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El asentamiento romano de Forua, durrante una visita de grupo. Fernando Gómez
Las falsas historias de Bizkaia

Las falsas historias de Bizkaia

Tiempo de historias ·

La arqueología ha acabado en las últimas décadas con falsas ideas sobre el pasado de Bizkaia que en algunos casos perduraron siglos

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Domingo, 10 de marzo 2019, 01:13

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Ocho investigadores presentaron hace unos días en Bilbao una síntesis de la historia del territorio histórico a la luz de la arqueología, en el ciclo de charlas '100 años de investigaciones arqueológicas en Bizkaia (1918-2018)', organizado por la Diputación con motivo del centenario de la excavaciones de Santimamiñe. Coordinadas por Mikel Unzueta, arqueólogo de la institución foral, en las jornadas se expusieron algunas falsas ideas de nuestro pasado que han llegado a estar muy extendidas y en las que es posible que todavía muchos creamos.

  1. Jesús González Urquijo

    Los neandertales carecen de historia

Los neandertales eran vistos hasta hace poco como hombres-bestia, seres inferiores. «Si se extinguieron y nosotros sobrevivimos, se suponía que tenía que haber en ellos alguna incapacidad. Por eso buena parte de la investigación se ha centrado durante mucho tiempo en buscar esa incapacidad», indica Jesús González Urquijo, director del Instituto de Prehistoria (IIIPC) y catedrático de la Universidad de Cantabria. Se llegó a argumentar que su comportamiento era «muy instintivo» y hacía que tuvieran «muy poca capacidad de innovación», que su cultura no evolucionara y que, por lo tanto, «carecían de historia. Esto no es baladí porque el cambio histórico es un rasgo típico y único de las sociedades humanas».

«No es así. Axlor es un monumento al cambio histórico entre los neandertales. Lo que hacen hace 55.000 años no tiene nada que ver con lo que hacen hace 45.000. Ni las herramientas que fabrican, ni cómo las fabrican, ni los animales que cazan, ni cómo los cazan». Los hallazgos de González Urquijo y sus colaboradores en la cueva de Dima han contribuido a «desmontar el mito de que los neandertales no tienen historia. Tienen una historia rica y una gran capacidad de adaptación».

  1. César González Sainz

    El arte rupestre es algo excepcional

El arte rupestre se consideraba hasta hace unos años en Bizkaia algo excepcional, limitado a unas pocas cuevas que los humanos del Paleolítico Superior habrían convertido en santuarios. Hasta 2004 se conocían tres cavidades con pinturas y grabados: Santimamiñe, Venta de La Perra y Arenaza. Ahora son dieciséis. «Casi todas las cuevas ocupadas por humanos han debido tener alguna representación gráfica», dice César González Sainz, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Cantabria. Otra cosa es que hayan sobrevivido hasta nuestros días.

Ese cambio de visión se ha debido sobre todo a la reexploración de grutas por arqueólogos y espeleólogos a los que los primeros han enseñado a mirar. El ojo entrenado, una mayor dedicación al trabajo de campo y los mejores sistemas de iluminación han permitido, por ejemplo, descubrir en Atxurra (Berriatua) multitud de grabados en una cueva por la que durante décadas pasaron miles de personas sin ver nada. Otra idea errónea era considerar el arte rupestre algo «solo vinculado a la religiosidad. Sus funciones son muy variadas. Hay paneles pensados para el colectivo –que reproducen ideas o mensajes compartidos– y otros que responden a motivaciones y finalidades más particulares y diversas»

  1. Javier Fernández Eraso

    La agricultura llegó muy tarde

«El Neolítico llegó a Bizkaia hace unos 4.600 años, bastante más tarde que al resto de la península, y los primeros agricultores y ganaderos eran gente primitiva que vivía en cuevas. Esa era la visión que primó hasta hace unos 20 años», recuerda Javier Fernández Eraso, catedrático de Prehistoria de la Universidad del País Vasco. Un arqueología volcada en el Paleolítico Superior y el arte rupestre había dejado prácticamente de lado la revolución neolítica y, cuando se había aproximado a ella, había intentado componer «con muy pocos datos» una historia compleja, lo que llevó a «una visión distorsionada»

Sin embargo, desde finales del siglo pasado técnicas de estudio novedosas permitieron datar en Santimamiñe un enterramiento neolítico 6.100 años y se halló además en la cueva de Arenaza-I cerámica cardial, típica de uno de los primeros estadios de ese periodo. «La agricultura y la ganadería llegan por el Ebro hace unos 6.000 años, prácticamente al mismo tiempo que al resto de la península, pero su localización actualmente resulta muy difícil debido a la intensiva ocupación humana del territorio», advierte el arqueólogo.

  1. Juan Carlos López Quintana

    Una comunidad agrícola aislada del mundo

Entre el final del Neolítico y la Edad del Bronce –entre hace 5.300 y 2.700 años–, Bizkaia vive al margen del mundo que la rodea y de sus avances. Por lo menos, eso es lo que se creía hasta hace poco a la luz de la realidad arqueológica local, «muy distinta a la del resto del suroeste europeo, con unos poblados cada vez más complejos que aquí no existen», señala Juan Carlos López Quintana. El registro funerario descubierto desde los años 80 rompe con esa imagen de territorio atrasado.

«Los enterramientos nos hablan de unos grupos plenamente conectados con la redes de ideas peninsular y europea». En dólmenes y cuevas, López Quintana y otros arqueólogos han encontrado entre los ajuares bienes de lujo –como variscita, ámbar, marfil, cobre y oro– que podrían proceder de Barcelona, Huelva, Zamora, Sicilia y el Báltico. «Además, las representaciones simbólicas funerarias se corresponden con un mundo religioso que conecta con el resto de Europa», afirma el investigador, que sospecha que los poblados de aquellos agricultores pueden estar en las riberas de los estuarios vizcaínos, «a 5 o 6 metros de profundidad».

  1. Juanjo Cepeda

    Los castros eran para defenderse de invasores

«Durante la Edad del Hierro, en el primer milenio antes de Cristo, la población de Bizkaia vive en castros», explica Juanjo Cepeda, profesor de Historia Antigua de la Universidad de Cantabria. Malmasin, Arrola, Bolunburu y Kosnoaga acogen en sus cumbres fortificaciones que no se identificaban con asentamientos. «Durante años, todo lo anterior a los romanos fue una especie de Prehistoria difusa. Se creía que la población era muy primitiva y la sociedad igualitaria, algo que no encajaba con los patrones de la época. Y los castros se llegaron a tomar por corrales para el ganado o refugios temporales».

Es en los 80 cuando la arqueología empieza a desenterrar el auténtico pasado. «La población vizcaína del primer milenio aC se organiza en castros no para defenderse de un invasor exterior, sino del vecino. Conocen el hierro, la agricultura y la ganadería. Son sociedades jerarquizadas, están abiertas a influencias exteriores y culturalmente muy cerca de las poblaciones celtíberas», indica el arqueólogo. Esa organización territorial deja de tener sentido cuando llegan los romanos. «Imponen la paz interior. Ya no hay inseguridad, y las poblaciones bajan de los altos a lugares más próximos a los recursos agrícolas, ganaderos y pesqueros».

  1. Ana Martínez Salcedo

    Los romanos no entraron aquí

La ausencia de restos visibles –«no tenemos un acueducto de Segovia o un teatro de Mérida»– y la idea de que «Bizkaia jamás había sido invadida, acuñada en el siglo XVI», alimentaron la visión errónea de que el Imperio romano no conquistó la cornisa cantábrica, idea que persistió también por la falta de estudios, explica Ana Martínez Salcedo, directora de los trabajos del yacimiento romano de Forua, el más extenso excavado en el Cantábrico oriental. Y es que la arqueología vizcaína, que acaba de cumplir cien años, se centró hasta los años 80 «en el Paleolítico y fundamentalmente en las cuevas».

Todo cambio cuando el prehistoriador Juan María Apellániz animó a algunos antiguos alumnos –entre los que estaba Martínez Salcedo– a investigar la Edad Antigua del territorio. Ahora hay abundantes pruebas de la ocupación romana de Bizkaia, que ya nadie niega. «Fue tardía. Roma está en la península desde 218 aC, pero no entra aquí hasta 19 aC. Y lo hace por materias primas como el hierro y el mármol, y para facilitar el comercio marítimo con el norte de Europa».

  1. Iñaki García Camino

    Saltamos de la Prehistoria a la Edad Media

«Aquí apenas hay documentos escritos hasta la fundación de las villas», recuerda Iñaki García Camino, director del Museo Arqueológico de Bizkaia. Basándose en fuentes escritas, se planteó en los 80 la hipótesis de que el territorio «pasó de ser una sociedad prácticamente prehistórica, arcaica y casi igualitaria en el siglo IV a ser una sociedad feudal en el XIII». Esa hipótesis supuso «un gran avance respecto a lo que se había hecho hasta entonces», pero la arqueología ha descartado ese salto.

Fue José Ángel García de Cortázar quien animó a García Camino a buscar fuentes arqueológicas para ese periodo. El hallazgo en los 90 de la necrópolis de Finaga (Basauri) saca a la luz enterramientos de los siglos IV a VI «con armas y ajuares de lujo –vasos de vidrio, cuencos de bronce, hachas de combate...– que se parecen a otros de las zonas del Rin y de Aquitania y sin paralelos en la península, salvo en Álava y Navarra, lo que acabó también con el mito de la dominación visigoda de toda la península». Estos materiales reflejan una sociedad jerarquizada que mantenía relaciones con comunidades distantes, en la que «surgió una aristocracia guerrera aprovechando un espacio de frontera entre los reinos visigodo y franco». No hubo salto desde la Prehistoria, sino una evolución sociocultural desde la caída del Imperio romano hasta la fundación de las villas.

  1. José Ángel Fernández Carvajal

    El caserío no ha cambiado desde el siglo XVI

«En el siglo XVI los vascos pasamos de la noche a la mañana, en el medio rural, de vivir en cabañas o casas de labradores a hacerlo en caseríos tal como los conocemos. Y hasta hace poco se pensaba que estos habían cambiado muy poco con el paso del tiempo», explica el historiador José Ángel Fernández Carvajal. En los últimos años, sin embargo, la arqueología ha revelado que el caserío «no es un edificio fosilizado», sino que ha sufrido numerosos cambios desde la época moderna. «Muchos caseríos, no obstante, conservan elementos estructurales del siglo XVI».

La arqueología no solo «ha dado la vuelta» a lo que se pensaba de los caseríos, sino también a la imagen que se tenía de «ferrerías hidráulicas como la de El Pobal». Reemplazaron a las de aire o 'haizeolak' y se pensaba que prácticamente habían permanecido inmutables desde el siglo XVI. «A diferencia de las fuentes escritas, las excavaciones nos han permitido ver que, durante las Edad Moderna, sufren cambios significativos que afectan a la estructura y a la producción, por ejemplo».

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