Mendoza en azul índigo
Estrenamos 'Álava a pinceladas', una serie mensual que propone una forma diferente de mirar la provincia ·
Con una mancha en forma de vano insinúa Julián Sánchez toda la fachada de la iglesia en un pueblo célebre por su torreón fortificadoÁngel Resa
Domingo, 29 de septiembre 2019
Al escuchar cómo Julián Sánchez describe una parte concreta de su técnica pictórica pienso que hablo con Rafa Nadal. O que el salmantino que se estableció hace 33 años en Vitoria bien podría registrar ese movimiento tenístico consistente en el muñequeo. Como huye de las líneas rectas y prescinde de dibujos previos se inclina por unos leves regates con el pincel que forman curvas tenues, sinuosas y hasta sensuales. Esto de crear obras rápidas al aire libre debe de rejuvenecer un montón porque le invaden a uno las ganas de pedirle el DNI para comprobar que, efectivamente, bordea los ochenta. Cuando trabajaba y vivía en Bilbao alternó la acuarela y el óleo, pero ya se ha echado en los brazos de la primera. «Me gusta mucho la impronta que con una mancha te hace sentir algo, ese toque impresionista de centrar la atención en un punto de interés y donde el resto es accesorio».
Julián ha elegido Mendoza, pueblo famoso por su torreón fortificado del siglo XIV, pero no para reproducir ese icono de recio abolengo. Prefiere recrear la iglesia del pueblo que a sus espaldas deja entrever los edificios altos y cromáticos de Zabalgana. Hay gente a la que su obra le representa y otra en la que autor y resultado se muestran divergentes. Este Sánchez que reclama el tuteo pertenece a la estirpe primera. Culto sin dárselas de nada opta con los aparejos por una sencillez palmaria, ayuna de estridencias, parca en colores y tendente a los tonos fríos, una pintura reposada que genera calma entre los observadores que le acompañamos en esa mañana grisácea. Cuatro trazos, y a partir de ellos, 'voilà'.
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De inicio ha depositado con mimo miajas de los tubos necesarios con los que elaborar el bucólico paisaje desde una carretera estrecha y pedregosa que remonta un ciclista de montaña. Más que asistir al talento, indudable desde luego, de un hacedor en vivo cree el coro -fotógrafa, cámaras y quien esto escribe- contemplar un ejercicio de prestidigitación. Abracadabra y con un brochazo cariñoso en azul índigo se intuye la pared entera del templo religioso. Hay mucho de insinuación y de reto mental en la acuarela, de reconocer el todo por la sumas de las parte. De pronto me inquieto. ¿Será que llega una patrulla de Miñones a pedirnos la documentación? Lo digo por la prisa paradójicamente serena con la que trabaja. En veinte minutos ha compuesto Julián una lámina preciosa y llega el momento de recoger el caballete al que ha incorporado mejoras caseras. De algo habrían de rendirle sus estudios de Peritaje e Ingeniería. Ahí queda Mendoza retratado como el hermoso pueblo que es.
Julián Sánchez
Natural de Ciudad Rodrigo (Salamanca). Estudió Peritaje Industrial Eléctrico en Béjar e Ingeniería ya en Bilbao mientras trabajaba en la antigua Euskalduna. Desde 1986 reside en Vitoria, donde ha alternado clases de óleo y acuarela en la Escuela de Artes y Oficios. De esta modalidad pictórica le gusta que «una mancha ya dice algo y te hace sentir». Y destaca de ella «el toque impresionista».