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IGOR MARTIN
ESKERRIK ASKO

La suerte en harina

Un espacio para dar las gracias a esa persona que tanto nos ha ayudado durante 2021 ·

Cuando parecía que estaba condenado a quedarse atrapado en la rueda de trabajos de día o de horas, Javier le ofreció un puesto estable de panadero. Por eso le quiere dar las gracias

Miércoles, 29 de diciembre 2021, 00:27

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Tú, que madrugas, que fichas. Tú, que entre bronca y bronca del jefe, entre llamada y llamada, haces búsquedas en Google del tipo 'Cómo cambiar de vida', 'Cómo vivir sin trabajar'... Tú, seguro, no podrías evitar arquear una ceja cuando Luis se te planta de frente, con una sonrisa de oreja a oreja hablándote de la tremenda suerte que tiene por, al fin, haber conseguido un curro estable en un año tan tremendamente complicado como el que ha pasado. Suerte, su-er-te, dice el tío, embadurnado de harina tras el turno en la panadera en la que da el callo.

Hasta que empieza a contarte su historia y, ahí; ahí sí que empiezas a entenderle. Y a pensar que, a lo peor, tu curro no está tan mal. Y que tú también tienes un poquito de suerte.

Luis Acuña es uno de esos tipos que nunca aparecen en las noticias. Por mucho que le afecten a él directísimamente. Bien visto, él ha sido una especie de 'extra', un personaje secundario de muchos de lo acaecido en los últimos tiempos por estos pagos. ¿Se acuerda del incendio que, en 2018, arrasó la fábrica de quesos Aldanondo, en Salvatierra? Pues a él le abrasó el futuro. Allí curraba y, de un día para otro, mientras la factoría se derretía entre rescoldos, a él la cuenta corriente se le quedó en brasas con ese maldito ERE que le aplicaron.

A partir de ahí, entró en esa rueda de hámster que es el mundo de la ETT, en el que, corres y corres y siempre tienes la sensación de estar en el mismo punto. En la pura precariedad. Fue encadenando contratos y contratitos. De días, incluso de horas. Como muchos, él sabe lo que es que te admitan en un curro a las siete de la mañana y que te den la patada a las tres de la tarde. «He podido tener más de 20 contratos en cinco años. Había días que me llamaban para incorporarme a un trabajo con una hora de margen», cuenta Luis.

La fábrica de quesos en la que curraba ardió y a él se le derritió el futuro. El virus y la crisis de los chips le llevaron al paro

Él, acostumbrado a apretar los dientes muchísimo, a trabajar y trabajar, siempre creyó que todo iría mejor, que las cosas no se iban a torcer de forma eterna. Y llegó el virus. Y la rueda de hámster laboral se paró en seco: se dio de bruces contra el suelo. Ni ERTE ni nada. Él se vio, de repente, con una mano delante y otra detrás. Pero no se amilanó: encontró un curro en una factoría auxiliar de la Mercedes, con la promesa de quedarse allí «un tiempito». Ahora, sí. Ahora sí que las cosas pintaban bien. Ahora sí que parecía que Luis iba a lograr la estabilidad que tanto ansiaba.

El caso es que, ¿se acuerda usted de lo de la crisis de los semiconductores, el asunto lejano de los microchips? Pues otra vez que le afectó a nuestro antihéroe. «Me dijeron que no me podían renovar. Me desanimé mucho y lo pasé, lo pasamos en casa, muy mal. Tengo un niño pequeño y no quería que se enterara por nada del mundo lo que estaba pasando», cuenta Luis. De pronto, la «suerte», dice él, la suerte enharinada, se le cruzó en su vida. Javier Armendáriz, jefe de operaciones de La Vitoriana le ofreció un curro estable de panadero.

«Ni te imaginas lo agradecido que le estoy», dice un poquito emocionado el currela. Ojo, que no hay peloteo ahí, sólo una tremenda gratitud. «Yo sí que te estoy agradecido, no es porque estés aquí delante, pero es que encontrar a un trabajador como tú no es nada, pero que nada fácil», le responde el patrón.

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