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VIsta de las monumentales ruinas de San Pedro de Arlanza, en Burgos.

Condes y monasterios: 'fake news' en tiempos medievales

Tiempo de historias ·

Los monjes de San Pedro de Arlanza cayeron en la tentación de elaborar documentos falsos para atribuir la fundación de su cenobio a Fernán González. Lo hicieron con tal eficacia, que su bulo sigue dándose por válido en numerosas publicaciones

Igor santos salazar

Martes, 30 de agosto 2022, 00:24

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El monasterio burgalés de San Pedro de Arlanza aparece tras un recodo en el camino como lo suelen hacer las ruinas en los grabados de los artistas románticos. Su fábrica tiene por bóveda el mismo cielo que los buitres leonados patrullan, y sus muros derruidos permiten observar desde las laderas del monte el interior de los ábsides románicos. Los claustros desmochados y las nervaduras de sus crujías expuestas como costillas desnudas custodian entre sus paredes historias que en nada desdeñan el suspense y los misterios de las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer. Sin embargo, el monasterio de Arlanza es muy real. Acogió en sus días de esplendor una de las comunidades monásticas más ricas del reino de Castilla, dotada de un importante 'scriptorium' y de un archivo que todavía en el siglo XVIII conservaba más de ochocientos documentos escritos sobre pergamino. El magnífico archivo se fue perdiendo como los muros que un día lo custodiaron y, aquello que se salvó, terminó disperso entre mil bibliotecas públicas y privadas durante el periodo que siguió a la desamortización de Mendizábal (1835), cuando el régimen liberal trató de llevar a cabo de modo atropellado reformas muy necesarias para el país.

Durante el siglo XII, los monjes de San Pedro de Arlanza realizaron una operación que era típica de muchas otras instituciones eclesiásticas medievales: copiar en un códice (llamado cartulario o becerro, por ser sus hojas de pergamino) los más importantes documentos de su archivo. Los motivos para escribir un códice de ese tipo eran varios pero pueden destacarse dos: tener un instrumento de consulta de los fondos archivísticos rápido y útil y crear, además, una memoria seleccionada (como toda memoria) de un pasado que sirviese para exaltar la importancia del monasterio en el momento en el que el cartulario se escribía.

En esa labor fueron numerosos los que cayeron en la tentación de crear documentos falsos. Ese fue también el caso de Arlanza, que atribuyó su fundación en 912 a un personaje como Fernán González, el primer conde de un condado de Castilla unificado (que no independiente de León) y en expansión territorial sobre la frontera andalusí. Se trata de un bulo que ha tenido enorme éxito. Son muy numerosos los libros y los folletos turísticos que siguen haciéndose eco de esa mítica fundación. La realidad es mucho más interesante: el fundador del monasterio burgalés fue Gonzalo Téllez, un conde poco conocido, perdido hoy entre las nieblas del tiempo. Téllez, arraigado con tierras y bienes en la zona alavesa de Valdegovía, en la actual Álava, era un miembro de los grupos aristocráticos que, entre el final del siglo IX y el principio del siglo X, se disputaban el control de una galaxia de pequeños condados (Lantarón, Álava, Cerezo, Burgos, Castilla, Lara…) situados en las periferias de los reinos de León y de Pamplona y del poderoso califato de Córdoba. Como líder de una zona situada entre el Ebro a su paso por Lantarón y los montes Obarenes y como esposo de Flámula, la tía materna de Fernán González (una familia muy activa en Lara), trató de hacerse también con el control del corazón de Castilla, y para ello recurrió a estrategias de prestigio como la fundación de San Pedro de Arlanza.

Conde por conde

Su huella en los documentos de aquella época es tan escasa para nosotros como lo era ya en el siglo XII para los monjes del monasterio, de modo que en el vuelto del folio de guarda del cartulario fue copiado como primer documento del códice un documento falso, que atribuía la fundación al mucho más conocido e «importante» Fernán González. Arlanza intentaba así ligar su memoria a la de un personaje capital de la historia de una Castilla entonces en auge, dejando en un segundo plano al oscuro aristócrata «alavés» responsable del nacimiento del cenobio, cuyo documento de fundación (el verdadero…) aparecía en el códice tras el falso atribuido a Fernán González.

El cartulario de Arlanza no corrió mejor suerte de la que tuvo Gonzalo Téllez. Su existencia conoció varias aventuras desde que abandonó el monasterio en el que fue escrito para acabar en los fondos de la Biblioteca Zabálburu, creada por el bilbaíno Francisco de Zabálburu, rico bibliófilo capaz de conservar, en su palacete madrileño de la calle Marqués de Duero, una de las más completas y ricas bibliotecas privadas españolas. En ella, a principios del siglo XX, fue estudiado por Luciano Serrano, abad de Santo Domingo de Silos, quien preparó la edición del mismo en 1925. Sin la labor editorial del monje silense, y a pesar de los múltiples problemas que contiene, conoceríamos muy poco de la historia del monasterio y de los primeros siglos de la Castilla condal. Además, la edición de Serrano ha resultado fundamental para salvar la memoria misma del cartulario. Durante la guerra civil española, el códice original fue sustraído de los fondos de la biblioteca y se encuentra hoy en un paradero tan desconocido como los restos de aquellos viejos condes que intentaron dominar tierras de frontera, siglos antes de que Sergio Leone rodara en las ruinas de San Pedro de Arlanza otras escenas de frontera en su cinta «El bueno, el feo y el malo».

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