Borrar
Uniformes de los Tercios en el siglo XVII según Serafín María de Sotto. D.P.
Los 12.000 vizcaínos que debían conquistar China para Felipe II

Los 12.000 vizcaínos que debían conquistar China para Felipe II

El desastre de la Armada Invencible en 1588 convirtió en una quimera la invasión de las islas británicas, pero además abortó un plan de conquista en Extremo Oriente que también pudo cambiar la historia

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Sábado, 20 de octubre 2018

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Todo estaba ahí, en los legajos que aquel sacerdote llevaba a El Escorial para convencer al rey de que acometiera una empresa descomunal, la mayor conquista que se podía concebir en aquel tiempo, Verano de 1588.

Alonso Sánchez, un jesuita de Mondéjar (Guadalajara), había reunido y redactado esos documentos desde septiembre de 1587, cuando desembarcó en San Lúcar de Barrameda procedente de Filipinas. Sin embargo, Felipe II ya podía imaginarse lo que contenían, porque en diciembre de 1587, en una audiencia anterior para escuchar el memorial de peticiones de las Juntas Generales de Manila, Sánchez le había pedido que invadiera China con una escuadra como la que iba a zarpar meses después de Lisboa, en mayo de 1588, para conquistar las islas británicas.

La idea estaba recogida en un tratado titulado 'De la entrada en la China en particular', que el sacerdote entregó al monarca en secreto en aquel primer encuentro. Sin embargo, a partir de ese momento el tiempo corrió en su contra, porque cuando Sánchez acudió de nuevo al Escorial para insistir en el proyecto, en agosto de 1588, no tardaron en llegar noticias catastróficas del Canal de la Mancha. Tempestades, barcos hundidos, supervivientes desperdigados por el Atlántico norte... Los ingleses se burlarían de los despojos de aquella flota, bautizándola como la Armada Invencible, que es como se la conoce ahora, y las expectativas de enviar otras expediciones a mares lejanos se desinflaron. Los legajos de Alonso Sánchez cayeron en el olvido.

La catástrofe de la Gran Armada, en un tapiz inglés de la época.
La catástrofe de la Gran Armada, en un tapiz inglés de la época. E.C.

Casi cinco siglos después parece descabellado intentar apoderarse de China, la mayor economía del siglo XVI, una civilización más sofisticada que la occidental y tecnológicamente superior. Sin embargo, Felipe II y su Consejo de Estado estudiaron ese proyecto en 1588, mientras se preparaban para la campaña de Inglaterra. Un miembro del consejo, Juan Idiáquez y Olazábal, fue quien ayudó a Alonso Sánchez a hacer llegar la propuesta a oídos del rey. Su respaldo era de gran valor porque tenía el cargo de secretario de estado, además de ser hijo de Alonso Idiáquez y Yurramendi, noble de Tolosa que fue secretario de Carlos I.

Los partidarios de invadir China no dejaban nada al azar. Habían hecho cuentas sobre los barcos y la artillería necesarios, las riquezas que se podían obtener, las encomiendas (explotaciones con mano de obra indígena) que se podían organizar, los impuestos que se podían recaudar… La ocupación requería un heterogéneo ejército de tropas orientales cuya columna vertebral la formarían doce mil soldados que habían de ser reclutados en los reinos de Felipe II, aunque Alonso Sánchez pidió que fuesen preferentemente vizcaínos, según relata el historiador Manel Ollé en su libro 'La empresa de China' (editorial Acantilado).

¿Por qué vizcaínos? No se da una explicación, aunque en el siglo XVI los vascos destacaban como navegantes y soldados, siendo Juan Sebastián Elcano el primero de esa lista. Le seguía Miguel de López de Legazpi, escribano de Zumarraga, que había fundado Manila en 1571 en un enclave de la isla de Luzón arrebatado a un caudillo local. Y Andrés de Urdaneta, de Ordizia, el marino que le había guiado al archipiélago filipino en 1565 y que descubrió la ruta de regreso a América por la corriente de Kuro Shivo (el tornaviaje). En la exploración de aquellas islas, denominadas Filipinas por el nombre del monarca, una parte del protagonismo había recaído sobre el joven capitán Juan de Salcedo, nieto de López de Legazpi, y sobre Martín de Goiti, de ascendencia guipuzcoana, por citar dos figuras relevantes.

La unión de las coronas ibéricas

Dos décadas después, el Extremo Oriente sufrió una fuerte sacudida cuando Felipe II añadió a sus títulos también el de Felipe I de Portugal (la unión de las coronas se fraguó en 1581). Las instituciones lusas continuaron funcionando de forma independiente, y los recelos hacia Felipe II persistieron en los puestos comerciales portugueses de Macao, Nagasaki, Malaca, islas Molucas y Goa (India). Sin embargo, con la alianza ibérica bajo un mismo rey, la propuesta de destronar al emperador Wanli, de la dinastía Ming, que reinaba entonces en China, resultó atractiva. Los invasores podían organizar una doble ofensiva: los portugueses por Guandong y los castellanos (como se los conocía) por Fujian.

Wan Li viajando en su carruaje real.
Wan Li viajando en su carruaje real. D.P.

Ese fue el contexto en el que Alonso Sánchez apareció por El Escorial. Estaban en juego muchas cosas; para los religiosos, la expansión del catolicismo entre decenas de millones de confucianos, budistas, musulmanes... Y en el capítulo económico no se podían ignorar el negocio de las especias explotado por portugueses y holandeses, ni el comercio de la seda y porcelana chinas, mercancías que podían cambiarse por la plata de las minas de Zacatecas (México) y Potosí (actual Bolivia).

La plata era un metal precioso codiciado en China, cuya producción controlaban 'lobbies' vascos tanto en México como en el virreinato del Perú (al que pertenecía Potosí). Sin embargo, las expectativas económicas que se abrían en Extremo Oriente chocaban con el puerto de Sevilla, que se enriquecía del comercio con América y lógicamente tenía que desconfiar de la aparición de otro polo mercantil en Asia, también conectado con América y sus riquezas gracias a la ruta abierta en el Pacífico por Urdaneta.

Felipe II tenia que tomar una decisión sobre ello. A miles de kilómetros, el obispo de Manila, Domingo de Salazar, pensaba en cuáles serían las deliberaciones del Consejo de Estado. Salazar era un dominico de Labastida que se había significado entre los partidarios de invadir China. Llevaba años defendiendo ese punto de vista contra quienes temían que una aventura militar empobreciera Manila, pues si los castellanos ponían el pie en China, la ciudad dejaría de ser el paso obligado de los mercaderes orientales. Salazar se cambió más tarde al bando contrario a la guerra, pero mientras la defendió encontró adversarios muy poderosos, como la orden de los jesuitas que su paisano vasco Ignacio de Loyola había fundado en 1541.

Los intereses de los jesuitas

En cuatro décadas, la congregación se había transformado en una organización multinacional con sus propios intereses, y entre ellos se incluía una política de penetración en Extremo Oriente a la que no interesaba una intervención militar. Por esa razón, cuando la junta de guerra de Felipe II se preparaba para desalojar a la reina protestante de Inglaterra –a la que ese monarca había pedido antes en matrimonio–, la cúpula de los jesuitas se oponía a cualquier tentativa de acelerar las conversiones en China por medio de las armas.

Escena de palacio durante el reinado de Wan Li (1563-1620).
Escena de palacio durante el reinado de Wan Li (1563-1620). D.P.

Sin embargo, en la orden no todos tenían ese punto de vista, empezando por Alonso Sánchez. Había viajado por el Imperio chino y experimentado la hostilidad de los mandarines y de sus funcionarios. Su apuesta militar lo había colocado en una situación difícil dentro de su congregación, donde sabían lo que pensaba, razón por la cual cuando viajó a El Escorial tuvo que entregar el tratado sobre China a hurtadillas. Usando un lenguaje coloquial, Sánchez dio el esquinazo al superior que los jesuitas le pusieron encima, José de Acosta, al que acabó aborreciendo.

Tanto Sánchez como el sector de Manila que representaba estaban convencidos de la bondad de la invasión. En Filipinas se abogaba por el mestizaje con los chinos, a quienes se consideraba civilizados, a diferencia de los indígenas de América. En realidad apenas habría en el archipiélago unos cientos de castellanos, con una presencia débil en zonas concretas, enfrentados a piratas chinos (Limahon fue el más famoso), a reyezuelos (como Suleyman, expulsado de Manila y muerto después), a sultanes como el de Aceh y a portugueses y holandeses que se habían fortificado en las Molucas en busca de las especias.

Sin embargo, China era demasiado atractiva para ignorarla y los castellanos creían saber cómo actuar. Manila fue amurallada en 1587, el año en que Alonso Sánchez zarpó hacia la península y en que el daimio (señor feudal) Konishi Yukinaga viajó a Manila y ofreció 6.000 soldados cristianos japoneses para conquistar China. Encantados de luchar contra sus enemigos históricos se unirían a 6.000 guerreros filipinos y a otros 500 esclavos de las posesiones portuguesas en la India. Una coalición multiétnica que lucharía codo a codo con aquellos 12.000 soldados 'preferentemente vizcaínos' por los que Sánchez apostaba.

El religioso alavés Domingo de Salazar (1512-1594), primer obispo de Manila.
El religioso alavés Domingo de Salazar (1512-1594), primer obispo de Manila. P.D.

Pero la expedición acabó siendo una quimera. Un sueño que naufragó antes de empezar, con el desastre de la Armada Invencible. En 1588 hubo vascos en un país lejano, pero fueron los que se ahogaron o fueron asesinados o ejecutados en las costas de Escocia e Irlanda, cuando trataban de regresar a casa después de la tragedia del Canal de la Mancha.

Alonso Sánchez fue enviado a Roma, donde conoció personalmente a cinco papas en año y medio. Murió inesperadamente cuando se disponía a regresar a Manila, enfrentado a Domingo de Salazar, que se había desmarcado de la aventura de China y más tarde viajaría a la Corte para oponerse a la guerra y defender a los indígenas filipinos. La empresa tocó a su fin.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios