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Cartel de la feria taurina de Bilbao de 1915.

Bombas en Europa y toros en Bilbao

En plena conflagración mundial, los festejos de la Semana Grande de 1915 divertían a bilbaínos y forasteros

Mikel Iturralde

Viernes, 28 de agosto 2015, 01:31

Mientras Europa asiste con zozobra al desenlace de la batalla naval en el golfo de Riga y al avance victorioso de las tropas austroalemanas, Bilbao entra en la penúltima semana de agosto de 1915 con sus fiestas patronales. La Semana Grande ("así hemos dado en llamar a nuestras clásicas fiestas, donde todo es bullicio y alegría", explicaban los periódicos) concentra su actividad en los toros y el teatro, fundamentalmente, pero también en diversos espectáculos de calle. No es de extrañar, por tanto, que la ciudad se llene de forasteros atraídos por los matadores y los actores de moda.

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  Sin duda alguna, más que los fuegos artificiales y las verbenas, el epicentro de la fiesta son los toros. Los primeros espadas se citan en Bilbao, aunque los aficionados acuden al coso de Vista Alegre a ver a su paisano 'Cocherito' (Cástor Jaureguibeitia Ibarra, un nombre impronunciable más allá de Orduña). Aunque ya en imparable declive, aún es capaz de enfrentarse a las más aguerridas ganaderías con arrojo; pero solo se le ve triunfar ya en tardes muy significadas. El diestro bilbaíno comparte cinco corridas con Belmonte, Gaona y Vicente Pastor; los 'santa colomas', 'parladés', 'miuras', 'murubes' y 'pablo romeros' se turnan en el albero. "Daba gusto contemplar la plaza momentos antes de comenzar la lidia. La entrada, un lleno. Mujeres bonitas; alguno que otro mantón de Manila tendido sobre el barandel de los palcos, y el señor Marco Gardoqui (el alcalde), en la presidencia", relata en 'El Noticiero Bilbaíno' Don Homobono, de cuya pluma sale la incendiaria crítica taurina. "El resumen puede hacerse en cuatro líneas, y es mucho. De los matadores, Vicente Pastor en la faena de muleta y muerte de su segundo. El ganado mediano, falto de bravura y poco codicioso", remata el crítico.

Aún hay lidia una quinta tarde en Bilbao, pero en esta ocasión en la plaza de Indautxu, donde Pacomio Peribáñez y Punterei se enfrentan a seis morlacos del marqués de Villagodio, propietario del coso y con fama de mantener una ganadería con poco trapío. En esta ocasión sobresalen por su bravura los astados, "dignos de haberse lidiado en Vista Alegre", resalta el crítico de 'El Noti'. Pero en general las corridas no satisfacen demasiado al público; salvo dos faenas en la tarde del miércoles de Belmonte, "que daba una impresión de estupor, de tragedia", y Gaona, "una estampa de arte, finura y elegancia". "Nuestro trabajillo nos ha costado, pero los forasteros vamos contentos y con material suficiente para discutir en el viaje y contar algo bueno a los amigos", escribe Santo Mano en 'El Pueblo Vasco'.

Todos los periódicos dedican el grueso de su información festiva a las corridas en Vista Alegre. Leído con la distancia que marca el tiempo, tanta como el siglo que ahora se cumple, se antoja extraño ver cómo los rotativos de la Villa abren sus primeras planas con los avances y retrocesos de los ejércitos que se matan en los duros combates del escenario europeo. "Bombardeo de Riga por la escuadra alemana. Los zepelines cooperan a la acción de la escuadra", asegura 'El Pueblo Vasco' en su portada. "Importantes avances austro-alemanes en todo el frente ruso. Una crueldad sin precedente competida por los rusos", señala 'La Gaceta del Norte'. "900.000 alemanes sobre Brest-Litowsk", dice 'El Noticiero Bilbaíno", mientras en 'El Nervión' se destaca: "Es probable la guerra entre los Estados Unidos contra Alemania".

Pero en Bilbao la tragedia europea queda para los periódicos. Solo se prestaba atención cuando se producía algún ataque contra los buques vizcaínos en el Cantábrico, donde se apostaban los submarinos alemanes que esperaban a los mercantes que salían de los puertos españoles, oficialmente neutrales. Los buques vizcaínos, en particular, eran una presa codiciada porque transportaban mineral a Reino Unido y comerciaban con los puertos franceses. Pero, en general, las escaramuzas y combates que segaban la vida de miles de europeos se veían con mucha distancia.

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Horarios para trasnochar

Las fiestas se viven con toda la fruición que permite el bolsillo. Los cosos taurinos se llenan, pero también presentan buena entrada los teatros y el circo, que ofrecen espectáculos variados. La compañía Guerrero-Mendoza estrena en la capital vizcaína la comedia de Benavente 'El collar de estrellas'. En el Circo del Ensanche, la Gran Compañía Parish organiza dos funciones diarias. El Trueba anuncia a bombo y platillo el debut del equilibrista 'El hombre sin miedo', aunque también actuaban "notabilísimos patinadores" como Los Mari-Titoy y Les Tumillet "haciendo trabajos de verdadera sensación"; presumía también de contar con Rafel Arcos "maquietista (sic) y notable transformista". No podían faltar a la cita con los bilbaínos los encuentros de pelota que centraban su actividad en el frontón Euskalduna. Y en los jardines Campos Elíseos tenían lugar "grandes bailes diarios" desde las cuatro de la tarde hasta la una de la madrugada, con asistencia de la banda de Garellano, pianos de manubrio y tamborileros. Barracas y espectáculos de fuegos artificiales provocaban que la noche se estirara hasta bien entrada la madrugada.

Los más trasnochadores tenían problemas para la vuelta a casa. En el caso de los bilbaínos, la cuestión se solventaba con el 'coche de San Fernando' (un rato a pie y otro andando, que decía la copla popular). Pero constituía un problema peliagudo para quienes residían en municipios de la Margen Izquierda o más allá de Erandio. Así que el vespertino 'El Nervión' ejerce de intermediario entre los usuarios y la operadoras ferroviarias con el fin de que los festejos de la Semana Grande sean de provecho para bilbaínos y foráneos. "Atendiendo a los ruegos que ayer nos hicieron muchas personas que residen fuera de la villa, trasladamos la petición a las compañías de los ferrocarriles y tranvías de Las Arenas y Portugalete para que, en el servicio extraordinario que han dispuesto esta semana a las doce de la noche, retrasen las salidas hasta la una, porque a la hora establecida no han terminado aún los espectáculos y son bastantes los que se ven en la presión de salir antes de la hora en que confluyen las funciones".

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Para rematar la semana, los Reyes se acercan hasta El Abra, en ruta hacia Santander. Es jueves y la ciudad vive inmersa en la fiesta. "A las tres de la tarde había en los muelles de El Arenal y Ripa y en el puente de Isabel II una gran animación. Muchísimo público presenciaba el embarque en los remolcadores, fletados por sociedades y entidades bancarias, para esperar al monarca y su real familia", relata 'El Nervión'. Solo en el muelle de El Arenal estaban amarrados las embarcaciones 'Ederra-Mendi', 'Zabal-Mendi', 'Alai-Mendi', 'Aitor-Mendi', 'Ezkira' y 'Andrés', todas ellas engalanadas con la bandera española, la matrícula de Bilbao y el telégrafo de banderas. Lo mismo ocurría en otros tantos embarcaderos de la Villa. "La animación fue en aumento, acudiendo muchas damas, que fueron ocupando los remolcadores en que estaban invitadas", recalca el vespertino.

Los diarios cierran sus ediciones del domingo y lunes con la crónica de la parada de sus majestades a Gernika, donde visitan la Casa de Juntas, rinden tributo al árbol centenario y acuden a la fábrica de armas Esperanza y Unceta. Alfonso XIII y su esposa, que también pasan por el castillo de Butrón, se despiden de Bizkaia con un cotillón en el Club Marítimo, donde permanece atracado el acorazado que lleva el nombre del monarca, y la asistencia al santuario de Begoña. La Reina se inscribe como hermana mayor de la Cofradía de la Madre de Dios y el Rey entona La Salve popular.

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Pero la crueldad del conflicto bélico no abandona las páginas de los periódicos. La situación en Rusia es muy grave, tras la retirada de Brest-Litowsk; el avance de los alemanes hacia Petrogrado parece inevitable. Los ecos de la fiesta aún resuenan en la Villa, que aún dedica espacio a la última crónica taurina de la Semana Grande. "La última de feria, si no colmó nuestros anhelos, fue sin duda de las más divertidas. La gente fue a la plaza esperando que los artistas, como día de despedida, sabrían comportarse. Y justo es de reconocer que no salimos del todo quejosos. El ganado ha sido grande, muy bien presentado, bravo, codicioso y de poder. De los matadores, Cochero hizo cosas buenas; Gaona tuvo mala suerte; y Belmonte, una buena tarde. Y hasta el año que viene, que esto se acabó" .

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