«Hice el Camino en 2008, desde Roncesvalles hasta Finisterre, en 26 días, que no está mal. ¡También tenía 30 años!». «Lo hice en septiembre; para mí, el mejor momento. Aún no hay lluvias ni temperaturas muy frías en Navarra o Galicia. La zona de Castilla fue la más dura: pega mucho el sol. Pero en septiembre es tolerable. Y me había preparado caminando antes por Madrid. Iba con el calorazo del verano y mis botas puestas. ¡Un poco ridículo!».
«En mi entorno había apuestas sobre si acabaría o no. Pero sabía que podría. Y si no, no pasaba nada. No se trata de batir un récord, sino de vivir la experiencia y ser bona fide, tener una cierta bonhomía y ayudar al otro. Aunque fui así educada, no soy creyente».
«En el Camino algunos buscan una experiencia espiritual; otros, deportiva... También hay historias conmovedoras: gente que busca cumplir una promesa o paliar un dolor. Recuerdo una pareja que había perdido a su hija. Hacían el Camino para compartir algo juntos, más allá del dolor. Hablamos mucho. Lo hacían con una disciplina y una dignidad enormes».
«Desde que era cría, la gente tiende a contarme sus historias. Y ya como escritora, con más razón: sienten que te regalan un testimonio». «Hacer el Camino tenía para mí el sentido de recuperar un trayecto de infancia: el que hacía de niña desde Euskadi hasta Galicia, que sigue la ruta hasta Santiago. Yo buscaba sumergirme en los recuerdos, y aunque llegué a Santiago y seguí hasta Finisterre, para mí el final fue al llegar a la casa de mis abuelos, en una aldea por Oza de los Ríos, cerca de Betanzos. Allí estaban casi todos mis primos y mis tíos y estuvimos recordando otros peregrinajes de mis familiares»
«Material, nada. De hecho, dejé la mitad de lo que llevaba por el camino. Me traje, sobre todo, una sensación muy peculiar: tener más claro quién era yo, que era algo que se había desdibujado en el paso de mi primera juventud a la edad adulta. Y yo, que soy agnóstica, me traje una lección también: que no puedes controlarlo todo. Y que, ocurriera lo que ocurriera, yo podía sobrevivir».
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