XL. La producción es de lujo, pero el marco, perdone, muy poco creíble: un ambiente rural en el que las fuerzas vivas, los campesinos, los jornaleros y los tratantes obedecen sin rechistar a mujeres empoderadas. ¡No cuela! [Ríe]. En el campo, la mujer pinta un comino.

C.F. ¡Toda la razón! Lo triste es que las mujeres seguimos sin pintar nada en el campo… y en la ciudad, donde todo es disimulo. Este año llevamos ya 71 feminicidios y cada dos horas hay una agresión sexual. España es el tercer país más 'putero' de Europa… ¿Esta es la consideración que nos tienen?

XL. Mejor volvamos a la serie porque hay cifras y argumentos para no parar.

C.F. [Sonríe]. En la serie, Las Sabinas solo es un telón de fondo. No se busca contar cómo es la vida rural; solo se ha puesto un escenario hermosísimo para contar una historia de vínculos familiares y afectos.

XL. A sus 16 años partió de Vigo a Irlanda, después vivió un año en Arkansas y a los 18 vino a Madrid a estudiar teatro. Y con 20 se produjo su primera obra, nominada a los Premios Mayte y Valle-Inclán...

C.F. Eso lo hace el entusiasmo. Decía Almodóvar que él no se paraba a pensar en su talento, sino en su vocación; pero no me quiero comparar con él... [ríe].

XL. Ha dicho que nunca le hicieron gracia los chistes de Chiquito de la Calzada ni las películas de Santiago Segura, ¡hala! ¿Y si la llama para hacer un cameo?

C.F. ¡Ay, Dios mío! [Ríe]. No creo que me llame, vibramos en esferas completamente diferentes y es imposible que exista una conexión. Su universo está en un sitio y el mío, con la pastora Marcela de Cervantes. ¡Figúrate!