Las 'puertas giratorias' van a ser observadas con lupa
Aunque Mario Fernández hizo referencia a la existencia de una “norma no escrita”, según la cual todas las personas que habían ocupado cargos públicos ligados a la lucha antiterrorista eran ayudados a reciclarse profesionalmente, lo cierto es que la impresión generalizada apunta a que la recolocación 'no escrita' ha ido más allá de quienes han tenido algún contacto con los departamentos de Interior
Manu Alvarez
Lunes, 9 de marzo 2015, 01:07
Todo tiene consecuencias y el 'caso Kutxabank' -la denuncia ante la Fiscalía por la contratación presuntamente irregular del exdelegado del Gobierno central en el País Vasco, Mikel Cabieces- va a dejar su poso en los periodos postelectorales que se avecinan. Esa fase en la que se renuevan los equipos políticos en las instituciones, bien porque los partidos en el poder deciden un cambio de peones o porque, simplemente, pierden la posición en beneficio de otras formaciones o se forman coaliciones que reducen de forma significativa la capacidad de empleo. Así las cosas, todo apunta a que el 'caso Kutxabank' va a contribuir a que los partidos encuentren dificultades adicionales en la recolocación de sus 'excedentes' tras las próximas elecciones municipales y forales que se celebrarán a finales de mayo. Los movimientos de las puertas giratorias, la contratación de expolíticos por parte de empresas, especialmente si estas son privadas, van a estar sometidos a una vigilancia especial.
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Aunque Mario Fernández hizo referencia en su comunicado público a la existencia de una norma no escrita, según la cual todas las personas que habían ocupado cargos públicos ligados a la lucha antiterrorista eran ayudados a reciclarse profesionalmente, lo cierto es que la impresión generalizada apunta a que la recolocación 'no escrita' va más allá de quienes han tenido algún contacto con los departamentos de Interior. Sería injusto asegurar que todos los expolíticos que son contratados por una empresa tras abandonar sus cargos públicos deben su nuevo puesto a una mano invisible de su partido que les ha puesto la pista de aterrizaje, pero también sería ingenuo ignorar que una parte nada desdeñable de ese colectivo se 'recicla' por esa vía.
La sociedad ha estrechado de forma considerable los márgenes de permisibilidad de este tipo de actuaciones, que hace menos de una década se observaban casi con complacencia -como si fuese un mal inevitable-, pero que cada día que pasa despiertan mayores suspicacias. Los partidos, además, tienen mayores posibilidades de absorber los 'excedentes que se generan en sus filas tras unos comicios si tienen resortes de poder activos. Esto es, sales del equipo de la Diputación, pero te acojo en alguna parte de la Administración vasca -tal es el caso del PNV en estos momentos, por ejemplo- o en la Administración central, como puede hacer el PP. Pero las opciones para otros en el ámbito de los poderes publicos -es el caso del PSE en la coyuntura actual, por ejemplo- son realmente escasas.
Quizá por ello, porque cada día es más difícil para los partidos recolocar a sus peones y porque las llamadas de teléfono 'modelo Cabieces' van a encontrar a partir de ahora alguna reticencia añadida al otro lado de la línea -so pena de correr el riesgo de que el presidente de la empresa de turno pueda verse ante los tribunales, como le ha sucedido a Mario Fernández-, los partidos parecen condenados a recurrir a funcionarios para ocupar puestos de designación política. Al menos tienen una ventaja en esa fase postelectoral: no hay que llamar a nadie para buscarles un empleo.
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