El accidentado ayuno del señor Mc-Dermott
Los planes del faquir, que iba a estar un mes sin comer, se toparon con el desafío de un gabarrero de Olabeaga y con la oposición del gobernador
Pocas cosas hay más paradójicas que el viejo oficio de ayunador: consiste, al fin y al cabo, en pasar hambre en público para tener después algo que comer en casa. En la actualidad, esta rama del faquirismo se recuerda sobre todo por un famoso relato de Kafka, titulado 'Un artista del hambre', pero hubo un tiempo, a finales del siglo XIX y principios del XX, en el que los ayunadores eran figuras tremendamente populares y movían a mucho público. ¡Incluso existieron superestrellas internacionales de la disciplina, como el italiano Giovanni Succi! En muchos casos, tras su portentosa capacidad de pasar días y días sin comer se ocultaba la superchería, pero la posibilidad de sorprenderlos en falta y desvelar al mundo su truco no hacía más que alimentar (con perdón) la fascinación por estos 'esqueletos humanos'.
Bilbao, 1909
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Proycto efímero. El Teatro Olimpia se inauguró en mayo de 1908, pero en noviembre de 1909 dejó paso a unas galerías comerciales. El cine estaba en el salón vecino.
En el Bilbao de 1901 había causado sensación la visita del faquir Papuss, que permaneció ocho días sin comer dentro de una urna instalada en el Teatro Circo del Ensanche, a la vista de cualquier espectador que pagase la correspondiente entrada. Con ese ilustre antecedente, la expectación se disparó algunos años después, en junio de 1909, cuando un misterioso personaje llamado Mac-Dermott anunció un número mucho más ambicioso que el de Papuss: el Teatro Olimpia, en plena Gran Vía, lo había contratado para que permaneciese treinta días en una «torre de cristal» construida para la ocasión, sin ingerir ningún alimento en todo el mes.
La de Mac-Dermott es una de esas identidades huidizas que proliferaban en el mundo del espectáculo de aquella época, cuando las comunicaciones estaban muy lejos de la inmediatez actual y resultaba mucho más difícil desenmascarar a posibles impostores: su nombre, de hecho, solo aparece en las hemerotecas vinculado a su paso por Bilbao. Los promotores lo presentaron inicialmente como argelino, pero él mismo aseguró durante su estancia que era natural de Nimes, hijo de estadounidense y francesa y estudiante de segundo de Medicina en la Universidad de Montpellier. Se presentó en Bilbao acompañado de su esposa, su representante y un criado, se declaró vegetariano y afirmó que ya había realizado su número con éxito en cuatro ocasiones (dos en Argelia, una en Madrid y otra en Barcelona), aunque no llegó a presentar ningún documento que lo acreditara.
Su ayuno del Olimpia resultó más accidentado de lo que cabía esperar. Para empezar, en una muestra difícilmente superable de bilbainismo, surgió un espontáneo que se ofreció a igualar su proeza: «Como se le ha dicho que un gabarrero de Olabeaga se encuentra dispuesto a ayunar treinta días, ha contestado que construyan dos torres de cristal y que se compromete a permanecer él sin comer diez días más que los que aguante el gabarrero. Veremos si esto se cumple», informó 'El Noticiero Bilbaíno'. Lo cierto es que ya no se volvió a saber nada del 'echao p'alante' de Olabeaga, pero sí salieron a la palestra diez «conocidos jóvenes bilbaínos» que se apostaron diez mil pesetas con Mac-Dermott a que fracasaba en su propósito.
Éter y tabaco
Después de algunos problemas técnicos, el ayunador entró en su urna el 17 de junio, después de que un comité de cinco médicos locales lo sometiese a un chequeo. Pesaba 59 kilos. Se le permitió introducir en su garita transparente treinta botellas de agua (previamente analizada), una «pequeña cantidad» de éter, unos cuantos libros para entretenerse y dos paquetes de tabaco «de los de 60 céntimos», según especificó 'El Noticiero'. La urna, instalada en el 'foyer' del Olimpia, estaba amueblada con una butaca y recibía aire a través de dos ventanitas protegidas con malla metálica.
Al final, la experiencia tuvo un final abrupto al cabo de ocho días, porque los médicos manifestaron su preocupación por el lamentable estado de Mac-Dermott. Uno de los doctores, Carlos García Esparza, publicó en los periódicos su análisis de lo ocurrido e hizo constar sus dudas sobre la auténtica condición de ayunador del 'artista'. Según explicó el facultativo, al tercer día ya se apreciaban en él «los síntomas capitales de la inanición: fiebre, dolor de estómago y de cabeza». Los sufría en un grado «imponente», poco propio de un 'profesional' del hambre. Además, se le veía en un estado de postración que, según el médico, no tenía nada que ver con la «catalepsia artificial» que decía provocarse, y su penoso letargo se acentuaba por el consumo de éter a un ritmo poco recomendable.
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El gobernador dio orden de que lo sacasen inmediatamente de la urna. A Mac-Dermott no le hizo mucha gracia la decisión de la autoridad: primero se resistió a acatarla, pero después, cuando le dijeron que iba a presentarse un albañil con una piqueta, él mismo rompió la urna desde dentro con una de sus botellas y salió dando gritos, «diciendo que su estado era propio de su voluntad». Convocó para el día siguiente una rueda de prensa abierta al público (bueno, al público que abonase dos reales de entrada) y se ofreció en ella a organizar una nueva demostración, en la que permanecería ocho días en un estado cataléptico voluntario. El 2 de julio, 'El Noticiero Bilbaíno' publicó una misiva breve e irónica del ayunador a modo de réplica al artículo del doctor García Esparza: «Mac-Dermott lo que desea es estar callado –decía de sí mismo en tercera persona–, pero se compromete con quien quiera que sea a hacer una apuesta con un comité que no tenga miedo, pero que tenga dinero».
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