Dime lo que calzas y te diré lo que padeces. Es el sencillo diagnóstico de Isabel Guillén, Jefe de la Unidad del pie y el tobillo de la Clínica Cemtro de Madrid. «Metemos los pies en jaulas preciosas», explica y de ahí proceden la
mayoría de las dolencias que padecemos en ellos.
Pero no toda la culpa de los 'Hallux valgus', el nombre científico de los juanetes; de los dedos en garra; metatarsalgias; neuromas de Morton; fascitis plantares y demás males que son epidemia del hombre calzado se deben al zapato, también hay una predisposición morfológica y genética que juega su papel: hay poquísimos juanetes entre los africanos que viven descalzos, pero alguno hay.
En España, sin embargo cada año se operan cerca de 5000 personas de esta deformación dolorosa que padece un 31 por ciento de la población de más de 30 años de edad. El juanete es el campeón de los problemas del pie, y es muy femenino. Hasta el 80 por ciento de los pacientes en muchas consultas de traumatología del pie son mujeres. Es el precio de la coquetería.
Las bonitas jaulas en las que ellas meten los pies son eficaces torturadores de uno de los dos puntos del pie sobre los que apoyamos el peso de nuestro cuerpo. La base y el talón deberían soportar en equipo y al 50 por ciento nuestra envergadura. Cuando el talón sube aupado por los tacones, el peso se descompensa y cae sobre la sufrida base, los dedos resbalan y se apelotonan. Dentro del zapato, los 26 huesos, 33 articulaciones, más de cien tendones, músculos y ligamentos que se alían para cargar con nuestro peso multiplicado por seis con cada paso que damos se adaptan esforzadamente a la jaula zapatil.
Ojo, tampoco es bueno ir totalmente plano: eso perjudica al tendón de Aquiles, por ejemplo. Y las chanclas son fatales: animan a los dedos a ponerse en garra para sujetarse, son planas y no amortiguan, con lo cual sufren los metatarsos. ¿Mejor descalzos? Tampoco: el zapato se inventó para proteger al pie de las heridas y del terreno.
¿Qué nos calzamos entonces? Un zapato más anatómico, que adapte el pie al suelo, dicen los médicos. El ideal tiene un poco de tacón (unos dos centímetros), sujeta el arco y amortigua la pisada. No debe ser duro (por las rozaduras), ni estrecho (los pobres dedos se deforman para caber), ni de plástico (por el sudor). En realidad, el zapato ideal es el que se hace a medida para cada pie de cada persona (no son iguales el izquierdo y el derecho). Un lujo al alcance de pocos.
Si le duelen los pies y va al traumatólogo sepa que saldrá de allí con unas plantillas. Es el primer paso habitual con las dolencias del pie. Si no funcionan viene la infiltración de antiinflamatorios y anestésicos. «También se hacen infiltraciones con células madre y sangre, pero no está demostrada su eficacia. El ácido hialurónico no se suele infiltrar en articulaciones pequeñas», explica la doctora Guillén.
El último paso es la cirugía. Se procura evitar porque es una experiencia dura para el paciente. «El pie tiene una mecánica perfecta, cada uno de sus 26 huesos tiene su articulación y, al operar, alteras toda esa mecánica», explica Guillén. Tras una intervención de juanetes, por ejemplo, hacen falta de seis meses a un año para estar del todo bien. Una cirugía de juanetes nunca se debe hacer por estética, advierten los traumatólogos
Ahora también se practica la cirugía percutánea, minimamente invasiva. Funciona bien para los dedos en garra o pequeñas deformidades como 'el juanete de sastre', el del quinto dedo (el meñique del pie). Y la radiofrecuencia se utiliza cada vez más para combatir el neuroma de Morton, la inflamación del nervio interdigital.
Tras las mujeres, otro gran grupo de sufridores de los pies es el de los hombres de entre 45 y 55 años que se han lanzado al mundo runner. Son carne de cañón para la fractura del recluta –provocada por una actividad muscular excesiva– y para el neuroma de Morton. «Estamos perdiendo el norte con el deporte –alerta Guillén–. Mientras que los deportistas de élite se preparan para competir, el resto de la gente se prepara ya compitiendo».
No es lo mejor pasar de la silla de la oficina a la pista de pádel o al campo de fútbol sin haber entrenado. Es insensato practicar deporte sin las zapatillas adecuadas o ponerse a correr sin saber (muchos lo hacen de puntillas cuando lo adecuado es posar los dos puntos de apoyo del pie). Conviene estudiar antes la pisada: una mala puede provocar sobrecarga lumbar, de cadera, tendinopatías...
Cuidado, pues, con los pies. Sus heridas no se curan fácilmente: las estructuras distales (más alejadas del corazón) se infectan más al tener menos riego sanguíneo. Hay que hacerles caso, insisten los médicos. Sobre ellos recae el peso de nuestro bienestar.
Los expertos calculan que debemos dar 10.000 pasos diarios: caminar unos 8 kilómetros. No hacemos ni la mitad. Si lo hiciéramos, el beneficio llovería sobre la circulación, el corazón y nuestro estado de ánimo. Y si lo podemos hacer es gracias a los pies, nuestros sacrificados pilares.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.