Los aficionados bilbaínos venimos observando con esperanza la aparición de rostros jóvenes en la plaza de toros de Vista Alegre durante los últimos años. Lo ... mismo ocurre en todas las plazas de toros de España: la juventud puebla los tendidos cada vez en mayor medida. Resulta muy difícil de olvidar la imagen de una multitud de jóvenes conduciendo a hombros a Morante a lo largo de la calle de Alcalá, en Madrid, tras salir por la puerta grande de Las Ventas.
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Muchas pueden ser la causas que atraigan a estos nuevos aficionados hacia la tauromaquia. Quizá estas mentes jóvenes, menos moldeadas por los modernos dictados y convencionalismos, son receptivas a la hora de apreciar el arte del toreo: la cadencia de un lance, el temple de un muletazo y también la emoción de una suerte de varas.
Detrás de todo ello aparece el ilusionante reto: conseguir que se conviertan en buenos aficionados, aquellos que otorgan al toro la máxima importancia y respeto que merece.
Para esta juventud los toreros son verdaderos héroes, héroes populares. Figuras que despiertan aquello más alto a lo que puede aspirar un artista: admiración sincera. Esta admiración no puede ser otra cosa que sincera, sin artificios, pues la figura del torero no se promociona en grandes campañas publicitarias, ni recibe el apoyo de marcas multinacionales; todo lo contrario, nace del pueblo y es el pueblo, la multitud, la que lo carga sobre sus hombros en tardes de gloria. La admiración que estos jóvenes sienten por, digamos, Morante, surge sencillamente del acercamiento a la obra de arte que realiza en el ruedo, de la observación de lo que acontece ante sus ojos, no está mediatizada por nada ni nadie. Esta es, en definitiva, la verdad que caracteriza al toreo.
En cuanto a valores, una figura como el maestro Morante tiene mucho que aportar: valentía, superación, honestidad… La juventud también puede aportar mucho al toreo y al diestro de La Puebla del Río. No en vano, esta temporada está toreando como insuflado de nueva energía juvenil, con alma entregada de novillero y poso de gran maestro. La juventud, lo nuevo, por un lado, y lo antiguo, lo añejo, por otro, refundidos en Morante, en el clasicismo de lo eterno.
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