La salud mental tratada con lengua de signos
Basurto cuenta con uno de los dos únicos equipos de psiquiatría específicos para la atención de personas sordas de todo el Sistema Nacional de Salud
Por el hecho de no oír las personas sordas no van a desarrollar necesariamente una enfermedad de salud mental, pero sí es cierto que las ... barreras comunicativas a las que se enfrentan, y el aislamiento al que en ocasiones se ven sometidos por estas limitaciones, hacen que la prevalencia de patologías como la ansiedad, la depresión o el estrés sea mayor que en el resto de la sociedad. Algunos estudios incluso sostienen que el 40% de los sordos sufren algún trastorno emocional, casi el doble que en las personas que sí oyen.
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Sin embargo las unidades de salud mental dedicadas a atender a pacientes con carencias auditivas son una rareza en el Sistema Nacional de Salud. Solo existen dos en centros públicos y una de ellas se encuentra en el hospital de Basurto. Fundada en 2012, está atendida por Nora Olazabal y Verónica Pousa, psiquiatra y psicóloga clínica, respectivamente. Ambas coincidieron durante su residencia MIR y PIR en este hospital universitario. Durante ese tiempo descubrieron que las dos se habían interesado previamente en aprender la lengua de signos. El siguiente paso fue plantear a los responsables del servicio la posibilidad de ofrecer atención específica para personas sordas, algo que entonces únicamente se hacía en España en el Gregorio Marañón.
Comenzaron tratando primero a pacientes adultos de Bizkaia. Después ampliaron su cobertura a toda Euskadi. La extendieron a niños y adolescentes y a día de hoy tratan también a personas de otras comunidades del norte de España donde no existe este servicio, caso de Navarra y La Rioja. En total a día de hoy atienden a cerca de un centenar de personas sordas de diferentes edades con problemas de salud mental.
¿Y en qué se distingue la atención que ofrecen a una persona que oye? La primera diferencia es evidente: la forma de comunicarse con los pacientes es a través de la lengua de signos. Y no siempre es fácil. Si no se domina bien puede haber problemas de entendimiento que deriven en un error de diagnóstico. «Ellos hablan mucho mejor esta lengua que nosotras», indican. De ahí la importancia -y aquí está la segunda gran diferencia- de dedicarle el tiempo necesario a cada consulta para que las especialistas se aseguren de haber recogido bien toda la información, «afinar el tratamiento» y aplicar la terapia más efectiva para cada caso. «El tiempo que le dedicamos a cada paciente en consulta es mayor. Si el de una persona que oye puede rondar la hora, con una sorda es de entre hora y media y dos», explican.
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La prevalencia de la ansiedad y la depresión en los sordos es mayor por las barreras de comunicación
«Mismos derechos»
Pero no solo eso. El número de citas que se da a estos usuarios es más elevado que el de la lista general. «No es un servicio en el que se busque llegar al mayor número de afectados posible, sino que trata de darles una atención de la mayor calidad», detallan.
Olazabal explica que «el 90% de las personas sordas nace en el seno de familias oyentes». Esto les puede generar durante su crecimiento «fronteras estresantes en su día a día» a la hora de comunicarse. Y aunque la mayoría pueden leer los labios, la comunicación no es tan completa como cuando no incluye el componente auditivo. Esto hace que sufran con mayor frecuencia problemas de ansiedad, por el aislamiento que esto les genera en ocasiones, y también de depresión.
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Las que en cambio sí se dan con la misma prevalencia en este colectivo y en el resto de la sociedad son las patologías mentales graves, como la esquizofrenia o los trastornos de la personalidad. Con ellas no hay diferencia entre sordos y oyentes.
Las dos especialistas del servicio de Psiquiatría de Basurto destacan el «agradecimiento» que reciben de los pacientes que precisan esta atención específica. «Los sordos tienen el mismo derecho a la atención en salud mental que el resto de las personas».
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