Juan Manuel Uría.

«La poesía está hecha de silencios, como los harrijasotzailes»

En 'Piedra' rinde homenaje a su abuelo 'Errekartetxo' y encuentra 130 paralelismos entre la creación literaria y «el terco afán del levantador»

Elena Sierra

Miércoles, 25 de enero 2017, 02:52

La Albizuri Aundi o piedra de Amezketa es mítica en la harrijasoketa: irregular y sin pulir, es difícil de levantar no tanto por su peso ... como por su forma. En algún momento de su historia alguien intentó dominarla haciéndole unas ranuritas para poder meter los dedos e izarla mejor; luego los aficionados rellenaron las rendijas para que todo volviera a su sitio. Dicen que Santos Iriarte 'Errekartetxo' fue el primero que logró dominarla allá por 1947. Todo esto lo cuenta Iñaki Perurena en el prólogo de 'Piedra. Harria' (en edición euskera-castellano en El Gallo de Oro), el libro con el que el poeta y editor Juan Manuel Uría (Renteria, 1976) establece paralelismos entre la poesía y este deporte rural. La técnica, la intuición, el silencio, la raíz. Encuentra muchos. Hasta 130. 130 alzadas, dice Perurena. Las del nieto de 'Errekartetxo'.

Publicidad

Su abuelo levantaba piedras. ¿Diría que usted también?

De alguna forma nos damos la mano. Él levantaba piedras, pero también un concepto, y creo que lo que hacía era poético. Yo he tratado de ponerle palabras a su pensamiento, a lo que podía sentir. Era un hombre de su generación, no muy dado a hablar de lo que sentía, así que lo he hecho yo por él. Y a partir de ahí, hablo de otras cosas. Yo levanto el verso y piedra y poesía se dan la mano.

Hace falta toda una técnica para levantar piedras y más las que son como la Albizuri Aundi. ¿Como para levantar poemas?

Exactamente. Las piedras irregulares son las más difíciles de levantar. Hace falta pensar con las manos, saber cogerla y abrazarla. Y eso emparenta a mi aitona con el poeta, porque en ambos casos hace falta intuición.

Un harrijasotzaile levanta la piedra. ¿Y un poeta?

Lo mismo, aunque sea en forma de palabra. La pule, trata de elevarla, de trascender. En un juego poético, digo en el libro que el terco afán del levantador es que un día la piedra se quede en el aire. Hay muchas semejanzas entre ambos oficios.

Publicidad

¿El silencio es una de ellas?

Desde luego. La poesía está hecha de silencios, de soledades también. Y he visualizado al levantador como un hombre que se relaciona con la piedra en su soledad y a través de los silencios. Esa comunicación íntima, tanto en el 'arrileku' en su caserío como en la misma plaza, que aunque esté llena de gente y de ruido siempre le deja solo con su piedra, sin palabras.

¿Lleva mucho tiempo trabajando en este libro?

Lo tenía en mente desde hace mucho. El paralelismo entre la piedra y la poesía no es inédito ni original, viene de lejos, desde hace siglos, y otros artistas lo han trabajado (Aresti y su ciclo de la piedra, Oteiza, la estética sagrada de la piedra que nos cuenta tantas cosas en todas las culturas en general). Pero ya que yo tenía esa raíz familiar y esa inquietud por responder a ciertas cuestiones desde el ser poeta, vi la posibilidad de usar como catalizador el levantamiento de piedra.

Publicidad

En apariencia, no hay nada más alejado.

En la prueba física hay toda una poética y la lectura universal de lo que somos. La piedra es tiempo y es testigo de lo que somos, por eso nos cuenta tantas cosas. Es pasado, presente y futuro y es infinita en ese sentido, tiene múltiples facetas. Cada uno extrae la suya, yo aquí he sacado 130.

¿Y qué hay entre un harrijasotzaile y un txalapartari?

En el libro digo que son primos hermanos. Ambos, dentro de ese atavismo y esa raíz, saben lo que encierra la piedra. Para el txalapartari es música, para el hombre prehistórico era el fuego...

Publicidad

¿Alguna vez intentó levantar piedras?

No, no, no, no me he atrevido. Trato de hacerlo con la palabra.

¿Y cuál sería entonces su Albizuri Aundi?

Cada libro de un poeta es tratar de acercarnos a algo que es inefable, de expresar lo inexpresable. Quizá no seamos capaces de llegar pero la virtud está en cada huella, cada libro que se va dejando. Yo en este caso me he quedado en 130 alzadas. Para mí, la poesía es una escultura.

¿Y su abuelo?

Un hombre con bondad, que me parece un valor que hay que ensalzar, y que desprendía ternura, eso dice mi madre. He tratado de superar el estereotipo del vasco fuerte, rudo, bruto, y hablar del levantador tierno, sensible, que ve en la piedra algo que tiene que ver consigo mismo y con la búsqueda del ser.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad