La locura de los 'biohackers': «Me pidió ponerle en la cabeza una placa para ser más alto y entrar en la Ertzaintza»

En su afán por alcanzar la mejor versión de sí mismos se someten a las terapias más insospechadas; ya han empezado a emerger como un auténtico fenómeno social

Lunes, 2 de diciembre 2024, 00:11

El biohacking es como una religión, un culto a la eterna juventud que lleva a sus fieles a someterse a las terapias y experimentos más ... insospechados. Lo que va a leer a continuación puede parecerle ciencia ficción, pero no lo es. Está ocurriendo, es peligroso y crece como un auténtico fenómeno social.

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Los biohackers, que así se autodenominan, son gentes que se valen de los avances de la ciencia y la tecnología para intentar alcanzar la mejor versión de sí mismos. A los 'piratas de la biología', como podría traducirse este término, todo les vale. Da igual que bordeen o incluso superen las fronteras de la ética. En su afán por optimizar la energía de su cuerpo y su mente se valen de máquinas, chips y todo tipo de tratamientos y cirugías, admitidas legalmente o no. A menudo, muchas de esas terapias parecen salidas más bien del laboratorio del doctor Frankenstein que de un centro de investigación al uso, pero para ellos lo que importa es lo que cuenta. Paz mental, eterna juventud, vivir para siempre...

En Estados Unidos se organizan ya sus propias convenciones. En España aún son sólo gentes y grupos aislados. ELCORREO ha contactado con cuatro especialistas para analizar un fenómeno que va más allá de la salud; habla del tiempo que vivimos y del que parece que está al caer!

Todo por seguir siendo joven

Antonio Diéguez, catedrático de Lógica y Filosofía en la Universidad de Málaga, ha estudiado en profundidad el fenómeno del transhumanismo, precedente del 'biohacking'. Los transhumanistas sostienen que la industria biotecnológica y la inteligencia artificial serán capaces de mejorar la especie humana hasta el punto de lograr la eternidad a través de los ordenadores. ¡Qué mejor lugar para depositar el conocimiento acumulado en el cerebro humano y vivir la eternidad!

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El biohacking supone un paso adelante en este camino. «Ya hay personas dispuestas a automedicarse para ver hasta dónde les llevan determinadas sustancias con el objetivo de prolongar la vida o la juventud», detalla Diéguez. «Incluso profesionales del mundo de la ciencia que se usan a sí mismo como conejillos de indias». Pueden hacerlo porque no hay legislación que lo impida. Cuentan, además, con el apoyo de la gran industria, los laboratorios tecnológicos de Silicon Valley, en Estados Unidos. Incluso empresas farmacéuticas, algunas muy conocidas, están invirtiendo y fomentando esta tendencia a través de sus páginas web.

«Conviene no creer mucho en las promesas de la biotecnología»

Antonio Diéguez

Filósofo y escritor, Universidad de Málaga

«El objetivo de una terapia es la salud, no convertir en un arma al ser humano»

Fernando Salagre

Cirujano plástico

«Dieta mediterránea y ejercicio es el único tratamiento que se ha demostrado eficaz para mejorar la salud»

Carmen Aragón Valera

Vocal de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN)

«La industria se aprovecha del miedo humano al envejecimiento»

Miguel Gutiérrez

Psiquiatra, impulsor del Curso Internacional de Actualización en Psiquiatría de Vitoria

El catedrático andaluz explica que, de hecho, es bien fácil comprar por internet un kit implantable con un microchip, que sirve para abrir puertas, conectar el ordenador... ¡o predecir un terremoto! La operación no requiere cirugía. Vienen con instrucciones para que lo ponga uno mismo en su casa. «Para mí esta claro: eso es una autoagresión. Como dijo Ortega y Gasset ya en los años 30 del siglo pasado, 'la hipertrofia de la tecnología nos lleva a la crisis de los deseos'».

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El 'New York Times' ha publicado en los últimos días un reportaje sobre un acontecimiento biohacking que tuvo lugar en Florida el fin de semana de Halloween. Según cuenta el diario neoyorquino, más de 2.000 personas acudieron al centro de convenciones de Palm Beach, en Florida, para aprender y enseñar a mejorar la salud propia. Hubo profesores de meditación, yoga, entrenadores físicos, nutricionistas, científicos, músicos, gurús y gentes que pagaron 1.500 dólares (unos 1.440 euros) por sumergirse en un mundo de terapias sin aval científico. Solo buscaban «una vida más larga, erecciones nocturnas más frecuentes, motivación optimizada, mejora de la elasticidad de la piel y aceleración del metabolismo».

Una placa para la Ertzaintza

El cirujano plástico de Bilbao Fernando Salagre tiene claro que todo este movimiento «es un sinsentido». Lo más parecido al pirateo biológico que ha visto en su consulta fue un paciente que le pidió que le insertara bajo el cuero cabelludo una placa que le diera algo más de altura. El objetivo de la intervención era alcanzar la talla necesaria para poder presentarse a las oposiciones de la Ertzaintza. El especialista se negó. Desde su punto de vista, resulta «comprensible» que se introduzcan bajo la piel un microchip para el control, por ejemplo, de los movimientos involuntarios de un paciente de párkinson. Pero llevar la medicina a «límites que escapan del humanismo» es ya «una aberración». «El fin de un tratamiento médico ha de ser la salud, no convertir al ser humano en un arma de guerra», protesta.

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Desde el punto de vista de la alimentación, los biohackers promulgan el seguimiento de dietas cetogénicas, el ayuno intermitente y el control permanente de la glucemia. Más de lo mismo. Las dietas bajas en carbohidratos y ricas en grasas están completamente desaconsejadas por los médicos, salvo que formen parte del tratamiento de determinadas epilepsias, según recuerda la endocrinóloga Carmen Aragón Valera, vocal de la Sociedad Española de Endocrinologia y Nutrición (SEEN). Está aceptado por la comunidad científica el ayuno, aunque eso sí, con seguimiento profesional y adaptado a las necesidades de cada persona.

Dónde los valores humanos

El control permanente del azúcar carece, en cambio, de todo sentido salvo que se sea diabético. «En salud, la única estrategia eficaz es un estilo de vida sano que incluya ejercicio físico frecuente y un patrón dietético como el mediterráneo, con evidencia científica sobre sus beneficios», recuerda la experta. Evitar el sedentarismo sí prolonga la vida.

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¿Qué tipo de personas pueden llegar a piratear su propio organismo? El psiquiatra Miguel Gutiérrez, padre del Curso internacional de Actualización en Psiquiatría de Vitoria, tiene algunas respuestas. «No es infrecuente ver pacientes con un trastorno obsesivo-compulsivo que se obsesionen con optimizar su mente y su cuerpo», responde. «Querer mejorar el aspecto físico y mental a través de la tecnología es normal. Pero utilizar para ello procedimientos invasivos, implantes, incluso cirugías experimentales puede ser un indicador de enfermedad psiquiátrica».

El filósofo malagueño Antonio Diéguez cierra la reflexión: «Conviene no creerse todas las promesas exageradas que se nos está haciendo en torno al desarrollo tecnológico y su inevitabilidad. Como sociedad, tenemos que tomarnos en serio el control de la tecnología y la idea de que podemos reconducirla en función de nuestros deseos, no los de los grandes magnates. Por desgracia, a veces parecemos una sociedad más preocupada por el desarrollo de los avances tecnológicos que por el de los valores humanos». Sería una pena.

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Un chip para almacenar las emociones

¿Está el ser humano dispuesto a entregarse a las máquinas? Un equipo de la Universidad de Oxford busca la forma de mejorar la concepción moral de las personas mediante impulsos eléctricos. Quizás un ordenador sea capaz de acumular y ordenar la información de un cerebro, pero, ¿ las emociones? «Corremos el peligro de que los psicópatas dominen a la buena gente», advierte el filósofo Antonio Diéguez. «Los mazados del gimnasio se meten hormonas y mueren a los 40 años de hígado graso. ¿Eso es lo que queremos?», reflexiona el cirujano plástico Fernando Salagre. «Hay sitios donde no veo a la medicina; el de los biohackers es uno de ellos». concluye.

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