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La reunión. Los participantes, durante el debate en EL CORREO el pasado miércoles.

Euskadi se enfrenta al reto de mejorar los salarios de los jóvenes para evitar su huida

Expertos y empresas coinciden en que debe aumentar la parte variable del sueldo vinculada al beneficio empresarial y a la productividad

Luis López

Domingo, 4 de junio 2017, 01:54

El salario mediano de los jóvenes que se incorporan al mercado laboral es de 800 euros. «Lo mismo que en 1990», afea Sara de la ... Rica, catedrática de Economía de la Universidad del País Vasco. Y lo malo no es sólo que empiecen así, sino que muchos se cronifican en niveles retributivos raquíticos. «Es normal que la edad de emancipación esté en los 30 años y la maternidad en los 36». Muchos se van fuera en busca de mejor fortuna, y Euskadi pierde ese talento. Un talento que se echará en falta dentro de unos años, cuando haga falta mano de obra cualificada que obligue a hacer fichajes en el exterior a precios galácticos.

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El reto es fenomenal, quizá uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta Euskadi. Para analizar el asunto y también la evolución de la economía en general, la fiscalidad, los retos demográficos y demás problemas fundamentales EL CORREO, en colaboración con BBVA, organizó el miércoles una jornada en la que compartieron mesa y reflexiones el consejero de Hacienda, Pedro Azpiazu; el presidente de Confebask, Roberto Larrañaga; la catedrática Sara de la Rica; y el director territorial norte de BBVA, Carlos Gorría. El encuentro estuvo moderado por el corresponsal económico de este periódico, Manu Alvarez.

«Estamos abusando de nuestros jóvenes, muchas empresas ven en ellos mano de obra barata, y hay que salir de este bucle», lamentó De la Rica. Algo a lo que nadie es ajeno. «Mi hija se fue a Madrid y logró un empleo donde cobraba cero. Nada», ilustró Larrañaga. «Al final, lo dejó por otro donde le pagaban 200 euros. ¿Qué tipo de empresas son esas? Una empresa cuyo modelo pase por pagar 200 euros no tiene futuro», criticó el presidente de la patronal, antes de añadir que «en Madrid es un escándalo lo que pasa; aquí estamos mejor». «Estamos igual», discrepó De la Rica, «y tiramos piedras contra nuestro propio tejado».

Más allá de matices sobre las diferentes intensidades del problema en según qué territorio, lo cierto es que estamos ante un desafío. Para Pedro Azpiazu, «jóvenes a 800 euros es la nueva mili». Y esto conlleva un riesgo de desafección: «Para que tengan compromiso con la empresa, la empresa debe tener compromiso con ellos. Tratar de buscar beneficios a costa de la precariedad no es bueno, y la crisis ya ha pasado». Para Gorría, las prácticas, a menudo gratuitas en empresas, «deberían estar en la carrera», lo que evitaría la picaresca actual.

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Larrañaga admite que «si se contrata a una persona en prácticas para hacer el mismo trabajo que otra con años de experiencia, es fraude». Sin embargo, ve razonable el actual contrato de prácticas, en el que se conjuga el trabajo con la formación, con un salario de 800 euros. Otra cosa es el abuso que, todos coinciden, no beneficia a nadie y sepulta el futuro de muchos jóvenes. Además, según el presidente de Confebask, si no se toman medidas, a futuro la falta de personal cualificado tendrá un efecto inflacionista porque «habrá que hacer muchos fichajes», y eso afectará a la competitividad. «En términos futbolísticos, mejor hacer cantera que fichar fuera».

Homogeneizar lo diferente

En realidad, el panorama laboral postcrisis ofrece unos retos que van más allá de cómo encajar a las nuevas generaciones en el mercado de trabajo. La calidad del empleo no es la mejor, las desigualdades son enormes, y los salarios a menudo no son justos. Ahora, tras cuatro años de recuperación, ¿es el momento de pagar más? «En la medida que la subida de salarios no merme la competitividad, sí», opinó Azpiazu, quien recordó que es lo que recomienda desde el Banco de España hasta el Parlamento vasco. Además, y tras años de «sacrificios importantes», meter más dinero en los bolsillos de la gente arranca un «círculo virtuoso»: más consumo, más crecimiento económico, más generación de empleo y más recaudación fiscal.

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Hay que prepararse para el «tsunami demográfico»

  • A los jóvenes hay que cuidarlos siempre, porque siempre son el futuro. Pero aquí, y ahora, más. «Debemos prepararnos para el tsunami demográfico», advierte la catedrática Sara de la Rica. En los próximos quince años los vascos entre 35 y 39 años «van a pasar de 160.000 a 105.000»; y los que tienen entre 40 y 44, bajarán «de 180.00 a 125.000». «Va a haber una caída en tramos de edad fundamentales para el mercado laboral». De paso, el envejecimiento de la población supondrá un desplome de la población activa y disparará el gasto en pensiones.

  • Así que hay que cuidar, especialmente, a la gente que hoy ronda los veinte años. Y eso se hace no sólo con sueldos dignos, sino con un mercado laboral amable que desincentive las deserciones. «Hay que educarlos, no perder a ninguno y, sobre todo, no perder mujeres, porque necesitamos a todos», recomienda la catedrática, que ve con preocupación cómo muchas trabajadoras ponen fin a su carrera cuando afrontan la maternidad. La clave es detener la marcha de talento fuera de Euskadi y para ello hay que ofrecer a la gente «una carrera profesional», apuesta Carlos Gorría. A su juicio, debe haber empresas que den a los jóvenes posibilidad de viajar, de formarse, pero también de arraigarse aquí.

  • Pedro Azpiazu puso de relieve el plan del Gobierno vasco para dar su primera oportunidad laboral a 20.000 jóvenes en esta legislatura. Pero también responsabilizó a muchas empresas de trasladar sus centros de decisión fuera, esencialmente a Madrid, lo que tiene un efecto arrastre nocivo para el territorio. Eso sí, el consejero considera que, aunque haya muchos que se van, también son muchos los que regresan porque «una calidad de vida como la de aquí no se encuentra fácil». Algo en lo que discrepa Sara de la Rica, porque, dice, para las nuevas generaciones el campo de juego es el mundo, y quien hace su vida fuera es difícil que regrese.

«Los salarios ya están subiendo», alegó Larrañaga. «Hay empresas que han tenido subidas hasta del 10%; en Mercedes de Vitoria, y gracias al variable, un 5%; y los sueldos, según el Consejo de Relaciones Laborales (CRL), han mejorado este año un 1,4%» a la vista de los convenios firmados en Euskadi en los primeros cuatro meses. Lo que el presidente de Confbask no comparte es que se propugne la subida «generalizada» sin tener en cuenta las circunstancias particulares de cada empresa. «Hay quien tiene margen para hacerlo, y entonces está bien que lo haga». Pero cada caso es un mundo: el margen de maniobra es diferente en una empresa donde el coste salarial es una parte muy importante de sus gastos que en firmas con un componente más tecnológico, que lo tienen «más fácil». Y en sectores como la construcción, será muy complicado regresar a las cifras que se manejaban en la burbuja. Todo ello sin olvidar que «tenemos los costes salariales más altos de España con las jornadas laborales más cortas».

Sara de la Rica coincide en que no es razonable plantear subidas salariales lineales, del mismo modo que no tienen sentido recortes lineales. «No se pueden homogeneizar cosas que son heterogéneas», dice. Pero sí hace énfasis en la enorme merma en el poder adquisitivo de los trabajadores que perdieron su trabajo durante la crisis y luego se tuvieron que reenganchar en muchas peores condiciones. ¿Cómo mejorar las cosas? A su juicio, estaría bien explotar un baremo objetivo que debería funcionar de forma automática: «Cuando crezcan los beneficios de una empresa, que suban los sueldos». Y, añade, «todas las estadísticas demuestran que los beneficios de las empresas están mejorando, impulsados por las exportaciones y el consumo interno». Así que es hora de que «los trabajadores salgan beneficiados».

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El problema, dice Larrañaga, es que los sindicatos no quieren sueldos variables en función de los beneficios. «Porque no se fían de la información que les facilitan las empresas», replica la catedrática, lo que pone en el centro del debate el diálogo social, o la falta de él. «Debe haber transparencia», asume el presidente de Confebask, pero considera que el «marcaje sindical» es demasiado asfixiante y resulta muy difícil cualquier tipo de comunicación y confianza mutua si «constantemente nos acusan de repartir miseria».

Para el consejero Azpiazu, que una parte del sueldo sea variable es «imprescindible». Y no sólo para adaptar los salarios a la marcha de la empresa lo que tiene el efecto colateral de mejorar la implicación de la plantilla, sino para «incentivar al que trabaja y tiene capacidad». Ese tipo de medidas «ancla más a los trabajadores en la compañías».

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De la misma opinión es Gorría. Aunque matiza que ahora mismo «la prioridad es la creación de empleo» el servicio de estudios del BBVA pronostica que este año el número de parados bajará de los 100.000 en Euskadi, también añade que «los salarios reales deben acompañar a la productividad y la competitividad. Y ya hay muchas empresas que han ganado en ambas cuestiones, por lo que pueden trasladar esas mejoras» a las nóminas, aunque sea en forma de paga variable para tener margen de adaptación si el futuro se tuerce.

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