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Cuando no votaron la mitad de los vizcaínos
Tiempo de historias ·
En abril de 1979 se celebraron las primeras elecciones municipales desde la II República. El PNV triunfó en unos comicios cuyos resultados definitivos no se supieron en díasLas primeras elecciones municipales y forales de la actual democracia se celebraron hace 40 años, el martes 3 de abril de 1979. Apenas unas jornadas antes había comenzado la primera legislatura tras la proclamación de la Constitución y Adolfo Suárez había sido investido presidente del Gobierno en un parlamento fruto de las primeras elecciones generales (1 de marzo), formado por una sopa de siglas políticas, algunas hoy en el olvido, como Unión Nacional o Coalición Democrática, y dominado por UCD.
La democracia llegaba de prisa, y basta con echar un vistazo a la prensa del momento para darse cuenta de ello. El mismo día en que la ciudadanía iba a elegir a los concejales de sus ayuntamientos, las primeras páginas de los diarios recogían la foto de Suárez jurando su cargo de presidente del Gobierno ante el Rey Juan Carlos I y el presidente del Congreso, Landelino Lavilla.
Por primera vez desde la Segunda República, aquel 3 de abril el electorado tenía la «posibilidad de conformar la inmediata realidad política y operativa de las entidades cuyo funcionamiento le afectan de una manera más próxima, los ayuntamientos y las diputaciones». Así lo decía EL CORREO en un editorial que llevaba a primera página, en el que llamaba a votar, porque «se trataba de elegir concejales y a su través, de elegir alcaldes, de elegir en suma a los próximos responsables del buen funcionamiento de las ciudades y pueblos en que habitamos». «Quien eluda el deber cívico de votar», decía el editorial, «difícilmente dispondrá luego de argumentos morales para exigir nada a los rectores de la vida local».
EL CORREO recordaba además que en el País Vasco iban a ser elegidos «los apoderados de las Juntas Generales que designarán más tarde a los rectores de las Diputaciones Forales. Trasciende pues las elecciones de hoy a toda la vida provincial y a través de esas al propio Consejo General Vasco», el órgano preautonómico que daría paso al Gobierno vasco en 1980. Pedía este diario «que se vote con absoluta libertad, pero también con plena conciencia. Y sobre todo pedimos que se vote. Incluso el voto en blanco tiene una significación que la abstención no tiene».
El llamado, que fue compartido en similares términos por otros medios, no convenció y mucha gente prefirió no acercarse a los colegios electorales en un día que fue «frío y lluvioso». El miércoles 4 de abril EL CORREO decía en su primera página que «hubo más abstención». En Bizkaia «no votó el 50%» y triunfaron los nacionalistas. En Álava ganó también el PNV, «seguido de UCD y PSOE», y en Gipuzkoa se registró el «empuje del PNV y Herri Batasuna». También se hizo notar que en Eibar los jeltzales aventajaron a los socialistas, algo imprevisto, dada la historia de la villa armera.
Los datos no eran definitivos. En aquellos tiempos protodigitales disponer del 100% del escrutinio era cuestión de un par de días, a pesar de que en algunos lugares se disponía de medios 'modernísimos' para contar los votos, como los «dos cerebros electrónicos» que había destinados a ello en Barakaldo. Mientras esperaban a qué atenerse, todos los candidatos a la alcaldía de Bilbao se mostraban más o menos optimistas sobre su resultados en las elecciones. «¿Por qué las iba a haber perdido?», se preguntaba Adolfo Careaga, de UCD, confiado en el peso de su partido a nivel nacional. «Me gustaría pactar con los abertzales», lanzaba Jon Castañares, el 'hombre capaz' del PNV, protagonista de la campaña electoral más dinámica del momento, mientras que Santi Brouard, de Herri Batasuna, aventuraba su temor de que «el retraso de la convocatoria nos ha perjudicado».
Decía EL CORREO que «pasadas las dos de la madrugada (del 3 de abril) se habían escrutado el treinta por ciento de los votos emitidos en Bilbao». En ese momento el reparto otorgaba 13 concejales al PNV, «lo que hace que Jon Castañares tenga muchas posibilidades de ser el futuro alcalde», pues solo «necesitará el apoyo de dos concejales aparte de los de su propio partido». En este balance provisional -que acabaría por ser definitivo- HB contaba 6 ediles, UCD 5, PSOE 4 y Euskadiko Ezkerra 1.
En cuanto a las Juntas, solo merecían un breve al día siguiente de los comicios, también con datos menos que provisionales del distrito de Bilbao. El PNV había sumado 47.335 votos; UCD 20.162; HB 18.585; PSOE 13.160; Euskadiko Ezkerra 5.448 y PC 3.236. Eso era todo.
El jueves 5 de abril se fue fijando la foto, ya con «los resultados finales provisionales». Mientras UCD había obtenido «el mayor número de concejales a nivel nacional», En Euskadi «triunfaron las opciones nacionalistas», PNV y HB. Las grandes capitales españolas, «excepto Bilbao, tendrán alcalde socialista», decía el periódico.
A falta de ser investido, Castañares ya era visto por todos como «primer alcalde del Partido Nacionalista Vasco de Bilbao». En sus primeras declaraciones avanzaba que iba a potenciar la participación ciudadana y que esperaba «que la oposición sea leal». José Luis Ibáñez, el candidato del PSOE, planteaba así la situación. «Si Bilbao ha elegido la opción del PNV bienvenida sea». Luego lanzaba que «tenemos muchos puntos programáticos en común con HB y PNV». Adolfo Carealga, de UCD, aseguraba «que las ganas de trabajar caracterizarán la actuación de los concejales de mi partido». Santi Brouard, de HB, declaraba que «seguiremos luchando en otro plano. En el plano popular, en la calle, en los movimientos ciudadanos». En cuanto a Euskadiko Ezkerra, su único concejal, Jon Nicolás, se quejaba de «la frialdad de los votantes».
Por fin el economista Jon Castañares Larreategui (EAJ-PNV) fue proclamado alcalde el 19 de abril con los votos de su partido, ya que los concejales de HB y UCD votaron a sus propios candidatos -Santi Brouard y Adolfo Careaga, respectivamente-, mientras que los de PSE-PSOE y EE se abstuvieron en una sesión algo tumultuosa celebrada en un salón de plenos abarrotado, con buena parte del público escuchando desde el pasillo de acceso. En el anecdotario de tan histórica jornada destaca la misteriosa desaparición «a primeras horas de la mañana» y «en medio del anonimato», del busto del general Franco y su peana del primer piso de la casa consistorial. «Cuando los maceros, y los tres chistularis que entonarían los acordes del 'Agur Jaunak' ocupaban sus lugares, algunos miembros de HB comentaban con curiosidad: 'Pero... ¿dónde está el busto?'», contaba EL CORREO.
Ningún miembro de la corporación anterior asistió a la constitución del nuevo Ayuntamiento, ni siquiera el alcalde saliente, el último predemocrático, José Luis Berasategui, que había desempeñado el cargo desde julio de 1975. Días antes de la entrada de Castañares, recibió en su despacho a todos los trabajadores del Consistorio que quisieron despedirse de él. Parece que algunos lo hicieron «con lágrimas en los ojos». El lunes 30 de abril se celebró el primer pleno presidido por Castañares.
102 años después
En cuanto a las Juntas, los datos finales determinaron que «40 de los 90 apoderados serán del PNV», el partido ganador de los comicios. En aquel primer y abultado parlamento vizcaíno de la democracia, además del claro dominio del PNV, seguido por HB –con 19 apoderados, entre ellos el histórico Jon Idigoras– y PSOE –con 14 representantes–, llama la atención desde la perspectiva actual la presencia de la hoy extinta UCD –10 apoderados, encabezados por Julen Guimón–, Euskadiko Ezkerra –con 4 representantes– y el Partido Comunista, con 3 apoderados. Su peso permitió al PNV acceder a la presidencia de la Diputación y contar en ella con 15 de los 30 diputados forales -HB tuvo 7, PSE 5 y UCD 3-.
«Por primera vez en 102 años, se constituyeron ayer las Juntas Generales de Vizcaya en Guernica», contaba Fernando Pescador en EL CORREO el 29 de abril en una portada dominada por una gran fotografía de los asistentes al acto en torno al árbol sagrado de los vizcaínos. Decía el periódico que «el Rey, introduciendo una fórmula atípica, pero aceptada por el PNV para establecer su representación en las Juntas (que tiene derecho a presidir), delegó las funciones de corregidor o delegado regio en la figura del electo o proclamado diputado general», cargo que recayó en el propuesto por el PNV, el economista y profesor mercantil José María Makua. «El acto constituyente resultó muy polémico», decía el periódico.
Lo fue por varias razones, entre ellas el discurso de aceptación de la representación regia del propio Makua, en el que, después de dar las gracias al monarca, entendió que su gesto encerraba «la voluntad real de dar por cancelada la violencia que por un acto de fuerza interrumpió estas Juntas Generales en 1877 y su decisión firme de respaldar los Fueros, franquezas y libertades del Señorío de Vizcaya».
En esta idea, Makua aceptó «la designación con la firme convicción de que la actualización de los Fueros que en breve haremos permitirá al Rey de España jurar solemnemente las viejas libertades» de Bizkaia.
Makua, «recibido por el público con enormes vítores e irrintzis», fue elegido en segunda vuelta en una larguísima sesión en la que además hubo algunos conflictos por algunas mociones presentadas por los grupos políticos. Como la que el PSOE quiso sacar adelante sobre la urgente necesidad de paralizar la construcción de la central nuclear de Lemoiz, o la de UCD sobre «el derecho a la vida», que no versaba sobre el aborto, sino que pedía que «en este país se pueda seguir viviendo después de manifestar libremente opiniones, por cuya expresión pública no sea necesario pagar el precio de la vida propia». En este punto Makua llamó la atención del centrista Guimón porque se dirigía a él como «presidente de la Diputación», que era el cargo que encabezaba este organismo provincial durante la dictadura, y no como «diputado general», correspondiente a la cabeza del Gobierno foral. Por su parte, el Partido Comunista presentó otra moción reclamando la traída a Gernika del 'Guernica' de Picasso. Un clásico.
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