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ISABEL TOLEDO
¿Cuánto enfrían los árboles la ciudad en verano?

¿Cuánto enfrían los árboles la ciudad en verano?

Una avenida arbolada puede llegar a estar hasta 8 grados más fresca que una desierta de vegetación. ¿Y el asfalto? Pasa de los 30 a la sombra a los 60 al sol

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Miércoles, 7 de julio 2021, 18:58

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En verano, lo mejor del sol es la sombra. Pero esta afirmación, para muchos una evidencia como la copa de un pino, no lo parece tanto si echamos un vistazo a muchas de las plazas de nuestras ciudades, o a esas avenidas desiertas de vegetación que se cuecen a las tres de la tarde de un domingo de agosto. Bancos en el cemento sin cobijo, parques con toboganes de metal ardiente pensados para abrasar los muslos infantiles... A veces, estos elementos están cubiertos por marquesinas, la mayoría fabricadas con algún material plástico que, si bien ayuda a proteger los cráneos, aportan una sensación sofocante, como de invernadero, a los que buscan su refugio. Pero... si tenemos los árboles, ¿por qué no se usan o se usan tan poco y a veces tan mal?

Raúl de la Calle, secretario general del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales, explica que la diferencia de temperatura ambiental entre una calle arbolada y otra desierta puede llegar a ser de entre 2 y 8 grados, siempre hablando de medias y teniendo en cuenta las diferentes situaciones, pero llegando a extremos se pueden superar incluso esos 8 grados:«Hay que tener en cuenta el tamaño de la zona arbolada y del propio árbol, de la especie, del mantenimiento que hagas de ellos, de las podas... Pero es un hecho que la temperatura ambiente puede llegar a reducirse hasta en más de 8 grados si pones árboles plantados de forma estratégica con el objetivo de reducir la radiación. Si estás en Madrid frente al Retiro, en medio de la calle tienes una temperatura de 40 o 45 grados, pero en el Retiro, los árboles y la arena del piso te dan una sensación de 32, 34». Por si esto fuera poco, la reducción del uso de aire acondicionado alcanza hasta un 30%. Por ello, los colegios de ingenieros forestales están pidiendo a los gobernantes que establezcan «planes y protocolos adecuados para la elección y mantenimiento del arbolado urbano, y que estos procedimientos sean gestionados por verdaderos profesionales».

Si nos fijamos en el asfalto, las diferencias son mucho mayores; un pavimento en sombra que se mantiene en 30 grados alcanzará los 60 grados, el doble, al sol, ni más ni menos que 30 grados de diferencia. El asfalto tiene una capacidad de absorber el calor muy importante. Existe una relación entre la temperatura y el calor específico de un material, que es la cantidad de calor que se le debe suministrar a este para que eleve su temperatura en 1 grado. Pues bien, para subir un grado al agua hay que aportarle 4.000 calorías, mientras que el hormigón solo necesita 800 y el asfalto, únicamente 500. «El agua de una piscina al sol – explica De la Calle–, por mucho calor que haga fuera, si te metes la notas fresquita, mientras que las baldosas están quemando, y eso es por el calor específico, que hace que para que suba un grado ese agua necesitas meterle mucho calor. Pues un árbol es agua en un 60%, un árbol de 6 metros de alto y 40 centímetros de diámetro tiene más de 450 litros de agua en su estructura y es muy importante saber esto para entender por qué sirve para rebajar la temperatura».

Ciudades que se queman

Advierte de la relevancia de este asunto especialmente en el escenario de cambio climático que sufrimos. Estos días, una ciudad como la canadiense Lytton, cerca de Vancouver, cuyas máximas de junio suelen rondar los 25 grados y con viviendas preparadas para guardar calor, ha alcanzado los 49,6 grados y 9 de cada 10 casas han resultado destruidas por los incendios, dejando desamparados a sus habitantes. Las olas de calor asfixiante se repiten cada vez más en zonas que no estaban acostumbradas a ello.

ISABEL TOLEDO

La diferencia de temperatura se nota también mucho en las zonas donde se abusa de un material como el hormigón, donde incluso el mobiliario urbano es de ese material, o de metal o plástico, en vez de usar madera, siempre certificada como ecológica, procedente de una gestión forestal sostenible. En el caso de los coches, que son metálicos, variará dependiendo del color del vehículo –más claro se calienta menos–, del tiempo que haya estado expuesto, y de a qué hora del día sea, «pero podemos pasar de los 26 grados de un coche a la sombra a los más de 50 al sol –advierte De la Calle–, con los desenlaces fatales que todos conocemos si se te olvida dentro una mascota o un niño. Desenlaces que quizá no fueran los mismos si ese coche estuviera aparcado a la sombra. Entonces no poner árboles en nuestras plazas y calles, o podar los que tenemos en demasía, es lo más cercano a un crimen, especialmente a partir de ahora, que el calor nos va a machacar mucho más con temperaturas de más de 40 grados más frecuentemente, especialmente en Sevilla o Almería, pero cada vez más en Bilbao. El poder de la sombra es muy importante», insiste.

–¿Y qué árboles debemos usar en nuestras ciudades?

– Deben ser seleccionados, no vale cualquiera. En una zona de paso deberán ser frondosos, con mucha sombra, para evitar pasarlo mal en verano. Árboles como el almez o el tilo dan sombra muy buena. Y siempre es importante no abusar de una misma especie en una misma zona por los problemas que pueda haber de plagas o enfermedades, ya pasó con los olmos, que desaparecieron casi todos los ejemplares ibéricos por culpa de la grafiosis. Es importante mantener la biodiversidad, no debe haber más del 30% de una misma especie. Lo de que sean autóctonos no es tan importante en las ciudades; se abusa de hablar de las especies foráneas como si fueran todas invasoras y no es así. Yluego hay que ver si son de hoja caduca o perenne. Los de caduca necesitan más recursos para la limpieza. Por ejemplo, las moreras son excelentes, con buena sombra, pero tiran la mora al suelo y manchan mucho. Los plátanos arrojan mucha hoja aunque son muy interesantes y usados en el arbolado urbano.

– A veces se podan demasiado...

– La poda es algo polémico y es importante sensibilizar, informar sobre lo que ha de hacerse en cada caso, y siempre intentar podar lo menos posible, solo en algunas especies y sin excederse. En todo caso, puede haber podas de formación para evitar que crezcan a lo ancho en vez de a lo alto, pero puedes hacer daño al ejemplar, que le cueste recuperarse, y en 10 o 15 años puede morir tempranamente, llegando a caerse el árbol o las ramas. La poda ha de estar hecha con criterios técnicos y muchas veces no es así. Se ven desmoches o podas excesivas a un árbol que ya tiene la forma y no es necesario. ¡Con lo que cuesta tener un árbol crecido!

Arquitectura con árboles

Volviendo a la pregunta del principio... Si tienen tantos beneficios, ¿por qué no se plantan más en nuestras calles? «Porque cuesta dinero», contesta Margarita Urbano, responsable de Biu Arquitectura, estudio que hace viviendas sostenibles con materiales naturales y que utiliza la vegetación en el diseño de sus edificios. «Hace falta una inversión en plantación, en tratamientos sanitarios, en podas, en la limpieza y recogida de hojas... Pero son incontables los beneficios que representan, y no solo para refrigerar, sino sobre la salud, por el efecto de renovación, de la depuración del aire, con la fotosíntesis que captura CO2 y expulsa oxígeno... atenúan el ruido en una calle muy transitada –mitigan el sonido de los coches hasta en 10 decibelios–, recogen la lluvia y pueden evitar inundaciones y riadas, ayudan al confort visual y a nuestra salud... Los gastos de un árbol no tienen tanta importancia si vemos sus beneficios».

Señala que la vegetación natural en torno a los edificios es un recurso natural sin impacto que puede constituir una importante medida de ahorro energético, «con lo que desde el punto de vista económico es bueno tener vegetación junto al edificio, ya se encuentre aislado o en la ciudad, pues supone una reducción de la demanda de refrigeración».

Biu Arquitectura apuesta por los árboles de hoja caduca porque en verano mantienen la casa fresca al impedir que lleguen los rayos de sol y en invierno quedan desprovistos de hojas, con lo que el sol calienta la calle y las fachadas, incidiendo en las ventanas y logrando el efecto invernadero. Otro de sus potenciales es atenuar el viento en zonas perimétricas de la ciudad, «aunque en ese caso estaríamos hablando de árboles de hoja perenne».

Considera Urbano que debería ser «obligado» plantar árboles en nuestras ciudades. «Aunque hay limitaciones porque a veces las aceras no tienen las dimensiones suficientes para que el árbol respire, porque también respira por las raíces, y a veces las zonas de plantación son muy pequeñas, no debería hacerse en esos cuadrados de un metro por un metro si queremos que sea sano y frondoso». En el escenario de crisis climática, cobra sentido la frase del naturalista Joaquín Araujo: «Si poco, o nada, del pasado tiene sentido sin las arboledas, menos futuro aún tendrá el futuro sin ellas».

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