Howard sufre el marcaje de Dovydas Giedraitis. Jesús Andrade

El Howard mustio también puede ser decisivo

El anotador irrumpe en el peor momento azulgrana y aporta nueve de los 18 puntos del último cuarto para mitigar el 34% de acierto en tiros de campo

Jueves, 6 de marzo 2025

El Baskonia se vistió con una camiseta de hace 20 años para lograr una victoria de estilo 'vintage'. Solo necesitó un 34% en tiros de ... campo para sentirse aún con opciones de pelear por el play in. El estilo de juego abierto, con alto volumen de pase y con circulaciones de balón vertiginosas son tácticas aletargadas este año tanto en el Buesa Arena como el mejor Markus Howard. Pese a esta versión mustia y desacertada durante toda la temporada, sin lograr echar la puerta abajo y acabar con la ansiedad y el desánimo sobre la pista, su talento anotador le sirve para poder ser determinante hasta con un triple a tablero.

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El escolta irrumpió cuando más lo necesitaba el equipo. Atascado en ataque y con el Zalgiris cada vez más cerca de tomar el control del partido a base de rebotes ofensivos, el astro estadounidense anotó el triple con menos ventaja y peor lanzado de los cinco que había intentado. Subidón anímico. La canasta que había fallado antes quedaba enterrada. El siguiente ataque se lo jugó él. Uno contra uno. Con botes rápidos por debajo de las piernas. Y triple. Dos seguidos. Ese 56-47 (minuto 33) que reinaba entonces en el marcador fue la mayor distancia de todo el partido.

Por esas cosas difíciles de calibrar de este Baskonia, Howard no tocó el balón en las cuatro siguientes jugadas. Solo recibió la patata caliente de jugársela sobre la bocina y ya con el resultado adverso, 61-62, para anotar de cualquier manera el triple a tabla (3 de 7) que permitió a los azulgranas mantener el pulso.

Un final ajustado era sinónimo de terror. Los tres últimos minutos volvieron a ser una apología del individualismo. El de Moneke, que perdió un balón mientras Howard esperaba en el banquillo por eso de sentarle a la hora de defender. El de Forrest, para forzar una penetración que tiene capacidad para meter pero también de terminar sin tocar siquiera el aro, con Howard ya en la cancha. O el de Cabarrot, obcecado tras recoger el balón que Hall quería quitarse de encima, forzando hasta la saciedad para postear y anotar tras un buen reverso a falta de 21 segundos.

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Determinación de Moneke

Pero el triunfo vitoriano tuvo el sello que suele ponerle el Zalgiris. La defensa como medicina a los dolorosos ataques. Moneke se quedó en el cambio con Sylvain Francisco y jugaron el uno a uno que tantos entrenamientos realizaron en su insigne etapa en Manresa. El nigeriano celebró un tapón que mandó a su amigo al banquillo y acabó tan cansado como para meterse a la cama sin cenar. «Pero juegan los Lakers», reparó. Su determinación sobre la cancha dio otra victoria surrealista. Con 17 rebotes en ataque del rival y solo 20 canastas en juego.

La mejor trenzada, el triple de Rogkavopoulos para cerrar la primera mitad. Buena circulación, salida de bloques y el griego acertado. Se lo dedicó a un aficionado ubicado en el primer anillo. Laso le apuntó a él. Luego casi no volvería a lanzar. Solo tres tiros y esos tres puntos.

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