edestiaurre comienza su tercera campaña de trabajos arqueológicos en un búnker en Gaztelumendi, en Larrabetzu
Mira, ya tenemos la primera bala de la campaña». Uno de los miembros de la Edestiaurre Arkeologia Elkartea lleva en la palma el casquillo de ... un cartucho de rifle, lleno de tierra, que acaba de aparecer junto al búnker de Gaztelumendi, en Larrabetzu, pocas horas después de que este lunes comenzaran los trabajos de la tercera campaña de excavación de este punto clave del Cinturón de Hierro, el sistema de defensas que no pudo contener el avance hacia Bilbao de las tropas sublevadas en la Guerra Civil. La bala fue disparada, se ve la marca del percutor en el fulminante. «Está en bastante buen estado. Una vez limpia se podrá ver el modelo y saber con qué tipo de arma se utilizó», comenta el arqueólogo Iñaki Líbano. «Aparecerán más, seguro», añade, al pie de la construcción fortificada.
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En el llamado Cinturón de Hierro -nombre que le dieron los franquistas, en realidad era la Defensa Próxima de Bilbao o Cinturón Defensivo de Bilbao- «cada uno de estos búnkeres era diferente. En cada punto, en función de las necesidades y la configuración del terreno, el ingeniero encargado de la construcción optaba por una disposición u otra» a partir de elementos comunes. «Suele ser una estructura de hormigón con una salida de ametralladora y un polvorín, en el que se guardaba toda la munición, bombas, granadas, etcétera». Este de Gaztelumendi es exactamente eso: una tronera orientada al norte para el arma y un acceso al polvorín, a un nivel más bajo. «En Urduliz, por ejemplo, excavamos uno que tenía tres troneras».
Tras la caída de Gipuzkoa en manos de los sublevados, el Gobierno provisional de Euskadi encargó en octubre de 1936 la construcción de un cinturón defensivo en torno a Bilbao al teniente coronel Alberto Montaud Noguerol, experto en fortificaciones. Montaud contó con la colaboración de los capitanes Pablo Murga y Alejandro Goicoechea. Más de 14.000 personas trabajaron en la construcción del sistema, una red de trincheras, búnkeres, nidos de ametralladoras, alambradas y refugios que rodeaba Bilbao, un perímetro de unos 80 kilómetros divididos en cinco sectores.
Pero en febrero de 1937 Goicoechea se pasó al bando sublevado, al que entregó planos de las defensas y reveló los puntos débiles del sistema, especialmente en el sector de Gaztelumendi, «el punto más frágil. Los elementos de defensa no estaban construidos del todo o estaban por construir», señala Líbano. «En este búnker en el que trabajamos ahora probablemente había un centro de mando. Y para cuando el 12 de junio (de 1937) se rompe el cinturón, aquí ya no había nadie. El mando de aquí y toda la defensa se había ido... Se replegaron».
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Turismo de guerra
No hubo enfrentamientos en este lugar. El búnker superó el paso de las tropas sublevadas. Pero además, parece que fue conservado a propósito. «Muchas de estas estructuras fueron desmontadas para reaprovechar la varilla» del encofrado. Pero este fortín y los otros cercanos se dejaron intactos, como atractivos para el turismo de guerra que el bando sublevado organizó en pleno conflicto. El 1 de julio de 1938 la autoridades franquistas pusieron en marcha las llamadas Rutas de Guerra, viajes programados en autocar que permitían «ver las huellas aún candentes» del conflicto en Euskadi, Cantabria y Asturias. Los búnkeres de Gaztelumendi, completados con un monumento, fueron algunas de esas «huellas» visitables.
«Esta es la tercera y última campaña de excavación aquí», precisa Líbano. Con el tiempo, el interior de la construcción se ha ido rellenando de tierra que ahora hay que retirar. «Tenemos que quitar sedimentos y vamos a hacer una adecuación del exterior también. Haremos también fotogrametría con drones para realizar una composición en 3D del sitio». Edestiaurre lleva a cabo estos trabajos con la colaboración del Ayuntamiento de Larrabetzu, el Gobierno vasco, el servicio de Patrimonio de la Diputación de Bizkaia, el Instituto de la Memoria Gogora y Orbela.
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