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La recuperación de un legado

Analisis del Panathinaikos ·

La grandeza pasada pesa en la responsabilidad de un Panathinaikos que intenta dejar atrás unos últimos años de baloncesto escaso y pobres resultados

Martes, 12 de octubre 2021, 16:02

Resulta paradójico que para afrontar el futuro con ciertas garantías haya que hacerse cargo del peso de la historia. La influencia de las generaciones pasadas, ... de sus logros y hazañas, llenan una mochila que hay que llevar a cuestas día tras día, según cruzas el umbral de la puerta de cada entrenamiento. Como una enorme capa que te atrapa, que te acoge, que te cubre en algunos momentos y acongoja en otros, la historia pasada evalúa cada gesto que haces, cada movimiento que realizas, cada pulso que tomas y cada reto que te marcas. Y te recuerda, susurrando desafiante, eso de 'nunca olvides quiénes somos'.

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El OAKA de Atenas es un majestuoso pabellón de más de 18.000 espectadores (confieso que uno de mis deseos es poder ver allí un partido en directo), que tiene pinta de ser un símbolo que transmite el potente legado que Panathinaikos ha ido construyendo a lo largo de los años. Y ese simbolismo queda impregnado en la piel de quien lleva la camiseta de su equipo, en su cancha o en cualquier otra pista del resto de Europa. Cada jugador, cada miembro del staff, cada aficionado sabe que ser del Panathinaikos conlleva mucho más que jugar -bien y con intensidad- al baloncesto. Y este ha sido el problema de los últimos años: que Panathinaikos, sencillamente, no era el Panathinaikos.

La regla de este verano ha sido armar un equipo reconocible, en fondo y forma, en juego y personalidad, en esa identidad que debe permanecer al tiempo que ha de adaptarse a los nuevos paradigmas que rigen el basket europeo de máximo nivel. Talento y físico, capacidad técnica y mentalidad, juego de equipo y explosiones de intensidad. Todo, una vez más, desde una reconstrucción clásica: nuevos bases, con peligro, calidad y físicos, como Macon, Perry y el recién llegado Ferrell, para ponerse al nivel de esta Euroliga protagonizada por bases, y un juego interior repleto de físico, con Evans, White y Floyd. Todos ellos suman junto a la personalidad griega ya conocida de Papapetrou, Papagiannis, Bochoridis, Kaselakis y Mantzoukas. Se suman Sant-Ross y Nedovic, referente anotador y su nuevo entrenador Priftis, conocedor de primera mano de aquellos tiempos gloriosos, para que el equipo pueda mostrarse más sólido, competitivo y más reconocible, como siempre debió ser.

Su estilo en estos primeros compases de la Euroliga se basa en jugar 5x5 en la cancha, buscando equilibrio en lo ancho del campo. No es un equipo que arriesgue en transición salvo que la ocasión sea muy clara. Entiende que la calidad se ha de manifestar en la manera de compartir el balón y donde la prioridad en el juego la marcan sus exteriores -en especial Nedovic, Papapetrou y White- y la capacidad de aprovechar las ventajas que estos jugadores crean. Floyd y Papagiannis juegan muy cerca del aro, Macon y Perry, sus bases, tratan de ganar protagonismo y Sant-Ross y Evans aprovechan el resquicio que queda para mostrarse tan peligrosos como el resto. Les gusta jugar con dos bases al mismo tiempo y en ocasiones sin 'cinco' definido. Pero los roles están claros en ataque. En defensa tampoco existe duda: hay una única misión colectiva y compacta, donde el físico se emplea para empequeñecer al rival desde todo el campo, como si de un clásico Panathinaikos se tratara, como tratando de recuperar aquel equipo de toda la vida.

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