Andrés Fernández gesticula durante un partido de su etapa actual en el Huesca, que arrancó en el verano de 2020. María José Segovia

Andrés Fernández, un portero entre el budismo y la inteligencia artificial

Huesca-Alavés ·

El murciano creó una empresa tecnológica y se inspira en Gandhi para llevar una carrera que le ha hecho incluso debutar en Champions

Domingo, 2 de abril 2023, 02:29

Andrés Fernández (Alcantarilla, Murcia, 36 años) nunca ha jugado en el Deportivo Alavés. Pero a través de su trayectoria se puede navegar también por el ... pasado reciente y presente albiazul. A lo largo de una carrera que se aproxima ya a las dos décadas, el cancerbero que hoy busca frenar al equipo vitoriano desde la portería del Huesca ha tenido como entrenadores al actual técnico albiazul, Luis García, así como a dos de los tres del curso pasado: Javier Calleja y José Luis Mendilibar. Son casi doscientos partidos en Primera, más de un centenar en Segunda e, incluso, tiempo para debutar en la Champions con el Porto. Aunque su trayectoria también depara momentos que se salen del carril habitual de un futbolista de élite.

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Fernández es copropietario de una empresa de inteligencia artificial y también un ferviente practicante del budismo como filosofía de vida. Además, estudia informática en la Universidad a distancia y confía en terminar el grado una vez cuelgue las botas. «El tópico del futbolista que no se interesa por nada no me gusta demasiado», reconocía hace años. Entonces también planteaba a La Liga su filosofía de vida. «En casa, antes de ponernos a jugar nos obligaban a aprender. Siempre me ha gustado hacerlo».

Fernández fundó Biyectiva en 2018 junto a dos jóvenes murcianos. Ellos tenían las ideas y él, además de capacidad para invertir, interés en la materia. La empresa busca desarrollar el aprendizaje en la inteligencia artificial y lo aplica a diversos sectores. Desde productores frutícolas a la medicina deportiva. Dedica las tardes a su empresa. También a la meditación. Entró en ese mundo gracias a su madre, que incluso ha escrito un libro relacionado con el tema. De ella también aprendió el amor por la lectura. Y a Gandhi. Lo relee con frecuencia para salir de la burbuja del fútbol y cree sobre el indio, como explicaba en Público, que «acabaría con los egos» en el deporte.

Zamora de Segunda

Pero Fernández también es, sobre todo, un buen guardameta. Aunque por momentos creyera que no era lo suyo. En 2011, al poco de arrancar su primera temporada profesional en Osasuna, le tocó medirse al Barcelona. Un equipo temible que llegaba de haber ganado Liga y Champions. La pesadilla que podía imaginar se quedó corta. Le cayeron ocho. «Lo primero que pensé es que era muy malo», reconoció tiempo después sobre ese encuentro. Al terminar, Víctor Valdés, entonces su homólogo en el Barcelona, le dio un abrazo y un consejo: «Tú no has tenido culpa de nada». Dos temporadas después encajó siete ante los azulgranas, pero ya había aprendido la lección.

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Entonces ya estaba consolidado en la meta rojilla. A Pamplona llegó con veinte años y permaneció seis, con una cesión al Huesca de por medio. Con su actual equipo fue Zamora de Segunda y se ganó un hueco en Primera. Tras tres temporadas notables, el Porto llamó a su puerta. El fichaje de su vida. Aunque nada funcionó como esperaba. Apenas jugó cuatro partidos en toda la temporada, pero pudo debutar en la Champions. Ni siquiera la presencia de un compatriota y exportero como Julen Lopetegui en el banquillo portugués le dio más opciones.

Entonces volvió a la Liga. Fue un pilar fundamental en la permanencia del Granada y logró fichar por el Villarreal. Ahí se alternó con Asenjo, aunque ambos tuvieron que pelear con un tercer elemento: las lesiones de rodilla. Cada uno tuvo una. La de Andrés, cuando estaba instalado al fin en la titularidad. Volvió, pero Asenjo ya era el dueño de la meta. En 2020 optó por regresar al Huesca, entonces en Primera. Pese al descenso, se quedó. Y ahora es una pieza fundamental en un proyecto que busca el difícil equilibrio entre el recuerdo de un pasado notable y una realidad más modesta. Este año suma ya quince porterías a cero y es el muro que deberá batir el Alavés para mantener sus aspiraciones.

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