«Pierdes el respeto al paso a nivel porque entorpece todos los días de tu vida»
Largas esperas, el goteo de muertes y averías recurrentes abonan el malestar vecinal con las barreras. Adif y Euskotren planean eliminar 20
Sergio García
Domingo, 18 de junio 2017, 03:44
Javiera Baños tenía 73 años cuando perdió la vida en el paso a nivel de Euskotren en Arkotxa. Aquel 8 de enero de 2004 cruzó ... las vías a la carrera porque se le escapaba el autobús que debía llevarla a Galdakao, donde tenía previsto hacerse la pedicura para asistir al sábado siguiente a la boda de su nieta. Quería estar guapa, tanto que olvidó las cautelas habituales. Cuando comprendió su error ya era tarde. El convoy que iba de Bilbao a Galdakao se le echó encima a toda velocidad y su cuerpo desmadejado quedó tendido sobre las vías. Inerte. Su hija, Josefa Blanca, emprendió entonces una batalla sin cuartel por mejorar las condiciones de este punto negro de la red ferroviaria vizcaína.
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«Nosotros denunciamos, fuimos a juicio, pero no hubo nada que hacer. Le echaron la culpa a mi madre». Pusieron las barreras, eso sí, y levantaron un poco más el murete que impide el tránsito de vehículos. Pero el cruce ha seguido allí, «paso obligado» para los que viven en este barrio de Zarátamo, mucha gente mayor y cada vez más parejas jóvenes con niños pequeños. Un continuo deambular de cochecitos, críos en bicicleta y ancianos que no pueden desplazarse si no es con ayuda de muletas. Para colmo, la parada de tren más próxima está en Zuazo, «así que las vías son un obstáculo que no reporta ningún beneficio al pueblo, sólo peligro», brama Josefa. Dicen que Euskotren no quiere hacer un apeadero «porque somos pocos», lo que reduce sus opciones a Bizkaibus: las líneas 31 y 41 son su único nexo con Arrigorriaga, Bilbao-Basauri y el hospital de Galdakao. Cualquier otro destino requiere soluciones imaginativas, combinaciones rocambolescas.
Pero la insistencia de Josefa y como la suya, la de sus vecinos ha forzado una solución, quizá no la ideal para todos, aunque solución al fin y al cabo. Eusko Trenbide Sarea (ETS) tiene catalogado este punto como el paso a nivel más peligroso del territorio. Nivel 10 de alerta, el máximo posible. El cruce de Arkotxa será historia este verano, cuando se abra al público la pasarela que salva las vías a 200 metros de distancia, cuyo tablero principal se ha colocado esta misma semana.
No será el único. Al menos así lo asegura el operador ferroviario vasco, que se ha comprometido a suprimir otros dos pasos a nivel, en Derio y Lasarmintegi (Usansolo) y ha destinado para los tres proyectos un total de 6,4 millones de euros. Es un paso, aunque para calibrar su importancia convenga recordar que sólo esta red cuenta con 115 en el conjunto de la CAV, de los que 28 están protegidos por barreras, señales fijas y luminosas.
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Un procedimiento lento
El caso de Arkotxa tiene su triste correlato por todo el territorio. Exactamente en 171 puntos, fruto de sumar los 74 pasos a nivel de ETS, los 93 de ancho métrico (la antigua Feve) y los cuatro de ancho convencional que gestiona Adif al paso por Bizkaia. La próxima supresión de 20 anunciada por la Administración llevará aparejado sin excepción un procedimiento lento hasta la agonía; un marasmo de solicitudes, proyectos y anteproyectos, consultas populares, expropiaciones, requisitorias, licencias y soluciones técnicas que se prolonga años, capaz de hacer perder el juicio al más templado y que a menudo zozobra sin que haya entrado una excavadora en cuanto hay un cambio de gobierno.
Pero esta abundancia de pasos a nivel no es consuelo para quienes están obligados a convivir con ellos. Al goteo incesante de muertes y heridos graves, fruto de despistes o imprudencias, se suman tiempos de espera inversamente proporcionales al nivel de observancia. O fallos de seguridad como el que hace un par de semanas denunciaban los vecinos de El Kalero, en Basauri, que grabaron las repetidas pasadas del tren con las barreras levantadas debido a una avería. «Cualquier día habrá muertos», advertían. EL CORREO ha pulsado la opinión de los vecinos de cuatro de estos pasos para quienes el anuncio de la supresión de las barreras es algo así como la luz al final del túnel, así como de un quinto que, pese a sus carencias, no entra en los planes de la Administración, al menos de momento.
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Es lo que les pasó a los vecinos de Zorroza, volcados en el soterramiento de las vías de Feve que atraviesan el corazón de este barrio de Bilbao. Camiones, cruces de 90º en cuesta que conducen a colegios, polígonos y fábricas a la orilla del Cadagua... Un escenario de pesadilla sobrevolado por el viaducto de la autopista y donde los pasos a nivel el de la estación y el de Zorrozgoiti han puesto en pie de guerra a toda la comunidad, más si cabe después del doble atropello registrado en diciembre y que se cobró las vidas de dos ancianas. Dos muescas más en una lista dramática que se ha cobrado ya 21 vidas.
«Jamás hemos estado tan cerca de una solución como en 2011. Nos presentaron cinco proyectos ya valorados, tuvimos asambleas vecinales y escogimos el soterramiento total, que se completaba con un ascensor que comunicaba la parte alta del barrio con la estación. Incluso desde Feve nos dijeron que había una partida reservada de 30 millones para acometer un proyecto de 55. Entonces cambió el gobierno... y hasta hoy». Lo recuerdan Fernando Ramos y Emilia Lagüera, de la asociación de vecinos Aldarrika, ahora que el pacto PP-PNV ha vuelto a poner sobre la mesa el proyecto.
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«Si empezaran las obras en verano de 2018 nos daríamos con un canto en los dientes». Es imposible ignorar el paso a nivel. «De un lado, dos colegios y actividad industrial; del otro, el ambulatorio, el centro cvico, el comercio y la hostelería. Las tres líneas de Bilbobus 18, 85 y 88 y el Bizkaibus que va a Artzeniega siempre acumulan aquí retrasos, es un guión asumido ya por todos», señalan.
El barrio está harto y arremete contra ese vecino incómodo que condiciona la vida de todos, desde el que tiene que madrugar y maldice el mercancías que pasa a las 2 de la madrugada hasta el que ha visto a gente subirse al tren y deslizarse entre las bobinas porque tenía prisa. «Es que son los cercanías, los trenes a León, los de Santander, el mercancías que aparece cuando menos te lo esperas, entre uno y otro, el turístico del fin de semana... Hasta las bajadas de carnavales hay que hacerlas en dos tiempos». Por no hablar de las madres que llevan a sus niños a la escuela. «Que entra a clase a las nueve y faltan dos minutos, ¿qué haces? Pues cruzas». No se quejan del servicio «te plantas en La Concordia en 8 minutos, fundamental aquí que no hay metro», pero su caballo de batalla es el soterramiento. «Eso y el billete único, ¡no te olvides! Que es una pasta.
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Récord en Zalla: 36 cruces
Zalla ostenta el récord de la provincia, 36 pasos a nivel, «lo que le sitúa en el top ten de toda España», dice con sarcasmo su alcalde, Javier Portillo, embarcado en un plan estratégico a tres bandas con Adif y URA para eliminar 8 barreras ferroviarias y un kilómetro de vías, así como la reducción de tiempos de espera en las restantes. Uno de estos cruces llamados a desaparecer es el del Porrón, en Aranguren, que toma su nombre del restaurante de Felisa Canales. Su relación con las vías es, por usar un eufemismo, complicada. Se levanta junto a la línea Bilbao-Santander, seis viajes diarios, entre ida y vuelta, de los trenes de pasajeros. Y los mercancías, «que igual te traen 30 vagones cargados con bobinas de acero y para cuando el último supera las barreras pasa un siglo». Eso por no hablar de cuando los convoyes hacen maniobras, porque 300 metros atrás, en la estación donde se bifurca la vía, hay un sensor que baja las barreras automáticamente «y puedes tirarte media hora y que acabe no pasando ningún tren», remacha Julio Lanuza, director de orquesta y coros de la ABAO y de la banda municipal de Encartaciones. El escenario es desolador. La línea Balmaseda-Bilbao, que discurre a escasos cien metros, tiene 27 trenes de ida y 29 de vuelta al día. «Imagínate lo que es salir con el coche, esperar media hora por el mercancías y cuando finalmente se levanta la barrera, encontrarte la otra bajada».
Ante este panorama, las pitadas al pie de su negocio y su casa, que está encima son el pan nuestro de cada día. «Aquí se queda atrapado todo el mundo, lo mismo automóviles que el Bizkaibus». El efecto es contraproducente: «¿Tú crees que puedes estar así todos los días de tu vida? ¡Claro que cruzas las vías! Pero porque le pierdes el respeto a las barreras, porque entorpecen cada paso que das». Julio va más allá. «Entiendo que es complejo, pero no me creo que no se pueda hacer nada. Aquí, como lo arreglamos todo diciendo que es culpa de Madrid...». ¿Y la angustia de vivir pegado a las barreras? «Supongo que cuando tienes hijos será distinto, pero yo, muchas veces, caigo en la cuenta de que ni he mirado al cruzar. Llega un momento que te acostumbras a todo».
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Sodupe batalla por quitar una barrera que «no entra en los planes de nadie»
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Siguiendo la estela de Feve, las vías llegan a Güeñes, donde se asegura que suprimirán tres pasos a nivel con barreras en La Cuadra, Sologutxi y Güeñes centro. Una medida bienvenida, pero «insuficiente». Así lo cree Imanol Zuloaga, alcalde de un municipio cosido por quince de estos cruces, ocho con barreras y siete sin ellas. Le intriga la solución técnica «de la que no sabemos nada» y la elección de tres puntos «que mueven tráficos muy reducidos, dan servicio a muy pocos vecinos». ¿Para cuando? «Han encargado la redacción del proyecto. A partir de ahí, no me atrevo a aventurar los tiempos de contratación que maneja el Estado».
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Él, sin embargo, pone el acento en las barreras de Sodupe, junto a las que se levanta un edificio centenario que habitan seis familias, el paradigma del despropósito. A 30 centímetros de las vías y flanqueado por la catenaria, en un cruce de carreteras, antesala de un puente, arrimado a un regato... «Lo tiene todo», así que aquí la intervención ni figura en la lista «ni se la espera», dice el edil.
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Belén, la vecina del tercero, no oculta su indignación. Habla de un chaval de 23 años que murió hace 8 cuando salía del bajo donde tenía la sociedad y al asomar la cabeza recibió la brutal embestida. Pero también del «deterioro grande y rápido» de la vivienda, sembrada de grietas, de la pérdida de calidad de vida «la casa vibra con cada tren y mi hija tiene terrores nocturnos, por no hablar de las traviesas que se sueltan por el paso constante de convoyes el traqueteo es tremendo» y los problemas de salud derivados de la polución «porque el polvo lo invade todo, y la cría es asmática». O la necesidad, sin más, de un sueño reparador.
Pero en Trapagaran, Blas Martín y la plataforma de la que forma parte no sólo no se acostumbran, sino que no están dispuestos a pasar ni una. Todavía embarcados en su lucha por alejar del pueblo las mercancías que saldrán algún día de las entrañas del Serantes, no pierden de vista su otro gran caballo de batalla: el paso a nivel que se levanta en cuesta a 200 metros escasos de la estación. Un cuello de botella que conecta el valle con San Gabriel, donde conviven más de 400 vecinos, un colegio y un instituto. La rampa es traicionera, la acera inexistente y la caja de vías tiene unos socavones que son la pesadilla de los conductores y de cualquiera con problemas de movilidad. Por no hablar de las pitadas de madrugada, «que despiertan a todo el barrio. Hay maquinistas a los que se les pega el dedo al botón».
«No sé si lo verán mis ojos»
Los vecinos quieren que lo soterren, no les vale que hagan como en Galindo, «donde han levantado un monstruo de acero que aquí no queremos ni regalado». Pero la orografía es complicada y saben que una solución a su medida exigiría empezar a excavar a la altura de Urioste, en el parque de bomberos. Y es ahí donde surgen las dudas, «porque la inversión es de abrigo y si no se ponen de acuerdo ni para unir las aceras, ¿cómo vamos a confiar en que existe un interés real por suprimir este paso? No sé si lo verán mis ojos», exclama uno de sus compañeros.
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El paso acumula también su buena ración de sustos y averías. Como cuando las barrerasno estaban todavía automatizadas y el tren embistió el coche de Manuel Lobo. «Lo llevó arrastrando casi cien metros y sobrevivió de milagro. Acojonado, eso sí, pero ileso», evocan. O camiones que desvía por error el GPS a esta vía limitada al paso de vehículos de 3,5 toneladas y que se quedan varados.
«Desde que se llevaron al guardabarreras, hemos perdido tranquilidad y calidad de vida». Su queja parece beber de las mismas fuentes que otros afectados. «Transcurre tanto tiempo entre que bajan las barreras y pasa el tren, que la gente se impacienta y cruza cuando no debe». Y, como ellos, recalcan que su lucha no es contra el tren, «que nos deja en Bilbao en 20 minutos. Lástima que no haya más servicios».
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