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En las entrañas de la Supersur
Con los túneles de Arnotegi y Seberetxe abiertos, la obra de la variante sur llega a su delicado ecuador, el valle de Bolintxu
«Bolintxu es el nudo gordiano de toda esta obra», dice Pedro Rivas, mientras conduce por el interior de uno de los dos túneles de ... Seberetxe. Cuando esté en funcionamiento este eje, el número 1, por sus tres carriles circulará el tráfico en sentido a Cantabria. Ahora, todavía en obras, por él se mueve un enjambre abrumador de excavadoras, volquetes, hormigoneras y vehículos pesados de trabajo, en un baile que resulta caótico para el visitante extraño, pero que responde a un orden preciso que se va entendiendo a medida que Rivas, director de obra de este tramo de la Supersur, detalla sus pasos.
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«El revestimiento de este eje ya está terminado», dice mientras señala a la bóveda, que ofrece un aspecto casi lustroso. «Aquí ahora estamos rematando las aceras» que flanquean lo que será la calzada, todavía inexistente. Por debajo de ellas discurren todos los sistemas y conducciones de drenaje, comunicaciones, alta tensión y antiincendios. Rivas detiene el vehículo para explicar uno de estos: «En caso de que los bomberos no pudieran acceder con sus vehículos, hay bocas antiincendios instaladas» cada 50 metros a lo largo de todo el recorrido, «alimentadas con agua a presión, desde las que tirar las mangueras y acometer el fuego».
«Y aquí está el punto clave», dice, cuando su todoterreno sale del túnel. Delante se abre un valle muy frondoso, que sorprende después de atravesar 600 metros de tubo de hormigón en semioscuridad. Enfrente, a unos 200 metros, se abren las bocas de los dos túneles de Arnotegi, de casi dos kilómetros de longitud cada uno. Para salvar la distancia que separa ambas laderas, «y causando el mínimo impacto a Bolintxu», insiste Rivas, se va a lanzar un puente.
La obra de la Supersur afecta al Bolintxu, una vega frondosa y refugio de biodiversidad, el único paraje natural de importancia del que disfruta Bilbao. Para minimizar el impacto de la infraestructura en este entorno idílico -que ha condicionado todo el desarrollo de esta fase de la variante sur metropolitana-, se ha optado por construir un viaducto sin pilares.
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«En realidad serán dos viaductos independientes, casi paralelos», corrige Rivas. Uno por cada eje. «La idea ha sido evitar que tuvieran soportes sobre el valle, en el que se trata de no tocar ni un árbol. Hay que 'volar' sobre ellos». Así que serán dos grandes arcos muy rebajados, que irán de ladera a ladera, donde ya se están construyendo los estribos que los soportarán.
Los arcos se construirán en vertical y se colocarán en su posición final por abatimiento
Estos puentes, de acero y hormigón, se montarán por piezas, y se alzarán sobre grandes rótulas, bisagras gigantescas que permitirán 'acostar' sus dos partes. Se montarán como si fueran las hojas de dos puentes levadizos abiertos que acabarán cerrándose por una sola y definitiva vez, tiradas por cables. Cuando estas hojas estén levantadas, antes del abatimiento, «se verán más altas que los montes que las rodean», apunta Rivas. La maniobra de acostarlas será espectacular. Pero si alguien planea observarla, «que merecerá la pena, porque no es algo que se pueda ver todos los días», tendrá que armarse de paciencia. De mucha paciencia. La operación de cierre llevará «unos dos o tres días, por lo menos».
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Como el Bolintxu «es intocable», las piezas de estos viaductos tendrán que traerse montadas desde fuera, a través de los túneles, y apoyarse sobre sus respectivas rótulas con «grandes grúas», instaladas en un espacio mínimo. Una de estas piezas, de más de 20 metros de longitud, está ahora en lo que será el enlace de la Supersur con la AP-68.
Parece oxidada. «Es que es acero corten. Su propia oxidación lo protege frente a la corrosión atmosférica sin que pierda sus cualidades mecánicas», aclara Rivas tocando el material. «No necesita mantenimiento». La pieza «es una de las que se encajará en la rótula», añade apuntando a sus gigantescas arandelas.
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En los lados que quedarán expuestos al exterior, se han soldado unas placas «que son deflectores, desviarán el impacto del viento sobre la estructura. El viento suele ser el principal enemigo de los puentes», añade Rivas. «Serán viaductos con una apariencia muy ligera», añade con evidente orgullo profesional.
Complejidad invisible
Los túneles de Seberetxe rondan los 600 metros de longitud. Los de enfrente, los de Arnotegi, superan los 1.900 cada uno. Son dos obras de ingeniería espectaculares, lo que se puede apreciar ahora, cuando aún están en construcción y recorrerlos parece costar una eternidad. «Un túnel de estas características tiene una complejidad enorme, que luego, una vez terminado, es invisible», apunta Miguel Gil, director de obra de este tramo. «En nuestro caso ha sido todavía más complicado, porque ha habido que excavar los tubos en una sola dirección». Normalmente, cuando se abre un túnel, se trabaja desde sus dos extremos hasta un punto de encuentro, a mitad de su longitud. Pero aquí, tanto en Seberetxe como en Arnotegi, «se ha entrado desde los extremos opuestos a Bolintxu, para evitar el meter la maquinaria por el valle». Es algo poco común, «sobre todo en túneles de esta envergadura, y único en Bizkaia».
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Cerca de las bocas que dan al Bolintxu, unas grandes estructuras se mueven sobre raíles. «Son carros de hormigonado». Sirven para encofrar el hormigón de las bóvedas de los túneles, «que son más complejas de lo que parecen». La roca se cubre con una primera capa de hormigón, sobre ésta va otra de geotextil, después otra de PVC, y por fin, sobre esta, el hormigón «que verán quienes conduzcan por los túneles, apenas en dos minutos», sin saber todo lo que hay debajo.
Fase 1b de la variante sur metropolitana
3,5
kilómetros es la longitud aproximada del tramo de esta fase, entre Peñascal y Venta Alta.
Túneles y viaductos
Prácticamente todo el recorrido es por túneles -de Arnotegi y Seberetxe-, salvo el paso sobre el Bolintxu, con sendos viaductos de 162 y 142 metros.
178,9
millones de euros es el presupuesto de adjudicación global de la fase 1b.
En plazo
Las obras se están desarrollando según los plazos previstos. La conexión con la AP-68 estará operativa en la primera mitad de 2023.
Un tramo casi alpino que se recorrerá en apenas 2 minutos
«Lo que ya está hecho es la fase 1A de la Supersur. En lo que estamos ahora es la fase 1B, que empalma el Peñascal», desde donde la variante sur metropolitana ahora se conecta con la A-8, «con la AP-68 en Venta Alta. Este es el auténtico tronco de la Supersur», dice Miguel Gil, director de obra de los túneles de Arnotegi. El tramo incluye estos dos pasajes, de casi dos kilómetros -1.919 y 1.949 metros-, los viaductos sobre Bolintxu -162 y 142 metros- y los túneles de Seberetxe -608 y 620 metros-. «Lo que ahora, con los túneles en obras, se tarda unos veinte minutos en recorrer, apenas supondrán 2 o 3 minutos cuando la infraestructura esté abierta», en la primavera de 2023. «El recorrido entre Peñascal y el enlace con la AP-68 será un tramo casi alpino: túnel, viaducto, túnel». Quienes circulen por él apenas tendrán tiempo de darse cuenta de que pasan sobre la vega del Bolintxu. Todo el espacio que rodea las bocas de los cuatro túneles, dos por cada lado, así como los estribos del viaducto, será regenerado, con vegetación y arbolado, para «curar la herida de la obra».
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